Por qué el EZLN no apoya a López Obrador, el primer presidente de izquierda del país
López Obrador obtuvo un histórico respaldo en las recientes elecciones presidenciales. Pero su contundente victoria no convence al EZLN, que nunca ha apoyado a AMLO
El festejo por la victoria de Andrés Manuel López Obrador en la elección presidencial no terminaba, cuando desde el sureste del país llegó un fr��o mensaje.
A diferencia de otras organizaciones de izquierda, el Ejército Zapatista de Liberación (EZLN) anunció que mantendría su distancia con el próximo presidente.
“No, nosotras, nosotros, zapatistas, NO nos sumamos a la campaña ‘por el bien de todos, primero los huesos”, decía en referencia al eslogan de campaña de AMLO, como se conoce en México al político.
“Podrán cambiar el capataz, los mayordomos y caporales, pero el finquero sigue siendo el mismo. Ergo…”.
El duro mensaje, firmado por el Subcomandante Galeano –antes Marcos- sorprendió a muchos en el país.
López Obrador consiguió el respaldo de muchos grupos que fueron sus adversarios en otras contiendas presidenciales.
Además, tanto durante la campaña, y después como candidato ganador, su equipo también ha intentado establecer contacto con el Comité Clandestino Indígena-Comandancia General (CCICG-EZLN), el grupo que encabeza a los zapatistas.
Y el presidente electo les envió además una clara señal de reconciliación, asegurando que promovería la inclusión en la Constitución de los “Acuerdos de San Andrés sobre Derechos y Cultura Indígenas”.
Los Acuerdos de San Andrés fueron negociados y firmados en 1996 por el EZLN y el gobierno federal, con el propósito de establecer autonomía a los pueblos indígenas del país, pero nunca se cumplieron.
Y, según confirman en su equipo cercano, ahora López Obrador pretende retomarlos como una especie de mensaje para dialogar con el EZLN.
Hasta ahora, sin embargo, las señales no han convencido a los zapatistas, que mantienen una larga controversia con AMLO, precisamente por causa de esos acuerdos.
La “traición”
El origen del desencuentro se ubica en 2001, cuando después de un recorrido por todo el país la dirigencia del EZLN –con Marcos al frente- solicitó en la tribuna de la Cámara de Diputados el cumplimiento de lo acordado en San Andrés.
Fue al final de la llamada Marcha de los 1111, el número de zapatistas que salieron de Chiapas, en el sureste del país.
Pero lo que aprobó el Congreso fue una Ley Indígena muy diferente a lo que se había acordado. Y el EZLN rompió definitivamente el diálogo con el gobierno federal.
López Obrador era entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, como se llamaba entonces la capital del país, y uno de los más influyentes líderes en el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Y la organización política, que había apoyado la propuesta zapatista, votó en favor de la contrarreforma, como se llamó a la iniciativa del Ejecutivo.
El EZLN dijo que fue traicionado, y desde ese momento se retiró de la vida pública. Durante varios años el acceso a sus comunidades estuvo cerrado.
La desconfianza fue particularmente severa con AMLO.
“Hombre extraordinariamente hábil y pragmático, López Obrador ha concebido la jefatura del Gobierno del Distrito Federal como trampolín para la silla presidencial”, lo criticó Marcos en 2003.
Y tres años más tarde, cuando el político contendió por primera vez como candidato presidencial, los zapatistas pidieron que no se votara por el candidato de la izquierda.
López Obrador perdió la contienda. Años después reconoció que el boicot del EZLN influyó en el resultado.
“Al decir que yo era fascista, lo cual es una exageración, sí influyó en la votación”, dijo.
“Amarga experiencia”
En la siguiente elección presidencial, en 2012, López Obrador pretendió acercarse a los zapatistas.
“Les extiendo mi mano franca en señal de respeto y reconciliación“, dijo en Chiapas. Pero la respuesta del subcomandante Marcos fue durísima.
“Uno de los tres bribones que habrán de disputarse el trono sobre los escombros de México ha venido a nuestras tierras a demandarnos silencio”, escribió en referencia a los tres candidatos presidenciales de entonces.
López Obrador “no acaba de madurar y reconocer sus errores y tropiezos”, agregó Marcos.
López Obrador perdió esa elección frente al actual presidente Enrique Peña Nieto.
Seis años después, en su tercer intento, el escenario es distinto: AMLO obtuvo el respaldo de 30 millones de electores, el 53% de la votación total.
Cuando asuma el gobierno, el 1 de diciembre, será el presidente más votado de la historia.
Pero eso no parece importar a los zapatistas.
A mediados de julio el equipo de López Obrador pretendió contactar a la dirigencia del EZLN, pero la respuesta de nuevo fue negativa.
Y esta vez añadieron otro elemento para su desconfianza: en el gabinete que empieza a formar el virtual presidente electo se encuentra Esteban Moctezuma Barragán, propuesto como secretario de Educación.
Como secretario de Gobernación con el entonces presidente Ernesto Zedillo en 1995, estableció contacto con el CCICG-EZLN para reanudar el diálogo suspendido un año antes.
Pero cuando se había concretado un encuentro con el funcionario, la Procuraduría General de la República informó la supuesta identidad del subcomandante Marcos: Sebastián Guillén Vicente.
Inmediatamente después empezó una operación militar en la zona zapatista para capturar al líder insurgente y el resto de la Comandancia.
Marcos dijo que Esteban Moctezuma sólo pretendió ganar tiempo para desarticular al movimiento. La historia se recuerda ahora y es una de las razones para rechazar el contacto con AMLO.
“El EZLN ya tiene la amarga experiencia de aceptar el contacto con un señor que después sería declarado presidente electo”, dijo el subcomandante Moisés en un comunicado.
“Quien operó esa traición, el señor Esteban Moctezuma Barragán, es ahora uno de los propuestos para formar parte del gobierno”.
“Hechos y acciones”
¿Cómo puede vencer AMLO el recelo zapatista?
“La confianza se gana con hechos y acciones” le dice a BBC Mundo Adelfo Regino, propuesto por López Obrador como próximo coordinador de Asuntos Indígenas.
“Tenemos que avanzar con acciones y resultados concretos para nuestros pueblos y comunidades”, agrega.
Y, en la estrategia, un paso fundamental es que el Congreso apruebe integrar los Acuerdos de San Andrés en la Constitución.
El documento establece, por ejemplo, el derecho de los pueblos a elegir a sus autoridades con base en sus usos y costumbres.
También permite un sistema de impartición de justicia de acuerdo con su cultura cuyas sanciones y juicios serán respetados por el Poder Judicial.
Ese es un sistema de gobierno que ya existe en varios municipios y que tiene antecedentes en varios países como Bolivia, explica Regino.
“Queremos que los casos de autonomía de facto puedan tener un reconocimiento jurídico“, insiste el posible miembro del futuro gabinete de AMLO.
Y aunque el reconocimiento constitucional de lo acordado hace años con el EZLN podría ayudar a tender puentes entre el futuro gobierno y ese movimiento, para Regino en el fondo también se trata de un acto de elemental justicia.
“Lo que demandan los pueblos no es algo fuera de alcance o que ponga en riesgo la unidad nacional o la integridad del Estado mexicano”, valora.
“Los pueblos indígenas hemos dicho claramente que somos indígenas pero también somos mexicanos”, concluye.
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