“MexAmérica”: la diáspora más grande del planeta
Con su nuevo libro, la escritora mexneoyorquina Fey Berman destaca la larga historia, complejidad y diversidad del mexicano en Estados Unidos
Durante su último viaje a México, con fin de promocionar su nuevo libro Mexamérica: Una cultura naciendo…, Fey Berman realizó una especie de experimento: a todo mexicano con el que se topó le preguntó si tenía un pariente en Estados Unidos.
Todos, afirmó la escritora nacida en la Ciudad de México–desde quienes la acompañaban en el avión, los auxiliares de vuelo, los agentes de aduana, los taxistas–todos tenían a un tío, una prima, un hermano, una abuela en Estados Unidos, país que ha sido su hogar desde 1981.
Desde entonces, la escritora se ha dedicado a ampliar el imaginario colectivo sobre las personas de origen mexicano que viven fuera de sus límites geopolíticos, con crónicas publicadas en una variedad de periódicos y revistas, como Milenio, Reforma, Proceso, Nexos, Letras Libres y Eme-Equis.
Berman, hija de refugiados judíos de Polonia, abre su nueva obra con datos acerca de la población que denomina “mexamericana”, muchos de los cuales contradicen los alternative facts que se han utilizado para respaldar políticas xenófobas en Estados Unidos.
Por ejemplo: ¿por qué debe México pagar por un muro a lo largo de la frontera si, como apunta Berman, a partir de 2010 la inmigración neta de este país ha sido cero, y desde hace cinco años se ha vuelto negativa?
Incluso, por más que los xenófobos intenten volver a un pasado inexistente sin latinos, las personas de origen mexicano en Estados Unidos constituyen la diáspora más grande del planeta y 25 millones de ellas ya nacieron aquí.
Tras la introducción, el libro da paso a retratos de inmigrantes como Martín Ramírez, un campesino indígena nacido en Tepatitlán, Jalisco. En 1925, Ramírez emigró a Estados Unidos para trabajar de brasero en California, dejando trás de sí a su esposa embarazada y tres hijas.
El jalisciense terminó en un hospital psiquiátrico, y para sobrevivir su aislamiento dibujó con ansias. Dibujaba “debajo de una mesa, agachado y en cuclillas”. Hacía collages “pegando recortes de revista con pan o papa y agua. Pintaba encima de sobres, bolsas y vasos de papel aplanado, sobre periódico y sobre el papel que se utiliza en las mesas de exploración de los consultorios médicos”.
Las obras del inmigrante se han presentado en museos de renombre en varias ciudades, incluyendo el Guggenheim en Nueva York. Sin embargo, al igual que Vincent van Gogh, el arte de Ramírez no recibió ningún reconocimiento durante su vida.
De allí, la autora pasa a hablar del contexto político y social en el que viven los “mexamericanos”, con importantes comparaciones entre el chicano de Los Ángeles, el mexicano de quinta generación de Chicago y el “mexneoyorquino”, quienes, a pesar de ser tan distintos como un chilango y regiomontano, se asemejan en que cada aspecto de su habla y cultura se ha polinizado no sólo por otras culturas latinoamericanas, sino también por anglosajones, afroamericanos, asiáticos y todos los demás grupos que viven en Estados Unidos.
En el resto de los seis capítulos distribuidos en 350 páginas y una galería de fotos, Berman proporciona decenas más gemas literarias, incluyendo una entrevista al doctor Alfredo Quiñones-Hinojosa, quien pasó de ser campesino en el Valle de San Joaquín a convertirse en líder en el tratamiento de tumores cerebrales, así como la joven Alondra de la Parra, fundadora de la Orquesta Filarmónica de las Américas y actual directora de la Orquesta Sinfónica de Queensland. Con cada entrada, Berman recalca que el mexicano en Estados Unidos es mucho “más que remesas y folclor”.