¿Habría hecho diferencia Ben?

Surgió hace poco la pregunta que si los debates republicanos se beneficiarían de la participación de algún aspirante a la presidencia como Ben Fernández.

Hagamos memoria. ¿Quién es Ben Fernández?

En 1972, Fernández fue quien organizó la Asamblea Nacional Hispana para el Partido Republicano. Fue uno de los que recaudaron fondos en apoyo a Richard Nixon. Cuando aquella actividad llevó a un capítulo en la investigación sobre el caso de Watergate, cambió de táctica y comenzó a registrar a más latinos al partido.

Este poco de historia refleja lo que casi cuatro décadas más tarde va mal con el Partido Republicano. Suponiendo que los aspirantes actuales republicanos a la presidencia son un reflejo del camino que quiere tomar el partido, lo que ha hecho es desheredar su propia historia y desmantelar lo que obró por cimentar en el pasado.

Mientras que el partido hace clamor por liderazgo nacional, está conformado de una perspectiva miope, de corto alcance. La mayoría de los candidatos actuales parece estar intentando convencerse a sí misma y al público que puede salir bien con enajenar a los latinos con sus asaltos contra la dignidad humana de esta comunidad.

Allá por la década de los 1970, antes que estallara lo de Watergate, se rumoreaba que el presidente Nixon podría premiar a Fernández con nombrarlo al gabinete, como secretario de Comercio, por ejemplo, gracias a sus esfuerzos. Más tarde, Fernández se dio cuenta que los estrategas de campaña lo estaban utilizando vilmente, cuando el gobierno incluso dio la espalda a las medidas de equidad en cuanto a empleos federales para latinos.

Se empeñó en hacer que la Asamblea Nacional Hispana surtiera influencia entre los republicanos. Esto se dio cuando Gerald Ford hizo campaña para la presidencia y perdió. En 1978, Fernández asombró al partido con anunciarse candidato republicano en busca de la nominación, y esto lo hizo en oposición a Reagan.

Hizo campaña en 1980 junto con contendientes formidables como secretario de Comercio, John Connelly, senador por Connecticut, Lowell P. Weicker, congresista por Illinois, John H. Anderson, y gobernador de California, Ronald Reagan.

Fernández logró atraer la atención de millones de latinos y consiguió que consideraran, como menos, otorgar su voto a la alternativa republicana. Fue probablemente Fernández el responsable de elaborar la creencia que continúa hoy que los republicanos hispanos representan un sector demográfico “conservador económicamente y liberal socialmente”. Hay que matizar un poco este lema, pero durante un tiempo sirvió.

Fernández volvió a hacer campaña como candidato presidencial en 1984, extendiéndose hacia los demócratas y los independientes para atraer a nuevos electores a la vida política nacional, y hacer que se les preste atención al considerar los intereses y las soluciones. Se sabe que a Reagan esto le agradó.

Qué diferente fue esta perspectiva comparada con la actual cosecha de los aspirantes a la nominación del partido republicano, quienes valoran la desarticulación nacional, los excesos vergonzosos de la separación y la desigualdad, que rayan en lo delictivo en términos de los derechos humanos, la desintegración de las familias, y el declive en niveles educativos para las nuevas poblaciones.

De lo que trata el liderazgo político es de alzar la visión del pueblo para que vea lo que puede ser. Se trata de perseguir el más alto denominador común como sociedad, y no buscar lo más crudo como individuos.

Antes fue el arte de lo posible, no una baja distinción de clase.

Fernández no fue ningún héroe, pero sí alzó el nivel de la discusión durante tres ciclos electorales para que los candidatos inteligentes tuvieran que pensar dos veces antes de intentar convertir al electorado en turba.

Allá por los años setenta, Fernández se dirigió a la resistencia entre algunos republicanos, acusándoles de dar respuestas simplistas, para distraer, las cuales podrían incitar la maldad de entre el público.

“Están sufriendo de falsas ilusiones”, dijo, “no llevan el ritmo de los tiempos actuales… Pueden protestar todo lo que quieran, pero estamos llegando nosotros y con dinamismo. Quisiéramos que nos inviten, pero no vamos a esperar a que lo hagan. Vamos llegando”.

Eso fue hace 40 años. Es posible que sea necesario que un nuevo líder se haga cargo de la administración del partido republicano, uno que comprenda las lecciones que dieron buenos republicanos como Benjamin Fernández.

Si son incapaces de resolverse ya, la única lección que les queda por aprender es la del ave dodo.

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