Altares a los muertos crean paisaje urbano
Encienden su fe a través de veladoras y fotos de sus difuntos
Una mujer se acerca a la pila de veladoras y acomoda las flores junto a la fotografía de un joven que la mira fijamente, a quien días antes mataron a cuchilladas en el parque Normandie, en Pico Union.
La fotografía es de José Pérez, de 19 años de edad, asesinado el 21 de febrero, a quien doña María Espinoza no conoce, pero que por creencia religiosa ha llegado a encender las veladoras que según ella guiarán el alma del joven a encontrar el camino al más allá.
“¿Qué no ha oído hablar de los espíritus chocarreros?”, cuestiona doña María como si fuera un tema del dominio público.
“Si no se le prenden sus veladoras a los muertitos, no descansan en paz y se vuelven almas en pena”, explica con ese tono de sabiduría mística.
El pequeño altar, que incluye una cartulina con la leyenda: “You will be in our hearts forever” (estarás en nuestros corazones por siempre), es uno de los tantos que se colocan a quienes mueren o son asesinados en las calles de Los Ángeles.
Son los altares urbanos dedicados a los muertos y que son muy comunes en áreas marginadas de la ciudad como Surcentro o el Este de Los Ángeles, donde las pandillas tiñen de rojo el asfalto en esa guerra callejera que en el 2011 dejó 170 muertos en toda la ciudad.
En el mundo de los pandilleros, los altares representan una forma de darles respeto a sus compañeros de “clika”, y junto con las imágenes religiosas suelen rociar cerveza sobre el altar.
Desde el punto de vista religioso, la luz de las veladoras blancas es una guía al más allá, y hay quienes consideran indispensable también colocarles una cruz para que el difunto encuentre la paz.
Antes de retirarse del altar, doña María se persigna en medio de una breve y casi silenciosa oración y advierte: “Usted debería hacer lo mismo”.
El pequeño altar también llama la atención de Mario Ramos, un colombiano que pasea por ahí en bicicleta. Tampoco conoce a José Pérez, pero se le hace curioso que la gente coloque veladoras y ofrendas en el lugar donde muere alguien.
“Parece una tradición de la gente latina, yo no la entiendo, para mi no tiene ningún sentido”, comenta Mario. “Pero bueno, son sus creencias y se les respeta, aunque si la persona fue bien mala en vida, de nada van a servir esas veladoras”.
Los altares urbanos que se colocan a los muertos son una práctica muy común entre la comunidad latina, que a decir del sociólogo Gaspar Rivera-Salgado, es un fenómeno que se ha adoptado y adaptado en Los Ángeles.
“Es una cuestión cultural y religiosa, que tiene que ver de cómo los pueblos latinoamericanos entienden la muerte”, mencionó el profesor investigador de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).
“Tiene que ver mucho con los simbolismos católicos”, recalcó. “En México es una práctica bastante común, donde se marca el lugar donde hubo algún accidente o se mató a una persona, eso tiene que ver con el entendimiento de que donde muere una persona se vuelve tierra santa”.
Dependiendo de los recursos económicos, señaló, en algunos casos en México hasta se levantan capillas en el lugar donde murió cierta persona.
“Es un lugar donde venerar la memoria de la persona, es una práctica muy común en México que en Los Ángeles se ha adaptado, son las tradiciones que pasan de una generación a otra y su adaptación, eso es la cultura, y aquí en Los Ángeles los pandilleros hijos de migrantes, que veían a sus padres cómo marcaban estos sucesos, lo toman como suyo y con una reinterpretación diferente”, expuso Rivera-Salgado.
Como conocedor de los altares que se erigen a la muerte, Juan Cervantes, misionero en el Templo de la Santa Muerte de MacArthur Park, comentó que las veladoras blancas que se colocan en la calle, donde quedó el cadáver de una persona, son para que el difunto encuentre la luz y lo guíe al más allá.
Los demás objetos, como peluches, globos, flores y cartas, dijo, son sólo para recordar a la persona.
“Eso de colocar altares en las calles es una cultura muy de los latinos aquí en Los Ángeles”, comentó Cervantes. “Es común en el área del Surcentro, donde seguido balean a muchachos, se les ponen sus velas, sus fotos, para que los recuerden, en el mundo de los pandilleros es una forma de darles respeto, que era un amigo o un familiar que cayó, hasta le llevan cervezas y le echan su chorrito en el lugar donde murió”.
El sociólogo Rivera-Salgado recalcó que esta práctica se ha adaptado a las circunstancias, al nuevo contexto social y a la realidad de las pandillas.
“Creo que eso es lo que está ocurriendo con los pandilleros, lo están adaptando a sus propias circunstancias, porque el ritual tiene que tener sentido en tu medio ambiente”, explicó. “La cultura no determina lo que hace la gente, sino que la gente se apropia de la cultura y la hace suya y le da su propia interpretación, lo mismo sucede con el idioma, con las prácticas religiosas y con las tradiciones”.