El mundo cultural aclama a Chavela Vargas
La cantante mexicana recibirá otro homenaje hoy en el Palacio de Bellas Artes.
MÉXICO, D.F.- Mientras personalidades y admiradores seguían expresando ayer su pesar por la muerte de Chavela Vargas, los restos de la emblemática cantante mexicana descansaban en el D.F., donde a las cinco de la tarde se llevó a cabo su velorio en la Plaza Garibaldi, famosa por sus cantinas y grupos de mariachis.
Allí fue despedida por las cantantes mexicanas Lila Downs y Eugenia León.
María Cortina, amiga y biógrafa de la cantante, dijo que la intérprete quería despedirse en una plaza pública rodeada de su pueblo.
“Como ella decía: ‘Mi pueblo… A mí el público que me gusta es mi pueblo, yo donde quiero estar es en una plaza’”, dijo Cortina el domingo a los medios. “Qué mejor plaza para ella que la Plaza de Garibaldi”, agregó afuera del hospital de la ciudad de Cuernavaca, en el central estado de Morelos, donde murió Vargas.
La intérprete, quien desafió los estereotipos de género en la música ranchera mexicana, falleció el domingo a causa de un paro respiratorio tras haber pasado varios días hospitalizada por problemas respiratorios y cardíacos. Tenía 93 años.
Creyente de los chamanes, no quiso recibir hemodiálisis ni entubación para ayudarla a respirar. Su pasión por estas figuras era tal, que siempre aparecía luciendo amuletos y talismanes realizados por ellos.
Vargas recibirá otro homenaje hoy en el Palacio de Bellas Artes, uno de los escenarios culturales más emblemáticos de la capital mexicana en el que se presentó en varias ocasiones.
La última vez que pisó dicho escenario fue en abril, cuando acompañada de la mexicana Eugenia León y la española Martirio ofreció el espectáculo de su CD La Luna Grande, el último que grabó y en el que recita poemas de Federico García Lorca.
Vargas no escatimaba en hablar sobre las críticas que le rodearon, muchas de ellas en torno a su homosexualidad, que hizo pública en su autobiografía Y si quieres saber de mi pasado, publicada en 2002.
En el texto relataba que desde pequeña era señalada como una “rareza”.
“Lo que duele no es ser homosexual, sino que lo echen en cara como si fuera la peste. Hace falta tener mucha ponzoña en el alma para lanzar cuchillos sobre una persona, sólo porque sea de tal o cual modo”, escribió Vargas, a quien se le llegó a relacionar sentimentalmente con la pintora Frida Kahlo.
Con 80 discos grabados, y postrada en su silla de ruedas desde hace varios años, Vargas contrastaba su aguerrido carácter con una eterna picardía, que le permitía mofarse de su batalla contra el alcoholismo que enfrentó por 20 años.
“Hoy probé un trago de tequila y me supo horrible. Antes me echaba primero mi medio garrafón de tequila y después comía. Ahora quise hacer lo mismo en la comida donde estábamos y no sirvió”, dijo durante un homenaje que se le hizo en junio de 2011 en México.
Aunque no era partidaria de los homenajes, fue reconocida en múltiples ocasiones. En 2000, el gobierno español le otorgó la Gran Cruz de Isabel la Católica. Y en 2007 sus aportes a la música fueron reconocidos por la Academia Latina de Grabación, que le otorgó el premio a la Excelencia Musical.
Isabel Vargas, su nombre de pila, jamás temió encarar a la muerte, que imaginaba “bellísima, como un descanso”. Aseguraba no tener deuda alguna con la vida: “No le debo nada, ni me debe nada. Estamos muy bien”.
En su mundo sólo existía el agradecimiento.
“Le doy gracias a Dios que me dejó llegar, aunque me falten [fallen] las piernas”, expresó desde su silla de ruedas en el homenaje que tuvo lugar en junio de 2011. “Poco a poco tendré que pagar un tributo a la vida, ya me cobró el caminar y ya me quitó la capacidad de soñar… Le pido a Dios que a donde yo me vaya algún día, me lleguen a saludar y yo a ustedes”.