Sobredosis por analgésicos: una verdadera epidemia
El empleo inadecuado de analgésicos puede causar efectos trágicos
Marc Arcas EFE
WASHINGTON, D.C. Las sobredosis de analgésicos derivados del opio causan cada año 15,000 muertes en el país, tres veces más que la cocaína, heroína y todo el resto de drogas ilegales juntas, unas cifras alarmantes sobre un fenómeno que el Departamento de Salud califica de “epidemia.”
Se trata en su mayoría de narcóticos y derivados del opio que provocan fuerte adicción como la oxicodona y la metadona, responsable esta última de un 30% de las muertes causadas por analgésicos, según datos del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
“Tenía un problema de alcoholismo. Cada día bebía más hasta que un amigo me recomendó que tomase oxicodona, porque eso me ayudaría a dejar el alcohol”, explicó en una entrevista Ryan Donnelly, de 29 años y exadicto a la oxicodona, un fuerte analgésico derivado del opio.
“Entonces, de la noche a la mañana, dejé de beber, pero me pasé a la oxicodona. Falsificaba recetas médicas, iba a la farmacia y me vendían la medicina, así durante mucho tiempo”, recordó Donnelly, quien ahora lleva ya cuatro años ‘limpio’, vuelve a trabajar y vive en Nueva Jersey junto a su mujer y su hijo.
Sin embargo, no todos los adictos corren la misma suerte que Donnelly. Jaclyn Kinkade, una joven de 23 años residente en Inglis (Florida), secretaria en una consulta médica y modelo ocasional, murió el cuatro de julio de 2010 tras un largo período de adicción a los analgésicos.
La autopsia encontró en su cuerpo tres tipos de drogas, dos de ellas vendidas legalmente: oxicodona la misma que tomaba Donnelly y metadona, un opioide sintético. La tercera fueron pequeñas cantidades de metanfetaminas.
En 2010, el último año del que se dispone de datos, el “envenenamiento involuntario” fue la primera causa de muertes accidentales en todas las franjas de edad comprendidas entre los 25 y los 64 años y la tercera en los jóvenes y adolescentes de entre 15 y 24 años.
“Todo esto tiene sus raíces en los ochenta, cuando hubo una tendencia en EEUU por la que muchos doctores empezaron a defender que había que luchar contra los dolores crónicos de manera más agresiva”, explicó el médico de CDC y experto en medicina preventiva Len Paulozzi.
“Por ello, se empezaron a recomendar analgésicos potentes como los narcóticos que pudiesen reducir el dolor y, en los noventa, los derivados del opio empezaron a generalizarse”, añadió Paulozzi, quien ha dirigido varios estudios sobre el abuso de analgésicos.
“Entonces se creía que el riesgo de adicción era bajo y, de hecho, algunas investigaciones de la época así lo demostraban, por lo que se comenzó a recetar opio y derivados para males tan comunes como el dolor de espalda”, aseguró el médico.
Según un estudio de la consultoría de Servicios de Necesidades Especiales de Washington, en 2010 se recetaron de media dos narcóticos a cada adulto cubierto por el programa público de asistencia médica Medicaid, que cubre a las capas de población con menos recursos.
Además, el estudio observó un incremento del 37% en la expedición de recetas de oxicodona en hasta 14 estados entre 2007 y 2010.
“Yo era un chico normal, de una familia de clase media, y con un buen trabajo en la armada de EEUU. Pasé por una mala época, me quedé sin trabajo y caí en las drogas. En las drogas legales”, reconoció Donnelly, quien, sin embargo, lanzó un mensaje de esperanza: “son fármacos fuertes, pero con voluntad y ayuda de los demás, se pueden dejar, como hice yo”.
“Existe un fenómeno que explica la dependencia psicológica de los analgésicos”, matizó el doctor David Sack, de los centros de rehabilitación de drogas y alcohol Promises, en California: “Cuando una persona siente dolor, toma medicina y se siente mejor. Cuando vuelve a sentir dolor, vuelve a tomar medicina. Eso es lo habitual”.
“Sin embargo, hay quien, tras tomar medicina, piensa ‘ahora me siento mejor de lo que jamás me he sentido’ y experimenta efectos positivos en su estado de ánimo, por lo que sigue tomándola aunque ya no sienta dolor”, concluyó el doctor.
Con Sack coincidió el doctor Paulozzi, quien añadió que alguien que padezca, por ejemplo, depresión, tiene mucho mayor riesgo de caer en el abuso que alguien que no y recordó que no se trata de un problema que derive de analgésicos leves como la aspirina o el paracetamol, sino de los analgésicos agresivos como la metadona, la oxicodona o los opioides.