En la cima del cielo

Maná rompió el récord anterior de visitas al Staples, que se encontraba en manos de la estadounidense Britney Spears, con el primero de sus tres conciertos que está dando en Los Ángeles

Fher, vocalista del grupo, durante el apoteótico concierto del jueves.

Fher, vocalista del grupo, durante el apoteótico concierto del jueves. Crédito: J. Emilio Flores / La Opinión

Se esté del lado que se esté en la eterna división de bandos entre los miembros de esta agrupación y los de Jaguares/Caifanes, y se piense o no que son verdaderos representantes del rock en español, resulta imposible dejar de reconocer que Maná es actualmente el grupo musical más poderoso de la escena latina. Y de lejos.

Haber estado ayer en la noche en el Staples Center, al lado de la rugiente multitud que llenó el inmenso auditorio para recibir a sus ídolos, debería ser suficiente para darse cuenta de ello.

Pero lo cierto es que se trataba únicamente del primero de tres conciertos completamente vendidos que se desarrollarán a lo largo de una semana en el mismo lugar (el segundo es hoy y el tercero el próximo miércoles), y que sumados a los ocho que ya ha ofrecido Maná, le permiten romper el récord anterior de visitas al Staples, que se encontraba en manos de la estadounidense Britney Spears.

Más de un cuarto de siglo después de iniciada su carrera, el cuarteto tapatío no se mantiene sólo vigente, sino que se encuentra probablemente en su mejor momento, al menos en lo que corresponde a los Estados Unidos y, más precisamente, a la ciudad de Los Ángeles, donde se presentó por primera vez en 1993, usando las instalaciones de un club hollywoodense que se convertiría luego en el Avalon.

Sus integrantes han dicho varias veces que lo que tienen ha sido logrado a punta de trabajo, y no hay por qué dudar de ello, ya que la planificación visual y la ‘performance’ del espectáculo (que duró cerca de 2 horas) tuvieron un evidente aspecto profesional.

Es de notar, claro, que estas nuevas presentaciones son parte de la segunda rama de la misma gira que llegó el año pasado al mismo lugar, por lo que el juego de luces, las escenografías y los videos son prácticamente los mismos, en concordancia con lo que hacen todos los artistas que toman una ruta de este tipo.

En ese sentido, quienes repitan ahora el plato de 2011 (que deben ser muchos) se someterán a un menú semejante; pero los que acudan a este show por primera vez quedarán gratamente impresionados con el uso de una tecnología de avanzada que, aparte de emplearse en las típicas pantallas planas, se plasma en una serie de estructuras circulares (y por ello mismo de impresión tridimensional) que se ubican al medio del escenario.

Pero la audiencia va principalmente a un concierto de Maná para ver a sus adorados integrantes y, por supuesto, para escuchar su música, que circuló generosamente durante la velada del jueves, dándole cabida tanto a temas ‘clásicos’ (Oye mi amor, Déjame entrar, Mariposa traicionera, Clavado en un bar, En el muelle de San Blas) como a piezas de su más reciente álbum, Drama y luz (entre ellas, Lluvia al corazón, Manda una señal y, por supuesto, la estupenda El dragón, que contó con la presencia del español Enrique Bunbury).

A estas alturas, Maná no parece ser capaz de decepcionar a sus convertidos, pero tampoco de convencer a nuevos adeptos (aunque la invitación al ex Héroes del Silencio fue un buen intento); y es que los que son rockeros de corazón pueden notar rápidamente que, en medio de su constante empleo de elementos relacionados al género, éste es en realidad un grupo mucho más cercano a las baladas, como lo probaría la intención tanto rítmica como lírica de sus canciones, sumada a la dulce voz de su cantante Fher.

Pero los integrantes de Maná están convencidos de que sí hacen rock (“rock’n’roll con raíces latinas”, como lo definió su vocalista en la conferencia de prensa de ayer, cuyos detalles se encuentran en la nota que publicamos también en esta página), y tienen probablemente el derecho de hacerlo, ya que además de haber terminado la noche con una versión de Corazón espinado, que respondió justamente a la premisa del término dado por Fher, no evitan nunca los recursos habituales del género, como lo probaron durante un solo de guitarra en el que Sergio Vallín incluyó el Adagio en G Menor de Albinoni y, sobre todo, durante el prolongado acto solista de Alex González, que aporreó brillantemente su batería mientras se desplazaba en una plataforma hidráulica que se elevó literalmente por los cielos.

Hay quienes acusan a los Maná de una cursilería que resulta también evidente, como ocurrió cuando mostraron un video en el que decían “estamos aquí para hablar de los delfines y las rosas”, o cuando Fher entonó unas letras cuyas figuras románticas no resultan siempre convincentes; pero todo parece ser hecho con sinceridad y, lo que es más importante, le da espacio a ciertas declaraciones progresistas que no se espera escuchar en artistas que le pertenezcan estrictamente al pop.

Casi al final del concierto, el vocalista Fher pronunció un fuerte discurso en el que aseguró que “estamos recuperando el terreno que un día nos robaron” y que “estas leyes racistas son una p… m….”

Decir algo así siendo tan famoso y en medio de una multitud tan grande no es algo que se pueda tomar a la ligera.

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