Sociedad: ¿A quién amas?
En pleno siglo XXI, en la nación más poderosa del mundo, en una de las democracias más influyentes de la historia, los homosexuales son discriminados. El Gobierno de Estados Unidos no les reconoce los mismo derechos que a los heterosexuales.
Pero el anuncio del presidente Barack Obama de que él apoya los matrimonios del mismo sexo es un paso importantísimo para luchar contra esa discriminación.
El vicepresidente norteamericano, Joe Biden, quien suele decir exactamente lo que piensa, obligó al presidente Obama a acelerar su anunció y retó los principios del Partido Republicano, al decir lo que es evidente para muchos estadounidenses: que los homosexuales deben tener exactamente los mismos derechos que el resto de la población, incluyendo el casarse entre sí.
“Me siento absolutamente cómodo con el hecho de que hombres se casen con hombres, mujeres se casen con mujeres, y hombres y mujeres heterosexuales se casen entre sí y tengan exactamente los mismos derechos, todos los derechos civiles, todas las libertades civiles”, dijo Biden en Meet The Press, en unas declaraciones que luego tendrían enormes consecuencias políticas y que pudieran afectar seriamente el resultado de las elecciones de noviembre.
Tras las declaraciones de Biden, el presidente Obama ya no pudo continuar con su postura oficial de que su visión respecto al matrimonio de las personas del mismo sexo estaba “evolucionando”. Obama se destapó: Tres días más tarde, el presidente dijo a ABC News que “he llegado a la conclusión de que para mí, personalmente, es importante decidirme a afirmar que las parejas del mismo sexo deben poder casarse”.
Esa declaración, por supuesto, conlleva un gran riesgo político en un año electoral. Siete de los nueve estados que están en disputa para las elecciones presidenciales de noviembre, según un análisis del The
New York Times, tienen leyes en contra del matrimonio entre homosexuales. Eso hace suponer que Obama corre un mayor riesgo de perder Colorado, Florida, Ohio, Pennsylvania, Virginia, Nevada y Wisconsin. No es poca cosa si la elección es muy reñida.
Para los republicanos, incluyendo a su candidato presidencial Mitt Romney, es prácticamente una cuestión de fe el negarse a reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo. Forma parte de su plataforma política y casi de su ADN. Ellos no van a cambiar.
Pero Estados Unidos ya cambió. Obama es el primer presidente en el poder en nuestra historia que declara públicamente su apoyo a matrimonios entre homosexuales, y, según una encuesta Gallup realizada este mes, 50 % de la nación está de acuerdo con él (en 1996, sólo 27% de los estadounidenses apoyaban los matrimonios entre personas del mismo sexo). Los hombres y mujeres homosexuales siempre han sido parte de nuestra vida cotidiana- son nuestros amigos, nuestras familias, nuestros compañeros de trabajo- y ahora, cada día más, tienen el apoyo social necesario para ser abiertos acerca de su orientación sexual. Algunos de los programas de televisión más populares en Estados Unidos –Glee, Modern Family y Grey’s Anatomy– presentan personajes homosexuales. Y el propio vicepresidente reconoció que el programa Will and Grace (que ya no está en el aire) “probablemente ha hecho más para educar al público americano que cualquier otra persona”.
Estados Unidos tiene mucho que aprender de Argentina, España y la Ciudad de México, donde los matrimonios homosexuales son legales. Pero, en realidad, no hay que irse tan lejos. Basta leer la declaración de independencia de Estados Unidos. “Todos los hombres son creados iguales”, dice el documento establecido en 1776, y determina que entre los “derechos inalienables” están el derecho a la “vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad”. Está clarísimo: todos los seres humanos son creados iguales, incluyendo los homosexuales, por lo tanto, tienen los mismos derechos que todos nosotros.
En su entrevista con ABC News, Obama también dijo: “Yo sigo creyendo que esto va a ser un asunto que va a resolverse en el nivel local, porque históricamente esto no ha sido un asunto federal, lo que se reconoce como matrimonio”. Al igual que en la cuestión migratoria, no puede ser que cada uno de los 50 estados decida independientemente sobre los matrimonios del mismo sexo. La corte suprema de justicia, tarde o temprano, tendrá que decidir para toda la nación.
Pero al final de cuentas, más allá de todas las leyes y controversias políticas, se trata de un asunto absolutamente personal. Como lo dijo con sabiduría el vicepresidente Biden, la pregunta más importante es: “¿A quién amas?'”.