No sobrevivió Mónica Naranjo

Mónica Naranjo decepcionó con su show

Una escena del show 'Madame Noir', que terminó con más polémica que aplausos el pasado domingo en LA.

Una escena del show 'Madame Noir', que terminó con más polémica que aplausos el pasado domingo en LA. Crédito: Suministrada

No se puede culpar a un artista por querer renovarse, reinventarse sobre el escenario. Y Mónica Naranjo, que en la década de los añaos 90 arrasó con una ristra de éxitos del más bailable pop español -su estilo, su selección de temas y su potente voz la consagraron como una de las grandes divas del público gay- no tendría por qué ser la excepción.

Pero Naranjo tuvo un desagradable, embarazoso y casi desastroso encuentro con su público de LA la noche del domingo, con la presentación de su espectáculo Madame Noir en el Teatro Orpheum. Y muy poca de la culpa la tiene Naranjo, que en los mejores momentos del show logró poner aquella voz al servicio de una decena de standards románticos.

Sobreponiendo grandes dificultades, voz y talento le ayudaron a salir airosa de una noche de gran tensión escénica.

Y no en el mejor sentido de la palabra.

Fue aparente que gran parte del público no sabía que Madame Noir es una puesta en escena tipo comedia musical, en la que Naranjo personifica a una diva del llamado cine oscuro, interactuando en el rodaje de una película con un director histérico, un maquillador sexy y una asistente travesti. En ese contexto son interpretados los temas, siempre en personaje, con el único acompañamiento de un piano.

La puesta en escena fue chocante para un segmento del público, individuos de ambos sexos que comenzaron a gritar cuando entró a escena el actor (no identificado), ladrando instrucciones en su papel de director desesperado. “¿Tú quién eres?” y “Queremos a Mónica”, le preguntaban al joven actor, que no tardó en mostrar su exasperación.

Los comentarios de la platea no cesaron con la entrada al escenario de Naranjo, y rápidamente pasaron de elogios a exigencias cuando comenzó a actuar y no inmediatamente a cantar.

Los gritos y comentarios -muchos de tono vulgar, algunos ridículos, todos impertinentes- continuaron prácticamente toda la noche y solo se calmaban cuando la diva, el personaje de Mónica Naranjo, comenzaba a cantar. Pero algunos ni siquieran respetaron esas interpretaciones; en medio de una de ellas alguien gritó “canta algo movido”.

La tensión era palpable entre la mayoría mejor educada del público, que sentía que en cualquier momento la diva iba a tirar el micrófono al piso, largarse del escenario y cancelar la función.

Una lástima, porque el concepto de Madame Noir era ideal para el Orpheum, y las referencias al cine clásico e incluso a los Oscar eran ideales para el lugar y el momento.

Y peor aún, porque los artistas ya habían superado dificultades para llegar allí (la gira estadounidense sufrió la pérdida del pianista y director musical de la obra, Pepe Herrero), y con un excelente pianista suplente (solamente identificado como Horacio) Naranjo pudo sacar adelante un sorprendente repertorio que incluyó el standard de jazz Cry Me a River, el clásico de Jobim Insensatez y hasta Nessum Dorma, el aria de Turandot con el que Pavarotti solía cerrar algunos de sus espectáculos.

El italiano fue consistente en el show, con dos excelentes canciones de Mina, una cantante predilecta de Naranjo: E poi y E penso a te.

La misma puesta en escena tuvo momentos jocosos, particularmente las interacciones con el maquillador “Polvitos” y la asistente “Blondie”, y Naranjo se burla totalmente del concepto de diva con su Madame Noir que en uno de sus mejores momentos grita “Me querían dar una estrella en el Paseo de la Fama, pero les dije que no. A mí no me pisa ni Dios”.

Pero la producción no está exenta de la responsabilidad por el casi desastre del domingo. La parte hablada de la puesta en escena es demasiado larga y pudo haberse acortado e incluso adaptado mejor al público local (para muchos, el acento español es como un idioma extranjero).

Demasiado tarde se decidió hacer alteraciones algo extrañas, como cuando el alocado director de repente invoca no a su Virgen del Pilar sino a la Guadalupana, o cuando hace un rarísimo tributo a Paquita la del Barrio (nota a productores: algunos en la comunidad gay todavía resienten los comentarios homofóbicos de la cantante mexicana).

Ese actor, solo identificado como Luis, apenas pudo mantener el control de tan penosa situación y echó a perder uno de los elementos claves de la puesta: la participación del público. Fue exageradamente abusivo con, por lo menos, dos de las personas que subió al escenario y despidió a uno de ellos sin siquiera concederle el autógrafo prometido, con “un aplauso para una persona sin dignidad”.

La misma Naranjo admitió al final de la noche, ya fuera de personaje, cuán molestoso había sido el público. Afortunadamente, lo que quedó para el fin de la noche era solo el segmento más fiel, que aplaudió el esfuerzo y sobre todo el riesgo. Es de admirar que Naranjo no dio su brazo a torcer y abandonó el escenario sin ofrecer si quiera un bis a capella de Sobreviviré, la que más pedía el público.

Aunque Naranjo dio muestra de su gran talento vocal y presencia escénica, nunca es una buena sensación cuando una buena parte del público se va insatisfecha, como pareció ser el caso el domingo en el Orpheum Theatre.

Desde esa noche, los comentarios no han dejado de cesar en las redes sociales.

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