Jenni Rivera fue una mujer mágica
La cantante fue una artista de muchas dimensiones
Lo más bello que leído y visto sobre la muerte de Jenni Rivera lo escribió en su muro de Facebook mi amiga, colega y bloguera, Eilleen Truax: “Era una mujer con muchas dimensiones que la burda vista mediática nunca supo o nunca quiso ver”.
Así, de plano.
De ahí en más, todo lo que se ha dicho y escrito sobre ella no es nada nuevo. A Jenni le encantaba ser el centro de la atención y se las arreglaba para dar la nota con frecuencia. Para ella no había diferencia entre la Jenni atista y la Jenni privada. No conozco a otro artista que gozara más que ella que se supiera todo sobre su vida, no importa cuan íntimo fuera. Así es como nos tenía a todos comiendo de su mano. Y por eso miles la adoraban.
Sin embargo, la que considero que fue la mayor virtud de la artista fue su valentía. Jenni no le tenía miedo a nada ni a nadie. Nada ni nadie la amedrentaba. Una muestra de ello fue cuando Univision la vetó; Jenni se atrevió a decir que ella no necesitaba de esa televisora, aunque se tratara de un monstruo al que todos los artistas le rinden pleitesía. Jenni no se dobló y tampoco esa empresa le hizo falta.
Cuando Jenni comenzó su carrera —por un mero accidente, como ella misma lo contó— ni ella sabía hasta dónde llegaría. Entonces Jenni era la hermana de Lupillo Rivera. el sol de esa familia al que parecía que nadie podría opacar.
Pero Jenni, quizá sin quererlo, comezó a crecer y crecer, como bola de fuego. Es cierto que los escándalos la pusieron en boca de todos, pero a la par también creció su carrera. Sólo ella sabe cómo lo hizo. También, quién sabe cómo lo hizo, pero de todos los embrollos en los que estuvo envuelta salió airosa. Jenni era mágica.
La prueba de su temple se veía en sus conciertos. Amén de que Jenni era un ejemplo para las mujeres rellenitas —porque todas querían lucir como ella, sin importar que las carnes rebosaran fuera de los ceñidos vestidos—, el escenario era donde mejor se sentía, donde mejor se expresaba. Era ahí donde hacía las delicias de las mujeres, humillando y sometiendo a los hombres que aceptaban subir con ella al entablado.
No me imagino a otra como Jenni, ni siquiera a Gloria Trevi en su mejor época. Jenni era auténtica, fuerte y, valga la expresión, bien macha. Mientras que otras artistas se echaban sus tragos antes de salir al escenario a escondidas, Jenni colocaba su mesita en un extremo del teatro y, frente a todos, le entraba al tequila directo de la botella.
Esa era la Jenni que todo mundo conoció. Y era la Jenni de la que tantos se enamoraron. Por eso su muerte cala, por eso hará falta su presencia.
Además de Chavela Vargas, solo puedo pensar en Jenni como una mujer de, como lo dice en una de sus canciones, huevotes.