Habitantes de Dos Arroyos reciben remesas a cambio de soledad
La mitad del pueblo ha emigrado a los EEUU en busca de trabajo y mejores condiciones de vida, dejando en soledad a sus familiares
DOS ARROYOS, Guerrero.- A Orfelina Loeza no le queda un solo hijo en Dos Arroyos. Todos, los seis, se fueron a Los Ángeles hace más de dos décadas. Desde allá la mantienen, pero a un costo muy alto: la soledad.
— Si se aprueba la reforma migratoria y sus hijos vienen ¿cómo los recibiría?, se le pregunta.
“Les haría un mole, lo que ellos quisieran comer”, dice ilusionada.
A su lado, detrás de un improvisado local de verduras, Berta Organista hace su conteo de hijos que viven en el área de Los Ángeles. Son cuatro y desde hace mucho sólo los escucha y ve por fotografías. A ella tampoco le ha faltado su envío de dinero, aún en los momentos más duros de la recesión.
“Se fueron chamacos, ya son grandes”, cuenta esta mujer de 65 años. “Yo los extraño mucho, quisiera que se vinieran, pero ellos no quieren porque aquí no hay qué comer”.
Un papá, hijos, hermanos, tíos, primos… todos en este pueblo repleto de casas de adobe y teja tienen a alguien a quien echar de menos, pero también de quién recibir unos dólares. Ellos contribuyeron a que México recibiera casi 2 mil millones de dólares en remesas sólo en junio pasado.
“Aunque sea poquito pero siempre me mandan”, comenta Organista, quien no se ha quedado de brazos cruzados y, asimismo, ha salido adelante con la venta de verduras, abarrotes y papas fritas.
Cada domingo la llaman por teléfono. Así ha seguido el crecimiento de sus nietos. “A veces no les entiendo porque hablan como allá”, dice la anciana y precisa que de tanto conversar con ellos ya aprendió dos palabras en inglés: “bye” y “ok”.
“Ojalá que les den papeles para que me vengan a ver”, menciona sobre la reforma migratoria.
En Maywood, de donde provienen muchas de las remesas que se cobran en Dos Arroyos, Orlando Castillo, de 32 años, no ha dejado de enviar dinero a sus papás (él y sus tres hermanos viven aquí). “En la crisis les ayudé menos, pero ahorita ya está un poco mejor”, menciona.
Cada vez que habla por teléfono su madre le pide algo que por el momento no está en sus planes. “Me pregunta que cuándo voy. Para salir es rápido, pero para regresar está muy duro”, dice.