Recordando a Colosio
El asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio estremeció a México. El magnicidio destruyó lo que para muchos era una esperanza de cambio, dejando una cicatriz con el interrogante de lo que pudo haber sido y no fue.
En el discurso del 6 de marzo de 1994 Colosio hizo una severa autocrítica del Partido Revolucionario Institucional, de su desconexión popular, de la política económica neoliberal, al mismo tiempo que daba una visión de un México más justo. El mensaje dado en el aniversario de su partido sorprendió por su candor, proyectando una imagen de ser un priista distinto, de ser alguien que podía cambiar desde adentro las enmohecidas y antidemocráticas estructuras partidarias. Diecisiete días más tarde, Colosio fue asesinado en Tijuana.
Este contexto político hizo que hasta el día de hoy se cuestione la versión oficial del asesino solitario. De que Mario Aburto decidió por si mismo matar al candidato presidencial priista. La mayoría de los mexicanos cree que detrás del magnicidio hubo un complot político.
Al paso del tiempo, la mayoría también piensa hoy que Colosio habría sido un buen presidente o al menos mejor que su coordinador de campaña, Ernesto Zedillo, que fue designado.
El imaginar una presidencia de Colosio es un cálculo hipotético. Lo cierto es que Zedillo fue quien reemplazó el “dedazo” presidencial por una elección interna para decidir al candidato del PRI y en su momento desde Los Pinos reconoció la derrota electoral de su partido, creando la primera alternancia política desde 1929.
Colosio dio la esperanza de reformar el gigantesco partido-Estado del PRI. Así de esa manera también iba a cambiar México para que sea una nación más justa. Su asesinato fue una tragedia nacional que lo inmortalizó como “el candidato indicado” y como la víctima de un poder oculto que se veía amenazado por un priista distinto.