5 soluciones ingeniosas de los argentinos para sobrevivir en momentos de crisis
Acostumbrados a pasar por periódicas debacles económicas, los argentinos desarrollaron un talento para encontrar soluciones creativas a sus problemas. En BBC Mundo te mostramos algunas
En Argentina existe una creencia bastante arraigada de que aproximadamente cada diez años el país cae en una crisis.
No es una cifra aleatoria: si uno analiza su historia encuentra este patrón incluso desde el inicio, con la emancipación de 1810 seguida por la guerra civil de 1820.
En épocas más recientes se cuentan la hiperinflación de 1989 y el gran default de 2001, la última crisis seria que tuvo el país, y quizás la más grande.
Los más pesimistas creen que, siguiendo esta tradición, a Argentina ya le estaría tocando su próxima debacle.
Y eso refuerza un poco los temores en torno a las dificultades económicas que enfrentará en 2016 el nuevo presidente, Mauricio Macri.
Pero si lo peor ocurre, los argentinos también saben que buscarán la manera de “arreglárselas”, como lo hicieron antes, con soluciones ingeniosas y creativas para salir adelante. BBC Mundo repasa algunas de las “vivezas criollas” para sortear adversidades.
1. El trueque
Cuando el país fue golpeado por su peor crisis económica, a comienzos de este siglo, con una declaración de cese de pago de su masiva deuda externa, una economía paralizada y desempleo de más del 20%, cerca de la mitad de la población cayó bajo la línea de pobreza.
Sin ingresos, muchos apelaron a la creatividad y la solidaridad comunitaria para poder abastecerse de alimentos y ropa: crearon clubes y ferias de trueque barriales.
Según el Observatorio de la Economía Latinoamericana, millones de argentinos dependieron de estos clubes.
“Cada persona tiene que ofrecer productos o servicios en los clubes de trueque para obtener créditos con los cuales puede ir a trocar los productos de otros prosumidores“, dijo.
2. Los creativos
Otra solución que encontraron muchos argentinos durante la crisis que estalló en 2001 fue irse.
Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), más de 800.000 argentinos se fueron del país, la mayoría “joven, profesional y en edad productiva y reproductiva”.
Y son justamente los creativos –o publicistas– de este país quienes mejor lograron insertarse en el resto del mundo, gracias a su inventiva.
“En el exterior se valoran la irreverencia y la capacidad local de sobreponerse a la adversidad, un entrenamiento que viene de las crisis económicas recurrentes del país”, señaló el periodista del diario La Nación Sebastián Campanario, en una nota sobre la “legión” de creativos argentinos que triunfa en el mundo.
La creatividad argentina, fomentada por las crisis, no solo se circunscribe a la publicidad. También la industria editorial y la producción cinematográfica son líderes en la región y reconocidas en el mundo.
3. Nueva crisis, nuevas ideas
Una de las enseñanzas que dejaron los recurrentes períodos de inflación fue la de ahorrar en dólares, la moneda predilecta de los argentinos.
El gobierno estima que los ciudadanos guardan unos US$160.000 millones en cajas fuertes, bancos extranjeros y hasta debajo del colchón.
Pero obtener los codiciados dólares se tornó todo un desafío desde que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner impuso restricciones al acceso de divisas en 2011, más comúnmente conocidos como el “cepo cambiario”.
La traba no frenó a todos. Mientras que muchos se volcaron al mercado negro, donde el dólar cotiza muy por encima del precio oficial, otros apelaron al ingenio y encontraron maneras de obtener billetes verdes a tasas más bajas.
También están aquellos que directamente decidieron obviar los dólares y buscar una alternativa al peso más novedosa: los bitcoins.
Esta moneda virtual, que nació en 2009, es cada vez más aceptada en restaurantes, bares, hoteles e incluso taxis argentinos.
Según el sitio bitcoinmillionaire, Argentina es uno de los diez mercados que más negocian con bitcoins en el mundo, algo que el diario The New York Times atribuyó este año a la incertidumbre económica que atraviesa el país.
4. Acceso a lo limitado
Además de los dólares, el gobierno de Cristina Fernández también limitó la importación, restringiendo el acceso de los argentinos a muchos productos extranjeros, en particular tecnológicos.
Sin embargo, si uno camina por las calles de Buenos Aires y otras grandes metrópolis argentinas, puede ver que de alguna manera muchos locales se las ingeniaron para conseguir los últimos iPhones, iPads, Macs y demás productos con la manzanita.
La explicación no es que todos esos argentinos decidieron “romper el chanchito” y gastar todos sus ahorros con tal de tener esta tecnología. Muchos encontraron una solución más barata: el viaje de un amigo, familiar o conocido.
De esta forma, los viajes se multiplicaron: el Ministerio de Turismo anunció que a mediados de 2015 viajaron al exterior un 24% más de personas que en el mismo período del año anterior.
Es frecuente conocer a alguien que irá fuera del país, ya sea por placer o por negocios, y en los últimos años se hizo costumbre pedirle a esas personas que traigan a su regreso el objeto codiciado, que puede ser adquirido por el viajero o desde Argentina a través de internet, a un precio mucho menor que en el país.
Al ser aparatos pequeños muchos pasan la aduana sin problemas pero incluso agregando ese costo sigue siendo más conveniente para el bolsillo.
5. “Hackers”
El talento argentino para romper las reglas fue recientemente reconocido por The New York Times, que nombró a los piratas informáticos o hackers de este país como los más destacados del mundo.
Según el diario, los piratas informáticos argentinos “son famosos por su creatividad”, en particular “por su habilidad para detectar las así llamadas vulnerabilidades de día cero, que son puntos débiles del software”.
Por su parte, la veterana senadora socialista argentina Norma Morandini, citada en el artículo, atribuyó la costumbre argentina de ir contra el sistema al legado que dejaron los años de plomo.
“Los que crecimos bajo el gobierno militar, que decidía qué libros podíamos leer, qué películas podíamos mirar, y a qué Dios rezarle, tuvimos que aprender a sortear las normas“, señaló.
“Para nosotros, el hackeo se convirtió en una forma de vida“.