eL MANEJO DE LA DOBLE CRISIS MIGRATORIA

Las dos crisis se entrelazan y ambas requieren soluciones. De un lado está la crisis humanitaria de la frontera con miles de niños que cruzan solos para huir de la violencia del narcotráfico y las pandillas, de la falta de oportunidades, y movidos por la falsa idea promovida por los traficantes de personas de que todos obtendrán papeles. Por otro lado, están los millones de indocumentados, muchos con más de una década de vivir aquí, con hijos ciudadanos y vidas establecidas que día a día temen ser deportados.

La administración Obama, la que más inmigrantes ha deportado, está tomando medidas para atender la crisis fronteriza y, de hecho, el presidente solicitó al Congreso 2 mil millones de dólares para afrontar el flujo y “flexibilidad” para agilizar la repatriación de los menores, algo que anuncia polémica a diversos niveles.

Varios sectores cuestionan la repatriación expedita de estos menores que deben tener acceso a una revisión justa de sus casos dentro del marco legal.

Y el presidente, días después de que líderes republicanos indicaran que planifican demandarlo por tomar acciones ejecutivas, anunció que hará precisamente eso: tomar acciones ejecutivas para lidiar con el tema migratorio.

La semana pasada se declaró oficialmente la “muerte” de la reforma migratoria por la vía legislativa, aunque para muchos haya muerto hace rato por la renuencia republicana a debatirla.

Es que la crisis fronteriza, lejos de suscitar un debate sobre soluciones, ha generado demagogia y politiquería barata entre algunos sectores que ven maná caído del cielo en la nueva emergencia.

Basta con ver la reacción del presidente del Comité Judicial de la Cámara Baja, Bob Goodlatte, republicano de Virginia, y de su colega republicano de California, Darrell Issa. Su instinto inmediato fue pedir la revocación de la Acción Diferida (DACA) para los jóvenes indocumentados instando su deportación. DACA, concedida en 2012, argumentan, es una de las razones para el alza en el flujo de menores en la frontera sur.

Y mientras la Cámara Baja ha claudicado efectivamente de su responsabilidad de legislar no sólo en inmigración sino en otros asuntos, la reacción del republicano John Boehner es anunciar que planifican demandar legalmente al presidente Obama por girar órdenes ejecutivas, como la de DACA, de asuntos que el Congreso no avanza.

Pero la pelota está de nueva cuenta en la cancha de Obama. Parecería impensable pedirle que gire órdenes ejecutivas migratorias en estos momentos, pero el gobierno, como el Congreso, debe estar capacitado para caminar y mascar chicle al mismo tiempo

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