Cómo unos electrodos pueden ayudar a tratar la obesidad y la depresión

La estimulación cerebral profunda mostró beneficios inesperados contra la obesidad. ¿En qué consiste el tratamiento?

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Anna había pasado gran parte de su vida deprimida y buscando diversos tratamientos que pudiesen ayudarla.

Tomó antidepresivos, se sometió a psicoterapia e incluso experimentó la terapia electroconvulsiva, que consiste en pasar la electricidad a través del cerebro. Tratamientos como estos surtían efecto por períodos cortos y después, la depresión regresaba.

Otro problema al que tuvo que hacer frente fue la obesidad mórbida. Llegó a pesar 183 kilogramos con una IMC (Índice de Masa Corporal) de 63 en sus peores momentos.

Su peso afectaba a su movilidad, que se volvió reducida y esto, a su vez, empeoró su estado depresivo. Era un círculo vicioso. La cirugía de bypass gástrico la ayudó a perder algo de peso, pero no tanto como se esperaba su depresión apenas mejoró.

Como tratamiento de último recurso, los psiquiatras tomaron una decisión drástica. Decidieron instalarle en el cerebro un dispositivo eléctrico. Se trataba de una terapia invasiva conocida como estimulación cerebral profunda.

Este tratamiento ya se usa con frecuencia para aliviar los síntomas del Parkinson y la epilepsia.

Foto antiguo de neurocirujanos con pacientes.

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La manipulación del cerebro es algo nuevo y siempre ha sido muy controversial.

Resultados sorprendentes

Los resultados en Anna fueron espectaculares. El tratamiento no solo ayudó significativamente en su depresión, sino que perdió un 50% más de peso del que había logrado con cualquier otro tratamiento anterior: hasta 2,8 kilos al mes.

Thomas Munte, un neurólogo de la Universidad de Lubeck (Alemania) que trató a Anna, dice que, si bien el objetivo inicial era tratar su depresión, la pérdida de peso era el “objetivo secundario” de la cirugía. En su caso, los dos parecían estar vinculados.

El hecho de que Anna haya perdido peso con el tratamiento está generando debates sobre cómo abordar lo que se considera que es una epidemia mundial: la obesidad.

Viejo conocido

La estimulación cerebral profunda es un método controversial, pero no es un tratamiento nuevo. Se remonta a 1930, cuando los neurocirujanos no eran tan cautelosos como lo son hoy en día.

Varón con un instrumento médico alrededor de la cabeza.

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La estimulación cerebral ayuda a las personas con desórdenes del sistema motor.

Fue el doctor Wilder Penfield quien desarrolló por primera vez una técnica innovadora para tratar la epilepsia. Se trataba de estimular partes del cerebro con una sonda eléctrica, manteniendo a los pacientes despiertos durante el proceso para comprender el efecto.

La pretensión era poder identificar y destruir el área que causaba el problema.

Casi al mismo tiempo, un neurólogo llamado Antonio Egas Moniz trabajaba eliminando pequeñas partes del cerebro de sus pacientes en un intento de librarlos de los trastornos psicológicos, incluida la depresión.

Para llevar a cabo su tratamiento podía, por ejemplo, extraer partes del lóbulo frontal de un paciente, un área vital que determina la planificación y la personalidad.

El tratamiento se consideró exitoso en varios casos, y las consecuencias inevitables y los cambios de personalidad se consideraron efectos secundarios necesarios.

Sorprendentemente, este trabajo le otorgó el Premio Nobel en 1949.

Aunque controvertida, la técnica de Egas Moniz permitió a los neurólogos comprender qué áreas del cerebro podrían beneficiarse de los electrodos.

Nueva fase

Cuando los medicamentos antipsicóticos y antidepresivos comenzaron a recetarse de manera más común y ordinaria, la prevalencia de estas técnicas invasivas e irreversibles se redujo.

Pero las lecciones aprendidas para las áreas cerebrales involucradas se volverían importantes para la estimulación cerebral profunda tal como la conocemos hoy.

