Santuario cumple 30 años en Arizona
Sigue luchando por la dignidad de familias separadas por la inmigración
TUCSON, Arizona (EFE).- El movimiento Santuario, que nació hace 30 años en el sur de Arizona para ayudar a un grupo de inmigrantes centroamericanos, sigue luchando por la dignidad de las familias separadas por la inmigración.
“Fue increíble como una iglesia de un barrio en Tucson, en el sur de Arizona, tomó la pauta alzando la voz”, dijo John Fife, reverendo retirado y uno de los fundadores del movimiento.
El Movimiento Santuario comenzó el 24 de marzo de 1982 cuando un grupo de miembros de la iglesia Southside Presbyterian en Tucson anunció al Gobierno de Estados Unidos que estaba dispuesto a violar las leyes migratorias al convertir en un “santuario” su iglesia para refugiados provenientes de Centroamérica, que estaban escapando de los denominados “escuadrones de la muerte”.
Esos refugiados eran parte de un grupo de 26 indocumentados provenientes de El Salvador quienes fueron abandonados por un “coyote” al tratar de cruzar la frontera de Arizona en julio de 1980.
La mitad del grupo falleció víctima del intenso calor del desierto antes de que fueran encontrados por agentes de la Patrulla Fronteriza.
Los 13 sobrevivientes fueron procesados y debido a que eran indocumentados de inmediato fueron puestos en proceso de deportación.
Fife indicó que esta acción atrajo la atención de varias iglesias en Phoenix y en Tucson que se unieron para dar ayuda a los refugiados centroamericanos que si volvían a su país corrían serios riesgos por la violencia de esos años.
El movimiento creció de tal forma que en él participaron 500 congregaciones protestantes, católicas y judías en 17 diferentes ciudades.
El grupo de voluntarios ayudaba a los inmigrantes una vez que cruzaban la frontera, transportándolos hasta la iglesia Presbyterian en Tucson o los hogares de algunos voluntarios quienes les brindaban no solo albergue y comida, sino también asistencia legal para que pudieran iniciar una petición de asilo en EEUU, un derecho que les era negado en ese entonces a los centroamericanos en los puertos de entrada.
“No se puede decir con exactitud cuánta gente el movimiento ayudó, pero sí puedo decir que por lo menos yo representé tres mil casos en las cortes”, dijo Margo Cowan, abogada y miembro del Movimiento Santuario.
En enero de 1985, el Gobierno federal decidió presentar cargos por tráfico humano en contra de 16 miembros del Movimiento Santuario, uno de ellos Fife.
“Fue una de las mejores cosas que pudo haber hecho el Gobierno federal por nosotros, después que presentaron los cargos recibimos un gran apoyo”, dijo el reverendo Fife.
En mayo de 1986, un juez declaró culpables de transportar y albergar fugitivos a 8 de los 16 acusados, incluyendo a Fife, otros 3 fueron declarados inocentes, mientras que al resto se le retiraron los cargos.
Ninguno de ellos tuvo que cumplir sentencia en la cárcel.
En 1991 se llegó a un acuerdo con el Gobierno federal en una demanda entablada en 1985 por un grupo de iglesias y varias organizaciones, entre ellas ACLU y el National Lawyers Guild, que argumentó que el Gobierno de EEUU violó la ley internacional y doméstica al negarle asilo político a salvadoreños y guatemaltecos que escapaban persecución política en los años 80.
Gracias a este acuerdo cientos de centroamericanos pudieron reabrir sus casos de asilo y recibir permisos de trabajo.
“El Movimiento Santuario cambió mi vida y la de mi familia”, dijo Patty Barcelo, refugiada guatemalteca ante los miembros de la iglesia Souhside Presbyterian, durante una celebración el domingo por el aniversario del movimiento.
Relató que junto a su padre, madre, abuela y sus hermanos cruzaron la frontera de Arizona el 7 de diciembre de 1986.
“Mi padre, quien era un líder de trabajadores, fue secuestrado por tres meses, fue torturado, y cuando lo soltaron fue cuando decidimos irnos”, dijo Barcelo.
La inmigrante considera “un milagro” haber llegado hasta los Estados Unidos con la ayuda de la red del Movimiento Santuario.
“Todos ustedes nos dieron una segunda oportunidad a mi familia y a mí la oportunidad de tener mi propia familia”, dijo Barcelo.
Por su parte Cowan, quien continua trabajando activamente en la lucha por los derechos de los inmigrantes indocumentados, aseguró que la situación en la frontera no ha cambiado desde hace 30 años y que inclusive las cosas “se han puesto peores”.
“Este movimiento sigue con vida, es el trabajo que otros grupos como No más Muertes, los Samaritanos, Derechos Humanos están haciendo ahora, pero lo más triste es que seguimos luchando. La historia del inmigrante indocumentado se sigue repitiendo una y otra vez, vemos familias separadas, personas desaparecidas y personas que mueren en su intento por cruzar la frontera”, finalizó Cowan.