Barbudos, Ciudad ‘F’ y mandones
Lo vive Boston con todas sus estrellas que invitan a una fiesta interminable
El out 27, con el que acabó la Serie Mundial que coronó a los Medias Rojas por tercera vez en diez años, suena a la distancia como el pistoletazo de partida para una competencia.
Suena como un signo de admiración que se rompió en la noche del miércoles y desató la fiesta.
Una celebración a la que se acostumbran en Boston y que hoy tiene su clímax cuando unos barbudos desaliñados e irreverentes que parecen héroes de guerra crucen las calles de la ciudad para recibir el homenaje de una sociedad que les tiene como uno de los valores más preciados para expresar su idea de libertad, o si lo prefiere, su prédica de ideas liberales.
¡Y ahí vienen!
Unos barbudos, vestidos de campeones de béisbol, quienes a la par que reciben aplausos desde todos los rincones, le hacen ellos mismos, un homenaje a la ciudad que les entregó ese plus de motivación superior que necesita cualquier guerrero, después del atentado demencial perpetrado en el punto de llegada del Maratón de Boston en abril pasado.
Fue entonces cuando David Ortiz, desde lo más alto de su autoridad de gran figura y viejo batallador de muchas guerras, tomó la palabra en Fenwy Park para dejar un juramento de fe y un compromiso de victoria por las víctimas.
Fue el día en que “Big Papi”, mitad emoción, mitad convicción, dejó para siempre su mítico grafitti.
“Esta es nuestra F… ciudad, la haremos respetar y nadie va a venir a intimidarnos”.
Sí, el día en que tronó a los cuatro vientos la palabrota con F. El día en que nació ciudad F…
Foston, dicen con sarcasmo en Nueva York.
La ciudad que hoy se desborda desde las calles con olor a obrero y sabor latino, propias de Chelsea, hasta los coquetos cafés de Harvard.
Oportunidad de otras jornadas para que se crucen el “noble y el villano”, como en cada una de las noches de encanto que regalan los Medias Rojas en Fenway Park, mientras llegan y se van despacio los acordes de Sweet Caroline de Neil Diamond.
Esas noches en las que Stephen King, Drew Barrymore, Ben Affleck o Steven Tyler se suman al común de los que conjugan sufrir y gozar al mismo tiempo.
Hoy, todos tienen boleto en primera fila, para subir a los “Patos” y navegar felices por el Charles River, como otras veces o para desatar su adrenalina cuando reciban el homenaje de sus héroes.
Lo usual es que la ciudad vea pasar a sus guerreros machacados por la dureza de las batallas y con la piel curtida por el rigor, pero en Boston decidieron hacerlo distinto y es la ciudad, golpeada y maltrecha, que vuelve en sí, tras aquel acto terrorista, la que es homenajeada por sus héroes.
Atrás y disgregadas por un largo camino quedaron regadas las hojitas del calendario de aquellas citas cumplidas ante los Rays de Tampa, los Tigres de Detroit y luego los Cardenales de San Luis.
Y hoy cuando miran al frente y el otoño gris del norte recibe las primeras advertencias del invierno, marcan un punto, no solamente de misión cumplida sino de festejo sin límites, para un año largo en el que reclamarán ser los reyes del pasatiempo nacional.
El deporte de toda la familia.
Lo vive Boston con todas sus estrellas que invitan a una fiesta interminable, como quien desata sus instintos durante 19 días y 500 noches.
“Vengan todos”, dijo el alcalde de la ciudad.
No cover.