Paciente.

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Para implantar electrodos en el cerebro, los neurocirujanos tienen que realizar pequeños agujeros en el órgano.

En 2002, se aprobó la estimulación cerebral para tratar la enfermedad de Parkinson. Ha sido extremadamente efectiva y ahora se han tratado más de 40.000 pacientes.

Tratar la obesidad

En algunas personas, la obesidad puede deberse a un sistema de recompensa alterado en el cerebro, dice el neurólogo Munte.

Hay quien incluso muestra patrones cerebrales diferentes a las personas que son más delgadas cuando se les somete a imágenes de alimentos de aspecto delicioso.

La teoría es que el núcleo accumbens del cerebro es el área que atrae a las personas adictas al objeto de su deseo, ya sea comida, alcohol o drogas.

Por lo general, el área de nuestro cerebro que nos ayuda a actuar de forma racional evita que la parte impulsiva e inmediata con hambre de recompensa tome el control.

Ilustración de una cabeza duplicada.

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Algunas personas corren más riesgos de parecer obesidad por cómo funcionan las conexiones en su cerebro.

Sin embargo, nuestro sistema puede, a veces “superar nuestros buenos modales”, dice el neurocirujano Piotr Zielinski, de la Universidad de Educación Física y Deportes en Gdansk, en Polonia.

La industria de la dieta florece gracias a nuestro núcleo accumbens, asegura.

El centro de recompensa del cerebro es demasiado activo en personas con trastornos de adicción

Esperanza para el futuro

Ahora, tras casos como los de Anna y otros pacientes, es posible que pronto veamos los efectos positivos que la terapia cerebral profunda tanto para tratar la depresión como la obesidad.

Por ejemplo, Zielinski ha visto cómo esta terapia se ha usado en más de 2.500 procedimientos desde 1990 para tratar pacientes con agresión patológica, el síndrome de Tourette y el trastorno obsesivo compulsivo.

Dos platos de comida: uno considerado sano el otro más calórico.

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Algunos individuos pueden mostrar tendencias adictivas de cara a la comida.

Ahora también ha tratado a tres personas con obesidad utilizando la estimulación cerebral profunda, siempre como una medida de último recurso cuando ninguna otra técnica ha dado resultados.

En uno de sus pacientes, la obesidad se atribuyó a un tumor infantil que dañó un área del cerebro importante para regular el hambre y sentirse lleno.

Los pensamientos de este paciente estaban completamente obsesionados con la comida. “Por lo tanto, asumimos que la cirugía de bypass gástrica no era una solución”, explica Zielinski.

Su pérdida de peso resultante no fue espectacular, pero el impacto que tuvo fue un cambio de vida. La estimulación cerebral le ha permitido vivir de manera independiente.

Ahora puede estudiar y “pensar en cualquier cosa que no sea comida“, dice. “Dejó de robar comida que sus padres mantenían bajo llave”.

Prudencia

Aún así, Munte recalca que estamos lejos de usar la estimulación cerebral como un tratamiento generalizado para la obesidad, especialmente porque debería considerarse como último recurso.

Primer plano de mujer comiéndose un donuts.

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Los científicos están intentando averiguar cómo el cerebro responde ante los alimentos deforma distinta según cada individuo.

Es una técnica costosa e invasiva, por lo que claramente no es adecuada para la mayoría de las personas con obesidad.

Si bien la estimulación cerebral profunda claramente no es la respuesta para la mayoría, muestra resultados positivos tales que demuestra que en los casos más severos, los tratamientos experimentales pueden cambiar vidas.

No existe un enfoque único que sirva para todos, el caso complejo de Anna pone de relieve que a menudo hay más de un problema en juego que hace a algunas personas comer más.

Si entendemos eso, un enfoque específico como la estimulación cerebral profunda puede ser claramente un paso importante para ayudar a algunas personas a perder el peso que tan desesperadamente desean, o incluso necesitan.

Puedes leer la noticia original de BBC Future en inglés aquí


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