Enlace: Clinton y el voto femenino
Clinton debe entender que para ganar de convencer que es la mejor candidata y no solo por ser mujer
En un esfuerzo desesperado por atraer hacia Hillary Clinton el hasta hoy elusivo voto de las jóvenes, la ex secretaria de Estado, Madeleine Albright dijo que hay un lugar especial en el infierno para todas aquellas que no apoyan a otras mujeres.
El comentario, vertido durante un acto de la campaña de Hillary en New Hampshire, provocó las risas de muchos asistentes y, especialmente, de la candidata demócrata, quien reaccionó con una sonora carcajada.
Sin embargo, la ocurrencia de Albright, no es un asunto de broma. Cierto es que las mujeres como ella y Hillary han recorrido un largo camino para llegar a puestos de poder reservados para los hombres hasta hace no mucho tiempo. Y sin lugar a dudas es positivo que, entre mujeres, nos apoyemos unas a otras para asegurarnos que la sociedad nos ofrezca las mismas oportunidades que a los varones. Pero el afirmar que las mujeres tenemos que votar forzosamente por otra mujer so pena de ser condenadas no sólo es una idea infantil sino absurda.
Como cualquier otro ciudadano, las mujeres simplemente estamos obligadas a votar por el candidato o candidata que nos ofrezca las mejores propuestas para salir adelante y ayudar a nuestras familias. Lo que menos importa es si se trata de un hombre o de una mujer. Tampoco importa, por supuesto, si es latino, anglosajón, judío o cristiano. Lo que realmente debemos analizar es su ideología, sus principios y, por supuesto, su capacidad.
Hasta ahora, Hillary ha logrado obtener el respaldo de los adultos mayores. Pero las nuevas generaciones, incluyendo a las mujeres, se inclinan más por el senador Bernie Sanders debido a que les resulta particularmente atractiva su idea de crear una revolución política que termine con los privilegios de las corporaciones y defienda a las clases media y trabajadora.
Aunque Hillary ha criticado las ideas de Sanders como utópicas, el septuagenario senador ha logrado inyectar entre sus seguidores una energía de la que carece la campaña de Clinton.
Al igual que hace ocho años, cuando se enfrentó con Obama, uno de los grandes problemas de Hillary es que sus discursos son demasiado fríos. Nadie niega su inteligencia, ni su experiencia. Sin embargo, le falta proyectar entusiasmo y tiene tras de sí errores muy graves como el de haber votado a favor de la guerra en Irak y el haber sido favorecida por los intereses de Wall Street.
Ninguno de esos obstáculos es insuperable, pero Hillary tiene que entender que, para ganar el voto, no sólo de las mujeres jóvenes sino en general, debe convencer al electorado de que es la mejor candidata, no sólo con argumentos lógicos sino también con una buena dosis de pasión.