Arquitectas, diseñadoras, artesanas, empresarias y madre e hija
María Castelli es una firma de diseño y producción artesanal de carteras fundada por las argentinas Cecilia Zanetta y Verónica Franzese. Una familia unida en un proyecto empresarial.
“Las crisis te redireccionan”, dice la argentina Cecilia Zanetta. Esta arquitecta de 57 años, residente en Manhattan, comparte esta conclusión cuando habla de algunas de las circunstancias que la llevaron en 2012 a dar los primeros pasos para poner en marcha junto a su hija, la también arquitecta, Verónica Franzese, su negocio de diseño y fabricación de carteras de piel, María Castelli.
En su caso, las crisis fueron abriendo con el paso de los años, las puertas de la oportunidad de algo que a esta madre e hija les apasiona y han convertido en una start up con sede en Industry City, una de las zonas donde más creatividad bulle en Brooklyn. La oficina-taller de María Castelli es un pequeño y elegante estudio en este complejo de edificios de Sunset Park donde hay unas máquinas de coser piel, una mesa de diseño y corte, junto a algunas carteras (además de totes, clutches, pequeños bolsos que forman su colección) y muestras de cuero y otros materiales.
El primer revés que convirtió en oportunidad Zanetta fue el cierre de la Universidad de Buenos Aires el año en el que ella iba a estudiar arquitectura debido al golpe de estado a mediados de los setenta. Ese año su madre le dió unos $50 para que empezara a diseñar carteras, algo que ella siempre había tenido ganas de hacer. Lo hacía de forma muy rudimentaria y su padre, que era gerente de General Motors, le ayudó a pensar en plantillas o patrones.
Finalmente fue a la universidad donde se graduó para completar sus estudios en Europa. Especializada en planificación urbana y regional, terminó con una beca Fullbright en EEUU donde ha trabajado y sigue trabajando como consultora para el Banco Mundial, se casó y tuvo a sus dos hijas.
Años más tarde el matrimonio dejó de funcionar y “la verdad es que aunque siempre me he reinventado en ese momento no supe qué hacer”, cuenta. En una noche de insomnio Internet la llevó a la página de London School of Fashion. Y con esa dirección se fue. “Fui a Londres a aprender, yo era como la madre del resto de estudiantes y no sabía ni coser. El hecho de que tuviera que aprender tanto me obligó a centrarme”.
“Al volver pensé, ¿Esto es una aventura o el comienzo de algo?”.
La respuesta correcta es lo segundo.
Su hija Verónica Franzese, de 29 años, compartía con su madre la pasión por la moda pero terminó como ella haciendo arquitectura en Cornell University donde ser graduó en 2009, justo cuando la Gran Recesión dejó parados la mayor parte de proyectos de construcción. Otra crisis.
Ella trabajaba en las oficinas del arquitecto Robert Stern en Manhattan pero “no era una labor tan creativa como yo esperaba”, explica.
Cuando su madre volvió de Londres, no volvió a Tennessee, donde vivía originariamente la familia, sino a Nueva York e insistió en enseñar a Verónica lo que había aprendido para cimentar su conocimiento.
En 2012 subarrendaron el estudio de una artista para empezar a diseñar “y ver qué nos salía”.
“Al principio eran cosas horribles pero aquello empezó como un hobby y pensamos que si nos salía algo lindo podíamos hacer un negocio”, explica Zanetta.
Madre e hija trasladaron su filosofía del modernismo (no forros, nada de adornos que no se necesiten o costuras innecesarias) a sus diseños y aprendieron a manejar el cuero. Su primera cartera, la primera de la que están orgullosas, se creó en 2012 y en 2013 registraron el negocio. Un año más tarde se registró la marca, María Castelli, cuando ya estaban instaladas en Industry City.
El dinero para montar el negocio lo ha ido poniendo Zanetta, quien sigue haciendo consultoría para el Banco Mundial en proyectos específicos, las máquinas de coser, por ejemplo las compró con el dinero de la venta de su coche.
“Solo de alquiler y gastos fijos tenemos unas cuentas de $12,000 al año”, explica Zanetta.
Franzese, que está estudiando un MBA, dice que no tienen una estructura de costes y márgenes muy definidos para unas carteras que están en el mercado a precios que rondan los $400. “Somos muy start up”, explica de un negocio artesanal en el que hay una producción de no más de 25 carteras a la semana. “Somos muy cuidadosas con los gastos”, dice Franzese. Su madre explica que van aprendiendo rápido mientras trabajan (fail forward) y que en 2015 estabilizaron sus cuentas.
“Nos gustaría dedicarnos a esto sin que otro trabajo lo subsidiara”, aclara Zanetta “aunque es complicado gestionar un negocio artesanal sabemos de gente que tiene mucho éxito pero luego no puede responder con producción”.
De momento, están vendiendo sus exclusivas creaciones en Internet y en mercados abiertos que se celebran en centros comerciales de Industry City. Venderlo a través de boutiques exclusivas han calculado que les recorta los márgenes y tampoco pueden tener una gran producción.
Madre e hija dicen tener una confianza absoluta la una en la otra y hablan constantemente de la marcha de la empresa. “Verónica es mi hija menor”, explica Zanetta, “pero siempre hemos sido muy compañeras y es un lujo trabajar con mi hija”.
Futuro
Puestas a pensar dónde puede estar María Castelli en cinco años, Cecilia Zanetta dice que les gustaría tener un equipo trabajando con ellas y no tener que depender de un fabricante para incrementar su producción ya que quieren controlar la calidad del producto. “Y quizá tener una tienda no sólo con carteras sino con otros productos”, explica. “Echarpes”, le corta su hija, “me gustaría diseñar echarpes”. Su madre asiente en sintonía.