Quino se considera solo “un obrero del dibujo”
Quino siempre se ha considerado "un obrero del dibujo"

Quino dice que jamás pretendió llegar a miles de personas con los mensajes de su personaje. Crédito: AP
PARÍS, Francia. “Nunca me consideré otra cosa que un obrero del dibujo”, afirma el dibujante argentino Quino, abrumado por el hecho de que casi 50 años después de haber creado a Mafalda su mensaje siga presente en un mundo que según él “atraviesa un oscurantismo muy peligroso”.
Aunque el autor dejó de dibujar en 1973 a esa niña de abundante pelo oscuro, inteligente e irónica, le sigue sorprendiendo que las críticas que lanzaba puedan aplicarse a la situación actual.
“Creía que la humanidad iba a encontrar otras vías para canalizar su manera de vivir, pero seguimos cometiendo los mismos errores”, indica en una entrevista reciente en París, donde el Forum des Images se sirvió de uno de sus dibujos para que estudiantes de animación crearan un corto que fue proyectado el 25 de noviembre en la capital francesa.
Quino admite que el reconocimiento es “muy gratificante”, pero deja claro que jamás pretendió llegar a miles de personas y que aunque la gente le agradece cómo les abrió “la cabeza y el pensamiento”, él nunca fue muy consciente del alcance de su labor.
“Yo hacía mi trabajo y nada más”, señala el dibujante.
Y no sin cierto pesar, indica que el mundo que reflejó a través de los pensamientos de Mafalda, Manolito, Felipe, Libertad y sus otros personajes y viñetas está igual o peor que entonces.
“Me asustan mucho todos los recortes que hacen con la cultura, la ciencia, la investigación, las artes. En este momento el mundo atraviesa un oscurantismo muy peligroso”, apunta el dibujante, que se cuestiona incluso si llegados a este punto el humor puede servir como válvula de escape.
El humor, en su opinión, “sería más necesario que nunca, solo que ves los dibujos de El Roto, persona a la que quiero y admiro muchísimo, y se te caen los brazos porque… la situación no está graciosa en absoluto”.
Y aunque dice no entender de cifras ni de mercados, esos sitios “donde antes uno iba a comprar la fruta, los pollos, la carne, y que hoy rigen la economía de los países y no se sabe qué son”, sí tiene claro que la opulencia vivida hasta hace años, sobre todo en países como en España, era insostenible.
“Se veía venir. Una economía basada en el ladrillo, en la que todo eran bancos y constructoras, no puede funcionar mucho tiempo”, indica el dibujante, hijo de una pareja de inmigrantes españoles republicanos.
No se siente ahora más positivo que cuando estaba en activo, pero hace tiempo ya que dejó atrás la confianza en que todo podía mejorar.
“Mi periodo de mayor optimismo fue en los años sesenta, con los Beatles, el Che Guevara, cuando parecía que el mundo iba a cambiar para bien, o, al menos, para mejor”, señala cuatro meses después de haber cumplido ochenta años.