Mexicano de 73 años hace juguetes de madera que entrega durante Navidad
La organización en la que participa tiene un cuarto de siglo llevando alegría a los más necesitados
A José “Pepe” Ulloa no le importó el chubasco reciente que azotó el Sur de California. Igual salió temprano de su casa en la ciudad de Fullerton para dirigirse hacia Garden Grove.
Como cada año, desde 2012, la misión de este hombre de 73 años se repetía antes de Navidad.
Había que llevar las enormes cajas con regalos hechos a base de madera a la sede del Centro Juvenil y Familiar Buena Clinton, enclavado en una zona donde la pobreza es abundante.
“No me toca ver la cara de alegría de los niños pero mi corazón se llena de gozo al saber que tendrán al menos un juguete de regalo”, dice José. “Para mí, la Navidad no se trata solo de abrir regalos, sino de abrir el corazón por los demás”.
Nacido en el Distrito Federal (ahora Ciudad de México), José recuerda que emigró a los 10 años a Estados Unidos.
Cuenta que su padre, que lleva el mismo nombre y quien tenía una concesión para distribuir cerveza desde el Distrito Federal a Puebla, se había cansado de ser estafado por las “mordidas” que le exigían políticos corruptos.
“Económicamente le iba muy bien’, rememora el hijo. “Tenía sus rutas pero en cada parada tenía que pagar para que lo dejaran trabajar en paz”.
“Si mi padre se negaba, le paraban el camión, lo descargaban según ellos ‘para investigar’ y lo hacían perder todo el día”.
Aquel hombre se cansó de la corrupción; hizo los trámites necesarios y decidió venirse a Estados Unidos.
Era 1955, y con cartas de trabajo en mano, José Ulloa padre, comenzó a trabajar puliendo y pintando carros. Le pagaban 75 centavos de dólar por cada auto terminado.
“Cuando llegamos mi madre [Angelina] y yo, mi padre me dijo ‘aquí es más difícil, pero vamos a hacer nuestra vida; hay orden y hay modo de avanzar’… Y tuvo razón”.
Un cuarto se siglo creando juguetes
“Pepe” Ulloa relata que su pasión por el arte de tallar y construir juguetes de madera comenzó desde los 18 años.
“Siempre me atrajo todo eso de andar metiendo mano en la mecánica, la plomería o la madera”, dice.
Hoy en su hogar de Fullerton dedica una o dos horas diarias al tallado de madera. Tiene un torno especial y todas las herramientas necesarias para crear, armar y barnizar hermosos juguetes, desde carritos, tanquecitos de guerra, cunas para muñecas, barcos y joyeros.
Ulloa es integrante de la Asociación de Trabajadores de la Madera del condado de Orange, que preside James Santhon. Es un grupo de unos 150 “carpinteros” afiliados a la organización sin fines de lucro, misma que hace 25 años comenzó a construir juguetes para regalarlos en Navidad.
Este año, él y sus demás colegas —entre los que hay albañiles, doctores, dentistas, arquitectos e ingenieros— se dedicaron a empacar unos 40,000 juguetes, los cuales guardaron en un almacén en la ciudad de Anaheim.
Sin embargo, destaca que no sabe qué harán para en 2019, ya que el propietario de Anderson Plywood —el señor Jim Anderson— falleció y era quien les prestaba la bodega donde guardaban los juguetes.
“La pérdida de Jim ha sido un duro golpe, pero habrá que conseguir un sitio para poder seguir llevando estos juguetes a los niños pobres”, dice.
Obsequios en agradecimiento
Los 150 miembros de la asociación, aparte de pagar una membrecía anual de 40 dólares realizan dos subastas anuales para comprar madera, tornillos, cuerdas y todos los artículos que requieren para completar un juguete, aunque la inversión más grande que realizan es el tiempo que le dedican a su pasión por trabajar la madera.
“Hay gente del club que le dedica ocho horas diarias, como si fuera un trabajo de 40 horas a la semana”, dice “Pepe”.
“Para algunos aparte de ser su pasatiempo, esto es su vida porque ya están jubilados. De hecho, yo soy uno de los más jovencitos del grupo”.
Además de los juguetes, los integrantes de la asociación elaboran hermosos bolígrafos de madera que se envían por correo certificado a los miembros activos y veteranos del servicio militar de Estados Unidos, ya sea que estén en alguna base, heridos o en un hospital.
Cada bolígrafo lleva una etiqueta con el nombre de la persona del club que la hizo, y con un mensaje de agradecimiento por el servicio que prestan a la nación.
Él lo hace porque le vienen a la memoria los recuerdos cuando fue reclutado por la Naval estadounidense, en la década del 60’, para ir a la Guerra de Vietnam.
“En esta vida hay que ser agradecidos y solidarios con los que menos tienen”,
afirma.
“Hay que agradecer por todo lo que tienen y apreciar lo poco o mucho que sea porque hay muchos que entre más tienen más quieren y no saben lo bonito que se siente regalar… Lo digo porque mi padre me dijo alguna vez ‘No friegues a otro ser humano, al contrario, ayúdale a ser feliz”..