‘¡Viva el primer santo de El Salvador!’

El júbilo de los latinos en Los Ángeles por Óscar Arnulfo Romero se deja sentir en medio de recuerdos, misas y vigilias en la ciudad

A la 1:00 a.m. develaron la imagen del nuevo santo / foto: Jorge Luis Macías

A la 1:00 a.m. develaron la imagen del nuevo santo / foto: Jorge Luis Macías Crédito: La OpINION

¡Viva San Romero! Ese fue el grito de bienvenida del padre Mario Torres, párroco de la iglesia Santo Tomás el Apóstol, a los centenares de salvadoreños que acudieron la noche de este sábado a la misa y vigilia planeada para ser testigos de la canonización de Monseñor Óscar Arnulfo Romero.

La elevación a los altares de un nuevo santo de la iglesia católica se transmitió la madrugada de este domingo, vía satélite desde el Vaticano.

“Es una gran celebración”, dijo el sacerdote, en medio de los aplausos de alegría de los hijos espirituales de Romero, canonizado por el papa Francisco. “Monseñor Romero no solo es un orgullo para los salvadoreños, sino para todas las naciones y la iglesia. ¡Viva el primer santo de El Salvador!”.

En una pletórica iglesia de Santo Tomás el Apóstol, centenares de feligreses salvadoreños y de diversas naciones se congregaron para la develación de la fotografía oficial del nuevo santo de la Iglesia Católica.

Una fiel devota carga la imagen del salvadoreño. / fotos: jorge luis macías. / foto: Jorge Luis Macías

Desde temprana hora y hasta la madrugada de este domingo, la céntrica parroquia se convirtió en una literal romería, donde la gente acudió para degustar tamales salvadoreños, pupusas y caldo de pollo, atol de piña, champurrado y café.

Ahí, en medio de gritos de algarabía, cánticos y también lágrimas se esperó la transmisión en vivo para ver la ceremonia de canonización de Monseñor Romero desde el Vaticano y se planificó develar una imagen del santo a la 1:00 a.m., justo en el instante en que en el Vaticano se oficializaba que ya podía pedírsele favores desde el cielo y su intercesión ante Dios por más milagros.

La imagen de San Arnulfo Romero muestra a un hombre que denota paz en su rostro, cejas pobladas y negras, con sus infaltables anteojos, un halo de santidad alrededor de la cabeza y un enorme crucifijo. En una pared de la iglesia ubicada en el boulevard Pico se colocó además una mitra, reliquia de primer grado que perteneció al santo.

Hace 38 años

En la historia de mártires de El Salvador, sin embargo, un amigo de Romero —nombrado arzobispo el 22 de febrero de 1977— el padre Rutilio Grande, le antecedió en la muerte al ser acribillado, apenas 18 días después que el nuevo santo recibiera aquel cargo eclesiástico.

En venganza, guerrilleros del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) secuestraron y asesinaron al canciller del país, Mauricio Borgonovo.

Como respuesta, los comandos de la muerte alineados al gobierno del partido Arena —fundado por el exmayor Roberto D’Abuisson— masacraron con metralletas a otro sacerdote: Alfonso Navarro Oviedo.

Romero, nacido en Ciudad Barrios (Departamento de San Miguel) el 15 de agosto de 1917, fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por un escuadrón armado cuando oficiaba misa en la capilla del hospital Divina Providencia. Una bala expansiva calibre 22 le atravesó el corazón.

Roberto D’Aubuisson, un militar formado en la Escuela de las Américas, fue señalado por la Comisión de la Verdad de la ONU como el autor intelectual del asesinato de Romero, quien —ahora como santo de la Iglesia Católica— ha resucitado en su pueblo. D’Aubuisson murió de cáncer en la lengua.

“Ni siquiera en su sepelio lo querían dejar morir en paz”, recordó Manuela Trejo, salvadoreña oriunda de La Libertad, sobre las exequias del mártir, seis días después de haber sido sacrificado. “Mi corazón estaba triste por ver que habían asesinado a nuestro pastor”.

En el Vaticano, el Papa Francisco —quien fue vital para destrabar el proceso de canonización— fue señalado para otorgarle la santidad a Romero, junto con otros nuevos santos: Nunzio Sulprizio, el papa Giovanni Battista Montini (Pablo VI), los sacerdotes Vincenzo Romano y Francesco Spinelli, además de María Katerina Kasper y Nazaria Ignazia March Mesa.

¡Llegó el gran día!, exclamó Carlos Vaquerano, director interino de Clínica Monseñor Romero de Los Ángeles. “Veíamos difícil la canonización, pero ahora que Monseñor [Romero] es santo, esperamos que la oligarquía que empañó el proceso pida perdón público, porque él ya los perdonó”.

Dentro de la iglesia de Santo Tomás el Apóstol, Estela Escobar, nacida en Suchitoto (Departamento de Cuscatlán) lloraba al compartir varias homilías que grabó en su celular y compartía con la nicaragüense Zuleyma Mercado y Silvia Alvarenga.

“Yo lo conocí personalmente y lo abracé cuando tenía 15 años”, rememoró Silvia. “Yo estaba en un colegio de monjitas que le remendaban sus túnicas; nosotros habíamos ido a mostrarle unos trabajos que habíamos hecho en la escuela”.

Por su parte, Gloria Hermidez Navarrete abrazaba su ya doblada acta de bautismo. Fue el mismo Oscar Arnulfo Romero quien la bautizó en la iglesia de Santo Domingo el 24 de abril de 1963.

“Imagínese, un santo me inició en la vida cristiana”, comentó con orgullo la mujer nacida en el Departamento de San Miguel. “Él [Romero] fue un mártir de la paz”.
Hoy, la voz de San Romero de América resuena más fuerte en el mundo, como aquel 17 de diciembre de 1978 cuando dijo: “Mi voz desaparecerá, pero mi palabra que es Cristo, quedará en los corazones”..

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