El Papa y el Presidente

Ya en sí, la reunión entre un Papa latinoamericano y un presidente estadounidense afroamericano es un acontecimiento; es un símbolo positivo de estos tiempos que pudo ser impensable no hace tanto tiempo.

Las similitudes entre el presidente Barack Obama y el papa Francisco son muy grandes en cuanto al trabajo comunitario y la preocupación por los pobres que ambos impulsaron, a su manera, a lo largo de su vida. Es una relación entre los que comparten experiencias e ideales de vida.

Las diferencias entre ambos también son muy grandes, son cuestiones de convicciones, de creencias. El matrimonio gay, los métodos anticonceptivos, el aborto y la ahora libertad religiosa ligada a la implementación de la Ley de Salud Asequible, es un abismo entre los dos difíciles de superar.

No obstante, es saludable que la reunión se haya enfocado en esos intereses comunes en busca de la paz, de la justicia económica y también sobre la frágil situación de los inmigrantes. El Santo Pontífice es especialmente sensible a las dificultades que enfrentan quienes dejan su tierra para buscar un futuro mejor en otras.

En este contexto la niña Jersey Vargas de Los Ángeles, días antes hizo bien en recordarle al Papa en un breve encuentro en Roma que la separación familiar —debido a las deportaciones— es la tragedia de los indocumentados en EEUU.

No nos cabe duda que el Papa habló con Obama sobre inmigración y nos sorprendería que el mandatario no haya escuchado atentamente las palabras de un líder como Jorge Bergoglio. De alguien que hasta el día de hoy sigue sorprendiendo al mundo con su compromiso por los más vulnerables.

Esto no significa que Obama firmará el fin de las deportaciones debido a las palabras del Papa. Basta con que el Santo Padre lo ayude a reflexionar sobre inmigración y las deportaciones, fuera del contaminado ambiente de Washington y de sus cálculos políticos.

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