El tanque de la I Guerra Mundial que transformó para siempre las estrategias de guerra
En mayo de 1918, un pequeño tanque diseñado por un fabricante de autos y un oficial de ejército entró en acción y resultó en una gran victoria
El 31 de mayo de 1918, el ejército alemán lanzó un sorpresivo ataque cerca del bosque de Retz, en el nordeste de Francia.
Era el último año de la Primera Guerra Mundial y los alemanes trataban desesperadamente de vencer a los aliados.
El bloqueo británico estaba devastando la economía alemana. Había escasez de alimentos y combustible. El Imperio Alemán se enfrentaba a una hambruna y a una derrota.
Las unidades francesas en Retz que resistían el embate alemán recibieron refuerzos.
Entre ellos, un nuevo tanque, el FT.
En comparación con los tanques gigantes británicos que habían usado en los 18 meses anteriores con resultados regulares, estos eran diminutos.
Solo tenían espacio para dos personas.
Pero resultaron muy efectivos. Los 30 tanques utilizados en esta batalla ayudaron a hacer retroceder a los alemanes.
Los tanques solo dejaban de avanzar porque la infantería que los acompañaba no podía seguirles el ritmo.
Hoy, en el lugar de la batalla, hay una placa que conmemora la primera vez que se usaron estos tanques, considerados los antepasados de los tanques modernos.
Este diseño le debe su existencia a un oficial de artillería pragmático, Jean Baptiste Eugène Estienne, y a uno de los fabricantes de automóviles más reconocidos de Francia, Louis Renault.
Máquina para proteger la vida de los soldados
Los nuevos tanques ayudaron a cambiar la suerte en el Frente Occidental. Pero estos cambios no se produjeron de la noche a la mañana.
Desde el final de 1914, el ejército de Alemania y el anglo-francés se habían enfrentado en el campo de batalla y habían llegado a una suerte de impasse.
La guerra en el Frente Occidental se había caracterizado por ofensivas repentinas, con bombardeos de artillería masivos seguidos de miles ataques con decenas de miles de hombres.
Sin embargo, estos ataques eran extremadamente costosos. Avanzar a través de alambres de púa era complejo y tomaba mucho tiempo.
Las ametralladoras podían eliminar hombre tras hombre desde cientos de metros de distancia. Los búnkeres de hormigón y las trincheras bien construidas protegían a los soldados enemigos incluso del bombardeo de cientos de armas de fuego.
Tanto los británicos como los franceses temían quedarse sin soldados en esos asaltos frontales fallidos antes de alcanzar las defensas alemanas.
Un puñado de inventores e ingenieros visionarios llegaron a la misma idea: había que construir un tipo de vehículo armado que pudiese crear huecos en el alambrado de púa, derribar búnkeres y estructuras donde estaban posicionadas las armas, y proteger a la infantería para darles tiempo a capturar las trincheras.
“Es una respuesta al problema de cómo empujar a un ejército de ocupación”, explica Davis Willey, curador del Bovington Tank Museum en el sur de Reino Unido.
“Los franceses y los británicos, y luego los líderes estadounidenses, querían de algún modo usar una armadura, en vez del pecho de los soldados”.
Y “tuvieron que aprender nuevamente a pelear en esta era moderna”, dice Willey.
Más rápido y menos torpe
Los primeros tanques ingresaron al campo de batalla en 1916.
Un diseño británico llamado Mark I, el gigante, resistía los impactos de las ametralladoras pero se movía a paso de hombre.
Al principio, con solo verlo, algunos fortines alemanes se rendían.
Pero el Mark I tenía sus limitaciones. Los británicos se habían apurado a llevarlo al terreno sin resolver primero algunos problemas básicos, y muchos dejaron de funcionar por problemas mecánicos.
Además eran oscuros, ruidosos, adentro hacía mucho calor y estaban abarrotados.
El humo de su motor y los materiales inflamables con los que estaba hecho podían convertirlo en un instante en una trampa mortal.
Su lentitud los hacía un blanco relativamente fácil para el fuego de artillería.
La idea era que los nuevos tanques pudiesen operar en concordancia con la infantería, desplazándose a una velocidad que les permitiera a las tropas esconderse detrás de ellos.
Para algunos, resultaba evidente que se necesitaba algo más pequeño y liviano para cubrir el terreno una vez que el impedimento de las trincheras había sido superado.
Comandante visionario
Jean Baptiste Eugène Estienne era considerado como uno de los comandantes de artillería más visionarios de Francia. Era también un talentoso matemático, filósofo y estudioso de la Grecia antigua.
