Silicon Valley no es lugar para novatos
El cofundador de Google, Sergey Brin, aconsejó a los que tengan espíritu emprendedor lanzar sus empresas emergentes en otros lugares del mundo y luego ...
Los estratosféricos precios inmobiliarios y la guerra por el talento que libran entre sí las firmas tecnológicas convierten a Silicon Valley en un lugar cada vez más inaccesible para los que buscan lanzar una nueva empresa.
El propio cofundador de Google, Sergey Brin, aconsejó hace unos días a los que tengan espíritu emprendedor lanzar sus empresas emergentes (start-ups) en otros lugares del mundo y trasladarse a Silicon Valley cuando sus negocios estén más asentados y busquen proyección internacional.
“Sé que esto contradice lo que ha estado diciendo todo el mundo”, afirmó Brin la semana pasada ante los 700 emprendedores de distintos países y los 300 inversores que participaron en la Cumbre Global de Emprendimiento en la Universidad de Stanford (California, EEUU), en la que desaconsejó el aterrizaje de novatos en Silicon Valley.
“En los momentos álgidos del ciclo, las expectativas en torno a los costos de la vivienda, los salarios, las expectativas que tiene la gente y los empleados pueden hacer que resulte difícil lograr que un negocio rudimentario que está arrancando se convierta en auto-sostenible”, afirmó Brin.
Emprendedores como Carlos Pereira están de acuerdo con Brin.
El empresario brasileño, creador de una plataforma de software para discapacitados, se trasladó recientemente a Orlando, Florida tras recibir una inversión de medio millón de dólares de Google para desarrollar nuevas tecnologías para su plataforma.
Pereira explicó a Efe haber descartado Silicon Valley “por lo cara que es la vida” y el miedo a que le roben a sus ingenieros.
La aceleración exponencial que se vive en la meca tecnológica ha disparado los beneficios de las empresas a récords históricos, permitiendo que gigantes como Apple acumulen reservas en efectivo de más de 200.000 millones de dólares y hecho posible que Google destine parte de su abultada fortuna a proyectos innovadores que no generan más que pérdidas.
La bonanza, que se traduce en generosos salarios para los cotizados ingenieros de la zona, ha convertido a San Francisco en la ciudad con los alquileres más caros del país, con el precio medio de los apartamentos de una habitación en los 3.590 dólares y los de dos habitaciones en 4.800 dólares.
Mientras tanto, el condado de Santa Clara, en pleno corazón de Silicon Valley, es el quinto con más personas sin techo per cápita de Estados Unidos.
Y la guerra de talento, por la que es famosa la zona, vive su momento álgido, con las compañías disputándose no solo a sus ingenieros más brillantes, sino hasta a sus cocineros.
Alvin San y Rafael Monfort, dos chefs que trabajaban para Google, fueron contratados el año pasado por el sitio de transporte compartido Uber y el sitio de alquileres Airbnb, respectivamente.
El apogeo actual no da, por el momento, señales de fatiga: esta semana se supo, por ejemplo, que Kleiner Perkins, una de las firmas de capital riesgo más emblemáticas de Silicon Valley, ha recaudado 1.400 millones de dólares para dos nuevos fondos, uno de ellos para inversiones en start-ups en su etapa inicial y el otro para empresas en una fase más avanzada que tienen ya un producto conocido y una fuerte presencia en el mercado.
Silicon Valley, un valle que pasó de cultivar orquídeas y frutas a producir microprocesadores de silicio y liderar la industria tecnológica mundial, ha atravesado por cinco grandes oleadas tecnológicas.
Doug Henton, director de la consultora Collaborative Economics, señala que esas oleadas han tenido una duración de entre 10 y 20 años y se caracterizaron por un periodo de frenesí, seguido del colapso y la posterior maduración de la industria.
La primera de esas grandes olas tecnológicas tuvo lugar en las décadas de 1950 y 60, y estuvo estimulada por las grandes inversiones del Departamento de Defensa de Estados Unidos.
Esa etapa estuvo seguida por la explosión de los circuitos integrados, o microchips de silicio, en los años 60 y 70 y se vio sucedida por la era de los ordenadores personales en los 70 y 80, el auge de internet en los 90 y el de las redes sociales en la década de 2000 al 2010.
Henton sugiere que la próxima gran oleada tecnológica involucrará la combinación de software, hardware y sensores instalados en prendas y dispositivos para llevar puestos y en el internet de las cosas, como se conoce a la tendencia a conectar objetos a la web.