La cresta de la lengua: La lengua es relevante
El español no es un idioma de extranjeros, aunque así lo hacen parecer algunos medios de comunicación y los políticos.
La lengua no está jugando ningún papel en las elecciones presidenciales. Nadie les ha hecho a los candidatos la pregunta elemental: “¿Cómo ve usted el futuro del español en Estados Unidos?”. Es un error que puede salir caro porque los asuntos de lengua no se arreglan con Photoshop como la cintura de avispa de los anuncios de fajas.
El español no es lengua de extranjeros, aunque así lo hacen parecer algunos medios de comunicación y los políticos. Hay que combatir esta percepción que nos perjudica como colectivo. Vean un ejemplo que no admite discusión. Un asaltante a la tribuna de Trump en Vandalia (Ohio), Thomas DiMassimo, al ser acusado de pertenecer a ISIS/DAESH, alegó en su defensa como eximente que “nunca había estado en el extranjero” y que “solo hablaba inglés”(CNN). De lo primero cabe sobreentender que viajar fuera del país nos pone en riesgo de contagiarnos de malas ideas; y de lo segundo, más inquietante, se infiere que hablar una lengua que no sea inglés provoca sospecha. Las palabras de DiMassimo afloran el subconsciente colectivo de algunos ciudadanos. Sea por falta de educación, o desconfianza, el cándido votante que comparte estos principios acaba en brazos de quien primero se atraviese que le ofrezca respuestas simples a problemas complejos. ¿Y quién ha dicho una palabra sobre ello? Nadie. Hay que hilar más fino, y no lo digo por Hilar-y.
El debate demócrata de Univisión, el Washington Post y Facebook dejó algunas joyas para la historia. Vimos a un presentador que hacía las veces de intérprete. Espero equivocarme porque los intérpretes son un colectivo profesional y no trabajadores bilingües. ¿Cuál fue el propósito de exponer frente a los candidatos a una atribulada guatemalteca con sus hijos? ¿Inspirar compasión u ofrendar victimismo? Hubo de pasar una hora y dieciséis minutos para que se hablase por primera vez de los votantes latinos y sus intereses. Porque también hace falta atender a los acuciantes problemas de estos: igualdad en educación, empleo, lengua, imagen pública digna, seguro médico, entre otros muchos más.
Juegos de lengua: los candidatos demócratas fueron casi obligados a pronunciarse sobre las deportaciones. ¿Pero qué compromiso se puede adquirir cuando cualquier juez puede parar una orden ejecutiva? Lo dijo Hillary: tenemos leyes.
Hablar dos (o más) lenguas es posible y recomendado; no ocurre así, por ejemplo, con las religiones. No debería ser sospechoso hablar más de una lengua. Es una manera de crear lazos transcendentes entre ciudadanos en el país. Y fuera del país con ciudadanos de otras nacionalidades. Pero no se puede incorporar una lengua a una sociedad de forma desordenada. Hace falta una política racional. Si así se tiene que hacer en el caso de Puerto Rico por su naturaleza hispana, no se entiende que no sea extensible a otros lugares y circunstancias. Al fin y al cabo el caso de Puerto Rico, en números, es minoritario en comparación al del conjunto de los latinos del resto del país.
Para que se respete el español hay que tener tacto. En el programa Al punto de Jorge Ramos se pasó una secuencia humorística con Derbés diciéndole a Trump que conectara el SAP para seguirle en la conversación (en español). Es solo una broma “de puertas adentro” pero con un poco de mala fe todo sirve para echar leña al fuego de las lenguas.
La lengua cuenta siempre, dice cosas de cómo somos. Díganselo a los políticos.