Activistas no logran avance de reforma migratoria
Aunque bien organizadas, las marchas y eventos por la reforma migratoria carecen de arrastre masivo y ocurren en el peor de los momentos.
Los activistas se han esforzado: el pasado sábado hubo casi 200 eventos en todo el país para darle al Congreso un “ultimátum” sobre la reforma migratoria y ayer, tras una festiva reunión y concierto con populares grupos y cantantes en el “National Mall”, varios congresistas demócratas participaron en una desobediencia civil, dejándose arrestar para protestar por la falta de acción sobre la reforma migratoria.
Sin embargo, dentro del Congreso, donde debe solucionarse este problema, la conversación no gira en torno a la reforma migratoria, sino el cierre del Gobierno, la lucha pendiente sobre el tope de la deuda y la polarización política que tiene a demócratas y republicanos en pie de guerra y más divididos que nunca.
Las manifestaciones populares en pro de una reforma migratoria, aunque numerosas y bien organizadas, no han tenido el arrastre masivo de las que se vieron en el año 2006, cuando cientos de miles de personas se echaron a la calle para protestar una ley punitiva contra los indocumentados. A lo sumo, la manifestación de ayer en Washington alcanzó unos 20 mil participantes y las del sábado, en conjunto, no llegaron a 50 mil. ¿Qué pasó?
Algunos observadores creen que el público inmigrante está cansado de años de lucha o que simplemente muchos son presa de la apatía o falta de conciencia política.
“Hoy pensaba en esto: cuando hay un partido deportivo de importancia se llenan los estadios con 50 mil personas que tienen que pagar boletos, estacionamiento y comidas. Muchas de esas personas son inmigrantes”, dijo Randy Jurado Ertll, activista de temas sociales y director del Centro de Acción Social en Pasadena. “Pero cuando se trata de justicia social, como que se le hace aburrido a la gente”.
En las manifestaciones populares de los últimos días se han movilizado iglesias, activistas, campesinos convocados por el Sindicato de Trabajadores del Campo (UFW) y dreamers, cuyo movimiento cuenta con un alto nivel de organización. Pero estos terminan siendo la mayoría de los participantes y su convocatoria tiene un límite.
“Hay una cierta indiferencia del pueblo indocumentado”, dijo Ricardo Moreno, activista activo en las comunidades de fé. “Yo calculo que la mitad de la gente en las iglesias latinas hoy en día son indocumentadas, tanto en las evangélicas como en las católicas y otras. Pero cuando es hora de las marchas, participa un 10%. La gente nuestra, con excepción de los dreamers, no están concienciados o quizá simplemente no pueden porque tienen que asistir a dos o tres trabajos”.
Usualmente, los inmigrantes que participan en estas convocatorias son personas que han sido afectadas por una deportación, están ellos mismos en proceso de deportación y están siendo ayudados o presentados por organizaciones activistas como ejemplo de la problemática que se vive y para obtener cobertura mediática.
Lo cierto es que de los 11 millones de indocumentados y de tantos otros millones de latinos y otros que se solidarizan con ellos, la participación en la calle no es substancial.
Jerald Podair, profesor de historia de Lawrence University en Wisconsin, dijo que en los movimientos sociales el “momento” lo es todo y este es, posiblemente, el peor de los momentos. “Estas marchas estaban organizadas desde hace tiempo, pero justo ahora en Washington y en los medios en inglés no se habla de otra cosa que no sea el cierre del Gobierno”.
También es cierto, indicó Podair, que no parece haber una presencia masiva de pueblo en las calles, más allá de varios miles de activistas. “Para que la gente común y corriente salga a la calle hace falta que haya un gancho, un evento motivador y puntual que los motive”, apunta. “No parece que este sea el caso”.
En 2006, cuando se dieron las marchas masivas, el “gancho” fue la ley Sensenbrenner y la criminalización de los inmigrantes. Los activistas ven una crisis en la falta de reforma migratoria y las deportaciones, pero el tema viene arrastrándose desde hace tanto tiempo que hay un punto de cansancio.
“Este es un problema con el que llevamos casi dos décadas luchando”, dijo Jurado Ertell. “Yo creo que la gente ya está cansada de estar marchando, creo que dicen para qué, ya ni nos escuchan”.