Casa de apoyo para veteranos deportados

Al menos una docena de excombatientes viven en Rosarito

Héctor Barajas, quien fue miembro de un cuerpo élite de paracaidistas, vive ahora en Rosarito, luego de que fue expulsado de EEUU.

Héctor Barajas, quien fue miembro de un cuerpo élite de paracaidistas, vive ahora en Rosarito, luego de que fue expulsado de EEUU. Crédito: EFE

ROSARITO, Baja California.- Aunque reconocen sus raíces mexicanas, en el corazón de un grupo de veteranos está el amor por Estados Unidos, un país al que han servido en sus fuerzas armadas, pero al que no pueden regresar por haber sido deportados.

Son veteranos de guerra, sirvieron al que consideran su país y ahora se encuentran en el municipio mexicano de Rosarito, a unos kilómetros de la frontera con Estados Unidos, sin poder regresar.

Héctor Barajas, de 35 años, fue paracaidista del Ejército de Estados Unidos de 1995 a 2001. En 2004, tuvo problemas con la ley, fue encarcelado y al cumplir su condena fue deportado.

Llegó a México sin conocer a nadie y sin ningún beneficio como veterano.

Consciente del creciente número de veteranos que enfrentan deportaciones, Barajas abrió la Casa de Apoyo para Veteranos Deportados, un departamento de dos recámaras en donde brinda asistencia a compañeros que atraviesan por la misma situación.

En este centro, se brinda albergue, comida, asistencia y acceso a Internet o teléfono para veteranos en su misma situación, que según Barajas, en Rosarito hay al menos una docena.

Fabián Rebolledo, de 37 años, también paracaidista del Ejército estadounidense de 1997 a 2000 y que combatió en el conflicto de Kosovo, fue deportado recientemente a México y encontró refugio en la casa de Barajas.

Rebolledo fue arrestado por intentar cobrar un cheque sin fondos, fue puesto bajo libertad condicional, que violó al ser detenido por conducir con una licencia de conducir suspendida.

Ambos coinciden en sentirse “engañados”, ya que pensaron que el hecho de ser parte de las fuerzas armadas les otorgaría la ciudadanía estadounidense.

Aseguran que durante su estancia en la base de Carolina del Norte nunca tuvieron el tiempo de realizar los trámites para regularizar su estatus.

“Yo creí que ya era ciudadano, en el momento que juré ante la bandera”, afirmó Rebolledo.

Barajas estima que alrededor de unos 12,000 veteranos han sido deportados.

En su centro cuelga decenas de nombres de otros en su misma situación, que se han puesto en contacto a través del sitio BanishedVeterans.info (Veteranos desterrados).

Al respecto, el abogado Craig Shagin, especializado en este tipo de casos, dijo a Efe que es común que soldados crean que su ciudadanía está en trámite cuando no necesariamente es así.

Explicó que todos los veteranos tienen derecho a recibir los servicios que les corresponde como educación, medicinas, acceso a hospitales, el problema es que cuando la persona es deportada no existe un sistema que les permita reclamar lo que les corresponde.

“Es frustrante ver que no hay nada que se pueda hacer”, declaró el abogado.

Asimismo, lamentó que no exista una ley que proteja a los veteranos de la deportación y recordó que en 2010, una propuesta fue enviada al Congreso pero no procedió.

Por su parte, la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) recalcó que no cuenta con las estadísticas de cuántos veteranos son deportados de Estados Unidos.

“ICE ejerce discrecionalidad en las personas que han sido miembros de las fuerzas armadas que han servido honorablemente a nuestro país en base a caso por caso cuando se considera apropiado”, señaló Lauren Mack, portavoz de ICE en San Diego.

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