México: periodismo bajo amenaza
Un periodista publicó en redes sociales las amenazas que recibió del crimen organizado
Hace un par de semanas, el escritor Héctor de Mauleón recibió una serie de amenazas por su trabajo sobre la criminalidad en la colonia Condesa de la ciudad de México. El periodista hizo públicas a través de la redes sociales las amenazas entre las que se contaban una grabación con una voz que lo invitaba a borrar su artículo “porque los accidentes pasan”, una fotografía de un ejecutado con la leyenda “tú eres el próximo” y otra de alguien portando un AK47 acompañada de este texto, “te metiste con las personas equivocadas el patrón ya dio la orden a los plomazos”.
El texto de de Mauleón detalla el incremento de la inseguridad en aquella zona de la capital mexicana, dejando en evidencia la falta de respuesta adecuada de las autoridades de la ciudad. Ya anteriormente el reportero había denunciado un caso de un centro de distribución de narcomenudeo en el mismo sector, recibiendo también amenazas en aquella ocasión.
El caso de Héctor de Mauleón es el más reciente. Sin embargo, como cualquiera que tenga un mínimo de familiaridad con la prensa crítica en México, estos procedimientos no son nada nuevo. Lastimosamente, hay que reconocer que la presión y la intimidación a los medios de comunicación han sido parte integral de la historia de México, tanto por parte de alguno de los sectores del poder como del crimen organizado, o en algunos casos, de la nefasta amalgama de ambos. Recordemos el hostigamiento del gobierno de Porfirio Díaz a medios como “El Diario del Hogar” o “El Hijo del Ahuizote”. O, en épocas más cercanas, la restricciones gubernamentales al uso del papel en el sexenio de Luis Echeverría, las que desencadenaron la creación de medios independientes. En los últimos años, el narcotráfico se encargó de silenciar muchas de las voces que denunciaron sus actividades y sus operadores.
Es innegable que desde antes del fin del régimen de partido único la situación de la prensa en México mejoró notablemente en términos de libertad crítica. Basta darse una vuelta por los principales diarios y su activa comentocracia para constatarlo. Sin embargo, y pese a los progresos alcanzados en el ejercicio de la libertad de expresión, aún falta mucho para alcanzar un estado en que la prensa pueda realizar su oficio de manera libre, sin censura y sin represalias directas o indirectas. Un periodismo crítico es indispensable para el funcionamiento de una sociedad democrática. Y esta libertad debe darse tanto en el terreno de la propuesta y discusión de ideas como en el de la denuncia de la corrupción y el crimen.
De acuerdo a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en un informe rendido el precisamente el día de la libertad de expresión este año, desde 2000 hasta la fecha se reportan 114 casos de periodistas asesinados en México. Sólo en el sexenio negro del ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte, quien ante los abrumadores cargos de corrupción que enfrenta decidió darse a la fuga, se registraron 19 periodistas asesinados en ese estado.
En algún momento de mi vida trabajé como reportero en el Diario de Juárez. De las personas que recuerdo está Armando Rodríguez “el Choco”, reportero que cubrió durante años la fuente policíaca. Aunque no fuimos especialmente cercanos, le reconocía a Armando su profundo conocimiento de la ciudad y su probado oficio en una de las áreas más difíciles del periódico, más aún en un sitio tan duro como Juárez. Cuando la ciudad se perdió en la ola de narcoviolencia, la mañana del 8 de noviembre de 2008, Armando fue asesinado cuando llevaba a su hija a la escuela. Cumpliendo el patrón de intimidación tradicional, había recibido amenazas mediante mensajes de texto a su teléfono. Lo traigo hoy a la memoria no sólo porque conocí a este extraordinario reportero, sino porque su caso es desafortunadamente típico. La investigación posterior fue lenta e ineficiente y aún, a casi 8 años del crimen, sin resultados efectivos.
En última instancia, la presión a la que los reporteros son sometidos lo que busca alcanzar es un estado de auto-censura, en donde ni siquiera se atrevan a plasmar en la página cualquier idea o información que pudiera resultar incómoda a alguno de los grupos criminales o a alguno de los sectores del poder. El silencio por el terror. Frente a esto, el mejor periodismo en México, el periodismo necesario, analítico y basado en hechos sigue siendo realizado por mujeres y hombres valientes que realizan su oficio con rigor, asumiendo los riesgos que esto implica. Debe ser una prioridad del Estado garantizar las condiciones para que ejercer el periodismo no represente nunca una actividad en la que, como lo atestiguan estos 114 casos, se juega la vida. Esto es parte de lo que constituye un estado de derecho.
No se puede construir un país sin el ingrediente, amargo, pero necesario de la verdad. Por dónde quiera que se le mire, un país de periodistas muertos, o de periodistas que son amenazados de muerte con total impunidad, no es un país libre.
(Gaspar Orozco es escritor y diplomático de carrera)