¿Los trabajadores hispanos son desechables?
En 2013, murieron tres trabajadores latinos cada 48 horas (en promedio) en accidentes causados por negligencia en la industria de la construcción en EE.UU. En Nueva York, la mitad de las víctimas son latinas
Las estadísticas hablan por sí solas: sólo en Nueva York, el 7.7% de los trabajadores en la industria de la construcción son latinos. Sin embargo, la MITAD de los trabajadores que murieron en accidentes relacionados con la construcción en 2013 también eran latinos. La mayoría murió después de caer desde alturas considerables. Los datos de la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA, por sus siglas en inglés), que publicó El Diario La Prensa (EDLP), indican que el mismo año en todo Estados Unidos murieron 511 latinos en estas circunstancias. ¡Un promedio de 10 por semana!
Los mexicanos llevaron la peor parte. Con 360 casos, son el 70% de las víctimas. Esta es una tendencia que se replica en Nueva York. Les siguen los centroamericanos, con 127 casos o el 25%, y los sudamericanos, con 24 casos o el 5%. Los casos ocurridos en los últimos dos años parecen revelar que la tendencia se mantiene.
Los datos no indican cuántos de los trabajadores latinos eran indocumentados cuando se accidentaron, y si este factor influyó en que las empresas de construcción les asignaran los trabajos más riesgosos. Hay un factor: cuando los trabajadores son indocumentados, sus familias no tienen los recursos para demandar a los empleadores. Muchos dudan en hacerlo por su condición de indocumentados. Pocos encuentran representación pro bono y se arman de paciencia para pelear el caso durante años.
La pregunta del millón es: ¿Creen los contratistas estadounidenses que son menos vulnerables a una demanda de un trabajador indocumentado? No encuentro otra explicación al hecho de que en Nueva York—por ejemplo—la mitad de los trabajadores accidentados en 2013 eran latinos, cuando componen sólo el 7.7% de la fuerza laboral en la construcción.
Activistas en la comunidad hispana pidieron a la OSHA y otras agencias gubernamentales que los empleadores se responsabilicen de garantizar la seguridad de sus trabajadores, y que se les penalice severamente cuando incumplen la ley. El asunto es que cuanto nos dicen los números no implica sólo laxas medidas de seguridad para los trabajadores de la construcción en general. El blanco de la negligencia son los trabajadores latinos. Ese es el mensaje.
Según EDLP, el pasado 28 de noviembre, se cumplió un año desde que el mexicano Delfino Jesús Velásquez Mendizábal, de 43 años, quedó atrapado bajo los escombros de un edificio en Staten Island, Nueva York, demolido sin la autorización correspondiente. Murió en el hospital horas después. En ese caso, la empresa constructura Formica Construction Inc. ya era responsable de la muerte de otro trabajador latino (Lorenzo Pavia, de 39) en 2003. El contratista se declaró culpable hasta 2007, y lo condenaron a “16 fines de semana en la cárcel”: ¡32 días! La familia de Velásquez sigue peleando el caso en la corte. Mientras tanto, OSHA multó a la constructora por $121 mil dólares por ignorar los protocolos de seguridad.
Las estadísticas tampoco reflejan los casos de quienes resultan gravemente heridos. Uno de ellos es el guatemalteco Elmer Pérez, quien tenía 36 años de edad cuando se accidentó el 23 de abril de 2013, mientras reparaba el techo de una vivienda en Staten Island. “El material [era] muy resbaloso y de repente me caí”, relató Pérez a ELDP. “Me pusieron dos varillas en la columna y me cosieron el pie derecho, y ahora no puedo caminar bien”. Todavía tiene secuelas físicas y continúa su batalla legal contra su empleador. El día del accidente, su jefe lo dejó en la emergencia de un hospital y no volvió a verle nunca. Su caso, como otros, es desgarrador: Pérez trabajaba para intentar costear la diálisis a su hijo de 16 años en Guatemala y un trasplante de riñón. Cuando se accidentó, y no pudo trabajar, su familia quedó desamparada.
El pasado 2 de noviembre, un trabajador latino, que EDLP sólo identifica como Luis, ganó una demanda contra su empleador, cinco años después de caer de una altura de casi ocho pies. El accidente le provocó serias lesiones en la cabeza y columna, lo inhabilitó para trabajar, y lo dejó endeudado. La empresa contratista lo indemnizará por $7.2 millones de dólares, aunque se desconoce qué porcentaje corresponde a la firma que lo representó y al pago de impuestos. Por ahora Luis admite que la alegría de ganar la demanda no desvanece cuanto sufrió a raíz del percance.
La frase que Manuel Cruz, un jornalero de 45 años, le dijo a ELDP tristemente resume la conclusión: “Parece que nuestras vidas no tienen valor alguno”. ¿Será que los obreros latinos deben asumir que por ser latinos, y/o indocumentados, sus vidas son descartables en EE.UU.?