La última gran batalla de Obama y Trump antes de las elecciones
Los dos se disputan la autoría de la actual bonanza económica
A escasos días de las vitales elecciones de medio término en las que se decide el futuro del Congreso y su control político, los líderes naturales de los dos partidos estan en la recta final de batalla para ganar votos.
La disputa que enfrenta tanto a Trump como a Obama es por la autoría de la buena salud de la economía. Con una tasa de paro en mínimos desde hace 20 años y un sólido crecimiento, es el constante reclamo del presidente Donald Trump y los republicanos ante los votantes de cara a las elecciones legislativas del próximo 6 de noviembre.
El viejo adagio electoral de “Es la economía, estúpido” se ha convertido en el mantra que repite una y otra vez Trump en su agitada gira por el país para apoyar a los aspirantes republicanos a la Cámara de Representantes y el Senado.
“Tenemos la mejor economía que jamás ha tenido el país y aún está mejorando (…) Solo hay que mirar los números”, dijo Trump en un reciente acto electoral en Montana y con su habitual inclinación a la hipérbole.
Donald Trump asegura que la aceleración económica es consecuencia de su agresivo estímulo fiscal, compuesto por fuertes recortes a las empresas y en menor medida a los trabajadores, aprobado a comienzos de año, así como de su agenda de desregulación federal.
Alerta, además, que de regresar los demócratas al poder la economía se frenaría en seco.
Los indicadores ciertamente muestran que la primera economía mundial disfruta de un momento dorado, pero están lejos de reflejar récords históricos.
La tasa de desempleo se ubicó en septiembre en el 3,7 %, la menor en casi medio siglo.
Por su lado, el crecimiento económico es menos sorprendente ya que se espera que cierre 2018 en torno al 3 %, una cifra que ya se alcanzó en el 2010 y 2015, y que se rebasó en 2004 y 2005.
Conscientes del buen momento económico, la estrategia del bando demócrata se basa no tanto en cuestionar la robustez económica, sino en reclamar su autoría.
El expresidente Barack Obama, que también se ha lanzado de lleno a la batalla electoral para alentar a los votantes demócratas, ha asegurado que las bases de la recuperación económica se establecieron bajo su mandato, y que Trump simplemente ha heredado la ola de bonanza.
“Creo que es interesante, la gente debería saber que hay un patrón en el que ellos (los republicanos) destrozan las cosas y luego tenemos que venir (los demócratas) y arreglarlas”, dijo Obama la pasada semana en un mitin en Nevada, al citar la situación tras la aguda crisis económica de 2008-10, la mayor en ocho décadas, y que estalló bajo el mandato del presidente republicano George W. Bush.
En concreto, subrayó que cuando dejó el cargo “los salarios estaban creciendo, la tasa de gente sin seguro médico bajando y la pobreza cayendo”.
“Y eso es lo que le dejé a mi sucesor. Así que cuando escuchen todos esos discursos acerca de los milagros económicos ahora, recuerden quién los comenzó“, sostuvo Obama.
Pero las críticas de Trump no solo se dirigen a la oposición demócrata, también apuntan a un inusual objetivo: la Reserva Federal (Fed).
En contra del tradicional respeto a la independencia del banco central por parte de los inquilinos de la Casa Blanca, el actual mandatario ha cargado de manera reiterada contra la progresiva alza de tipos de interés diseñada por la Fed para acompañar la buena salud económica.
“No estoy feliz (con la subida de tipos de interés)”, afirmó Trump sobre la política de ajuste monetario del organismo dirigido por Jerome Powell.
Para Trump, que se ha calificado a sí mismo como “el rey de la deuda”, el gradual encarecimiento del precio del dinero amenaza con “ralentizar” el crecimiento económico del país.
Lo sorprendente es que Powell fue precisamente el escogido por Trump para dirigir la Fed en sustitución de Janet Yellen, quien había sido elegida por Obama para encabezar el banco central y era considerada más favorable a mantener el estímulo monetario que Powell.
Los tipos de interés se encuentran actualmente entre el 2 % y el 2,25 %, en niveles no vistos en una década, y se prevé una nueva subida en la última reunión del año, en diciembre, que sería la cuarta en 2018.
Desde la Fed, por ahora, hacen caso omiso de las inusuales advertencias desde la Casa Blanca, y la pasada semana Richard Clarida, vicepresidente del banco central y también designado por Trump, defendió la senda monetaria en marcha.
“Si los datos son los que esperamos, creo que un mayor ajuste gradual en los tipos de interés serán apropiados”, dijo Clarida en su primer discurso público en el centro de estudios Peterson Institute for International Economics (PIIE).
Preguntado sobre si las palabras de Trump ponen en entredicho la independencia o condicionan la decisiones en el seno de la Fed, Clarida fue tajante: “No”