Los nacimientos, una tradición navideña
El sueño de Enedina Amezquita desde niña ha sido estar entre el nacimiento del Niño Dios
Son cientos, o tal vez miles las piezas religiosas y figuritas que adornan el Nacimiento del Niño Jesús y toda un pueblo navideño dentro de una casa en la ciudad de Lynwood, al sureste de Los Ángeles.
Orgullosa, la dueña Enedina Amezquita cuenta que desde que ella y su esposo Adolfo Amezquita, emigraron de México a Estados Unidos en 1968 se dieron a la tarea de compartir sus tradiciones religiosas con sus cuatro hijos.
“Todos nacieron aquí y no quería que se les olvide [la tradición] porque no estamos en México y que cuando regresaran preguntaran qué, qué es eso”, dijo Enedina, de 78 años. “Empecé con un nacimiento chiquito cuando mis hijos eran chiquitos, después fue creciendo”, aseveró la mujer, cuyo hijo mayor acaba de cumplir los 50 años.
Y pese a que sus hijos ya crecieron y tienen sus propias familias, ella continua poniendo su pesebre, ahora para sus nietos y toda la comunidad que lo visitan durante las fiestas decembrinas. Propios y extraños, de lejos y de cerca, llegan a la casa de los Amezquita para admirar toda una obra de arte navideña creada por una persona.
Versión Estadounidense
El nacimiento ha crecido tanto que ya ocupa un cuarto completo de la casa. Y de igual forma va creciendo la pasión de Enedina, quien desde hace años se ha dado a la tarea de alternar sus versiones.
Este año tocó la versión estadounidense.
“Tengo la versión mexicana también, pero las cambio cada año para que las personas no se vayan a aburrir”, dice Enedina, quien también es anfitriona de las tradicionales posadas navideñas.
En el nacimiento de este año se pueden admirar las diminutas figuras por doquier; personas, animales, casitas, iglesias, árboles y edificios, entre muchas otras decoraciones.
Y una de las atracciones más espectaculares es un caminito que representa el tradicional Desfile de las Rosas.
Enedina cuenta que las decoraciones, en su mayoría, son compradas en tiendas a precio de descuento, regaladas o hasta recicladas.
“A veces me traen figuritas que ya no les sirven y yo les pongo una patita de madera y las arreglo para el nacimiento…También guardo la esponja que llega en las cajas por correo y lo ocupo para que sea la nieve”, explica.
Mientras tanto, su esposo Adolfo le ayuda siguiendo las instrucciones que ella le da.
“Solo ella sabe dónde pone todo y si yo le ayudo no queda como ella quiere”, dice el hombre de 80 años.
Un sueño de niña
Enedina reconoce que tal vez esta pasión por crear un nacimiento tan icónico data de su niñez. Después de mudarse de su natal San Julián, Jalisco al vecino estado de León, Guanajuato comenzó a ver los nacimientos.
“En San Julian no se veían nacimientos y en León sí. Yo lo veía y decía, ‘Como quiero vivir en el nacimiento’”, recordó.
Desde entonces ella se dio a la tarea de comenzar a ponerlos. En casa cuando recibían tarjetas navideñas enviadas de familiares en Estados Unidos ella les daba doble uso.
“Yo les cortaba las figuritas y las que tenían ventanitas les ponía foquitos atrás y las ponía en el nacimiento”, dijo.
Y en su memoria de igual manera mantiene vivas las posadas en México y sobre todo cuando se rompían las piñatas.
“Estaban llenas de frutas, naranjas, cañas, cacahuates y cuando caía la fruta se veía tan bonita”, dijo Enedina, quien orgullosa presta su casa para que se hagan las posadas.
‘Me encomiendo a Dios’
Enedina cuenta que cada año comienza a poner su nacimiento en el mes de octubre y se pone en ‘manos de Dios’ para que le dé fuerzas y visión.
“Bajo todas las cajas que tengo en el garaje y cuando estoy a punto de ponerlas me encomiendo a Dios porque a veces no sé ni cómo le voy a hacer para poner todo”, dice. “Cuando ya termino le digo a Dios, ‘Gracias Señor porque sin ti no soy nada’”.
Una vez terminado el nacimiento, los visitantes llegan y muchos quedan anonadados con tanto trabajo reflejado en la enorme escena navideña.
“La gente me dice, ‘Yo no sé cómo le haces para hacer todo ese trabajo, yo jamás lo haría’”, relata.
Para el momento más importante, que es la noche del 24 de diciembre, Enedina y Alfonso se encargan de acostar a su Niño Dios que tiene 80 años de antigüedad, en el pesebre de su nacimiento.
Adolfo cuenta que es el mismo Niño Dios que su madre se ganó en una rifa el día que él nació.
“Dicen que cuando se enteró que había ganado la rifa, me dejó en la cama y salió corriendo para recoger su Niño Dios”, dice entre risas. “Cuando ella falleció nosotros nos lo trajimos [a Estados Unidos]”.
Enedina asegura que mantener la tradición viva de las posadas y el Niño Dios es algo incomparable y además muy bien recompensada para ella al ver que su familia sigue la tradición
“El 24 aquí se viene la familia y abren los regalos”, cuenta Enedina. “Es algo muy bonito”.