Editorial: El mal uso de las cámaras policiales
Las cámaras policiales tiene un efecto contraproducente si se usan para encubrir
Desde el momento en que el individuo común comenzó a grabar acciones controversiales de la policía que eran escondidas en los reportes, se ha ido derrumbando la confianza general en los agentes del orden. La aparición de cámaras en patrulleros y uniformes tiene el propósito de registrar los encuentros policiales con civiles para la protección tanto del civil como del uniformado ante denuncias falsas.
El problema es que la reglas para usar y publicar los videos están diseñadas para proteger al agente o para no perjudicar la imagen de la agencia policial. El caso de Los Ángeles es típico, en donde esta decisión queda en manos y a discreción del jefe de policía.
Esto aparentemente ocurrió en Chicago, donde el video mostrando como Van Dyke disparó a mansalva contra McDonald aparentemente no iba a ser hecho público si no fuera por la orden de un juez. Se tomó 18 meses para presentar cargos contra el policía. En ese periodo, el abogado de Van Dyke dijo que McDonald fue hacia su cliente cuando nada de eso es visto. A esta irregularidad se le suma la desaparición de sonido de conversaciones entre policías que se activan automáticamente con la sirena y de otros cinco videos policiales que estaban en patrulleros.
Que contraste con la rapidez y eficiencia que se muestra al hacer público videos o grabaciones que exaltan la labor policial, como en el caso del viernes en la sede de Planned Parenthood en Colorado.
Las cámaras bien usadas son útiles para mejorar la relación de las comunidades con la policía, mal usadas como en Chicago, son un detonante para una razonable indignación popular.