Él veía cómo la nueva tecnología estaba cambiando la guerra. Fue también un pionero del fuego indirecto —la metodología de disparar al enemigo desde un lugar protegido, con ayuda de un observador— y trabajó desarrollando maquinaria que pudiese hacer esto posible.
Incluso antes de que estallara la guerra, Estienne se había dado cuenta del rol militar que jugarían los aviones, en particular en cómo estos podían usarse para dirigir el fuego de artillería.
En las primeras semanas de la Primera Guerra Mundial, Estienne utilizó aviones para dirigir fuego de artillería con un efecto devastador en la Batalla de Charleroi.
Pero sus ideas visionarias iban aún más lejos. Él se dio cuenta de que el fuego de las ametralladoras y los rifles hacía que los ataques frontales de la infantería resultaran muy peligrosos y, por ello, las tropas necesitarían usar una especie de escudo móvil para protegerse durante el avance.
En agosto de 1914, Estienne pensaba que un vehículo armado podía ser decisivo en el conflicto que se avecinaba.
“Caballeros, la victoria en esta guerra será de cualquiera de las dos partes enfrentadas que se convierta en la primera en poner una pistola de 75 mm de calibre en un vehículo que pueda desplazarse por cualquier terreno”, le dijo a un grupo de oficiales de la artillería francesa en 1914.
Estienne recibió un permiso para crear un prototipo y se puso en contacto con uno de los más prestigiosos diseñadores de carros, Louis Renault, para construirlo.
Otra idea
Las fábricas de Renault estaban ocupadas haciendo otros vehículos y el fabricante se negó a involucrarse en el proyecto de Estienne.
Este recurrió entonces a la compañía Schneider, que había construido el primer tanque operativo de Francia, el CA1.
Como los tanques británicos, el CA1 era grande y pesado, diseñado para cruzar las trincheras enemigas.
Pero el diseño no era efectivo.
Sin embargo, a Renault se le ocurrió otra idea.
Él pensó que una vez atravesadas las trincheras y el terreno lleno de pozos se necesitaría con urgencia un vehículo mucho más pequeño y liviano que pudiese atacar a las formaciones enemigas desde atrás, en la misma forma que la caballería lo había hecho durante siglos.
Renault también se dio cuenta de que los motores contemporáneos no podrían mover tanques pesados por un terreno difícil a la velocidad que se necesitaba.
Así, decidió crear algo mucho más liviano y para ello trabajó junto al diseñador Rodolphe Ernst-Metzmaier.
El nuevo tanque tenía varias características revolucionarias. Era el primero en llevar su armamento (una ametralladora o un cañón de 37 mm) en una torreta que podía girar 360º.
Mientras que los tanques británicos tenían una tripulación de 12, este estaba controlado por un conductor sentado al frente, mientras que un comandante controlaba la torreta por detrás.
El motor estaba atrás, en un compartimento separado. El tanque enfriaba su motor aspirando aire por el frente y expulsando el aire caliente por la parte de atrás.
Esto hacía que fuera un vehículo mucho más cómodo de manejar que el Mark I o IV.
El motor también podía funcionar cuando estaba en un ángulo muy inclinado, lo cual significaba que podía atravesar fosas creadas por bombas.
Como resultado, la tripulación de dos hombres podía viajar relativamente cómoda en el FT a una velocidad de 11 Km/h, algo nada despreciable si tenemos en cuenta que estamos en 1918.
Fue por el tanque
El plan era usar un grupo numeroso de estos vehículos acompañados de soldados de infantería para abrumar a las defensas enemigas, irrumpir en medio de las trincheras y luego esparcirse.
El alto mando francés vio cuán promisorio era el diseño y trazó planes para producir más de 12,000 antes de finales de 1919.
Renault no podía hacer más que una fracción, por lo que otros fabricantes de automóviles también establecieron líneas de producción.
A lo largo de 1918 se produjeron más y más FT, que entraron en acción.
Los últimos meses de 1918 fueron testigo del tipo de guerra para el que los nuevos tanques habían sido diseñados y las defensas alemanas comenzaron a desintegrarse y sus ejércitos se retiraron rápidamente de Francia y Bélgica.
Eso fue parte “del último clavo en el féretro para los alemanes”, señala Willey.
Cuando ves los textos de los años 20 en los que los alemanes se preguntan por qué perdieron, dice Willey, “siempre mencionan el tanque“.
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