Si Nixon fue a China, Trump podría lograr pacto para “Dreamers”
La pregunta clave, según expertos, es si legalizar a los "Dreamers" le traerá beneficios políticos a Trump
WASHINGTON— Si Richard Nixon pudo propiciar la normalización de las relaciones con China tras un histórico viaje en 1972, el presidente Donald Trump podría seguir el ejemplo de su antecesor republicano y plasmar su propio hito en la Casa Blanca con un pacto que legalice a los “Dreamers”.
Incuestionable anti-comunista, Nixon se rebeló contra la ortodoxia de su partido y viajó a China en febrero de 1972, en pleno apogeo de la “Revolución Cultural” en el país asiático. Su inédito viaje, a veces comparado con la llegada del hombre a la Luna, fue clave para la eventual normalización de las relaciones bilaterales.
Trump se precia de ser un habilidoso negociador y, 46 años después de ese viaje de Nixon, podría desoír las voces extremas de su partido y mediar un pacto bipartidista para resolver el limbo de los “Dreamers”.
Al menos es lo que piensan legisladores como el senador demócrata por Nueva Jersey Bob Menéndez, quien dijo el miércoles pasado que, durante una reunión a puerta cerrada la semana pasada, le urgió a Trump a que invierta su capital político en esta lucha.
“Le dije que tiene capital político que pueda invertir. Que el presidente Nixon fue el máximo anti-comunista y aun así fue quien logró la apertura de China… Nadie cuestiona las duras opiniones de este presidente (Trump) sobre inmigración, y es precisamente la razón por la que tiene una oportunidad de hacer algo grande”, dijo Menéndez.
Que Trump haga un giro de 180 grados, sin embargo, implicaría que tiene algo que ganar en las negociaciones, según Alex Nowrasteh, analista en política migratoria del Instituto Cato.
“Todo presidente que tomó decisiones con monumental importancia lo hizo por una razón: porque le aportaba beneficios políticos. Nuestro sistema político premia a políticos que toman decisiones impopulares que garanticen su reelección, y los políticos no llegan a la cima ignorando esas reglas”, explicó el experto.
“Eso no disminuye los beneficios o costos de sus decisiones, pero significa que Trump tomará la decisión que crea que le beneficiará políticamente. La pregunta que deberíamos hacer entonces es si legalizar a los Dreamers es algo que le beneficie políticamente a Trump”, enfatizó Nowrasteh.
Así, Trump se asoma a un momento decisivo de su presidencia: cómo quedar bien con su base, a la que prometió “mano dura” contra los inmigrantes indocumentados, sin olvidar la empatía que prometió a los “Dreamers”.
En el escaparate de la Historia
Trump podría repasar ejemplos de mandatarios que tomaron medidas impopulares con su base, como Ronald Reagan, también del Partido Republicano, quien promulgó en 1986 una “amnistía” que legalizó a unos tres millones de inmigrantes indocumentados, con la ayuda de una Cámara de Representantes bajo control demócrata.
Al año siguiente, Reagan volvió a hacer historia con su viaje a la entonces Berlin Occidental, donde retó al líder soviético, Mikhail Gorbachev, a que derrumbara el muro que había dividido en dos a la ciudad alemana desde 1961.
“Derrumbe este muro”, dijo Reagan en un discurso en la Puerta de Brandeburgo que provocó fuertes divisiones dentro de su Administración.
Durante su primera campaña electoral en 2008, el entonces senador demócrata por Illinois, Barack Obama, dijo que las reformas de salud y de inmigración serían dos de sus prioridades domésticas y, en el frente internacional, estaría dispuesto a hablar con naciones “amigas y enemigas”.
Ya instalado en la Casa Blanca, Obama promulgó la reforma sanitaria de 2010, y en diciembre de 2014 anunció el comienzo del deshielo entre EEUU y Cuba.
En julio de 2015, ambos países reabrieron sus respectivas embajadas en Washington y La Habana, y en marzo de 2016, Obama se convirtió en el primer presidente de EEUU en visitar suelo cubano desde 1928.
Ahora, Trump se ha empeñado en desmantelar el legado de Obama.
Frente a un momento coyuntural
Trump ganó la presidencia con una retórica anti-inmigrante que posteriormente suavizó con frases de acercamiento a los “Dreamers”, afirmando que apoyaría una solución con “corazón” y un proyecto de ley “de amor”.
En las últimas semanas, sin embargo, ha dado un frenazo, imponiendo más condiciones a cambio de proteger a los jóvenes indocumentados protegidos bajo el programa de “acción diferida” (DACA) de 2012, que él desmanteló en septiembre pasado.
Su meta ya no es sólo corregir “DACA” sino también lograr $18,000 millones para un muro fronterizo, $15,000 millones para la vigilancia en la frontera y al interior del país, y el fin de la “lotería de visas” y la “inmigración en cadena”.
En víspera del primer aniversario de su investidura, el Congreso está lejos de un consenso sobre esas medidas, y afronta presiones para evitar un cierre del gobierno pasada esta medianoche. Además, México ha dejado en claro que jamás pagará el muro, como exige Trump.
Con una corta lista de victorias legislativas, Trump concluyó 2017 con apenas la aprobación de una reforma tributaria y la confirmación del juez conservador Neil Gorsuch a un cargo vitalicio en el Tribunal Supremo.
No pudo firmar ninguna de las leyes que prometió que firmaría en sus primeros 100 días en el poder.
Por ello, líderes de ambos partidos le urgen que aproveche la oportunidad histórica para promulgar una reforma migratoria que ninguno de sus antecesores pudo lograr desde Reagan.
La protección de los “Dreamers”, que Trump catalogó como una “amnistía” durante la contienda electoral, podría ser su pase a la historia como un presidente que, al igual que Nixon o Reagan, desafío a las voces más extremas de su partido.