Buenas intenciones People Like Us tiene buenas intenciones… pero, ¿qué tal los resultados?
People Like Us tiene buenas intenciones.
Eso no quiere decir que sus resultados sean plenamente satisfactorios.
Su director y co-guionista, Alex Kurtzman, tiene mucho qué decir; al fin y al cabo, detalla un hecho que, en parte, le sucedió a él. Y es precisamente por esa abundancia de intereses, de ganas de contar algo, de pasión por lo que tiene en la página, que el filme, al final, deviene monótono.
Pero, de nuevo, lo que sí merece un notable aplauso es el hecho de que estemos ante una producción que presenta elementos rara vez vistos en la actualidad en el cine hecho por los estudios de Hollywood: no solo estamos ante una melodrama convencional, sin aspiraciones intelectuales o pseudo-filosóficas; además, es una historia de adultos, contada por adultos y con adultos.
People Like Us cuenta la historia de Sam (Chris Pine), cuyo padre ha muerto y le ha dejado un maletín con 150,000 dólares. Aquel hace años que no se hablaba con el difunto o su madre Lillian (Michelle Pfeiffer). En el reencuentro inicial con esta, las cosas no parecen que vayan a mejorar mucho…
Pero los 150,000 dólares no terminan siendo la herencia dejada para Sam. Su padre le deja escrito que, durante un romance, tuvo una hija, a la que nunca reconoció. Esta es Frankie (Elizabeth Banks), quien sobrevive como puede y tiene a su cargo a su hijo adolescente (excelente Michael Hall D’Addario). La revelación abre las puertas a una nueva relación familiar con una hermana de la que nunca conoció su existencia… y a aceptar la familia.
Kurtzman y su colaborador habitual Roberto Orci, son guionistas reconocidos por su trabajo en superproducciones como las franquicias Transformers y Star Trek.
El hecho de que ambos se hayan atrevido, por utilizar esta palabra, a adentrarse en un relato de corte dramático no debería ser recibido ni con sorna ni con desdén.
Al fin y al cabo, People Like Us, clasificada PG-13, es una película decente, filmada con notable artesanalidad (y sacando un provecho extraordinario y encantador de escenarios del condado de Los Ángeles que pocas veces son vistos en la pantalla) e interpretada con carisma por todo su plantel (siempre es una bendición tener la oportunidad de ver en una pantalla a Michelle Pfeiffer).
Pero todo ello no es suficiente para justificar sus casi dos horas de metraje.
Kurtzman ama tanto lo que cuenta, que no deja que ningún personaje o situación quede a la deriva: necesita atar cada cabo suelto, masticando para el espectador obviedades que tendrían que haber sido dejadas a la imaginación (o a la lógica).
Aún así, se trata de un debut como director agradable y sincero.