‘Maduro parece más democrático que Trump’
Columna de opinión de Néstor Fantini, profesor de sociología en Rio Hondo College, California
Entiendo perfectamente por qué Donald Trump y la derecha republicana pregonan el derrocamiento del presidente venezolano Nicolás Maduro. Son parte de una dicotomía ideológica diametralmente distinta. Pero los demócratas y algunos supuestos liberales que repiten el mismo cántico, ¿están desinformados o en realidad ya han sido captados por el discurso neoconservador de los John Boltons y Marco Rubios de este mundo?
¿Acaso olvidamos que Trump llegó a la Casa Blanca gracias a una tecnicidad constitucional? Nadie puede olvidar que, en la histórica elección de 2016, más de la mitad del electorado estadounidense votó en su contra. Más específicamente, Donald Trump obtuvo casi 3 millones de votos menos que Hillary Clinton. Lo que posibilitó que la derrota matemática se transformara en un triunfo legal fue un oscuro y cuestionable Colegio Electoral que muchos vienen caracterizando como un anacronismo antidemocrático.
Por el contrario, Nicolás Maduro y Hugo Chávez, su antecesor, llegaron a la presidencia de Venezuela a través de consultas electorales que, en muchos casos, contaron con veedores internacionales que confirmaron su legitimidad. Y no fue simplemente una o dos elecciones. Fueron elegidos y reelegidos una y otra vez. Chávez ganó en 1998 y 2000; salió victorioso en el referéndum de 2004; fue reelegido en 2006; y de nuevo triunfó en 2012.
Nicolás Maduro también demostró claramente que cuenta con el apoyo del electorado. No solamente obtuvo una clara victoria en las elecciones de 2013 sino que fue reelegido en 2017. Y para que no quedara duda alguna, la Corte Suprema de Venezuela confirmó la legitimidad de la elección.
Es tan clara la tolerancia del partido gobernante que cuando la oposición ganó control de la Asamblea Legislativa en las elecciones de 2015, el gobierno aceptó la derrota. Si el gobierno de Maduro fuese una dictadura, ¿no hubiera cambiado los resultados? ¿Qué dictadura le regala una Asamblea Legislativa a la oposición?
Algunos argumentan que Chávez y Maduro manipularon al electorado y que la Corte Suprema venezolana fue reconfigurada para favorecer a los chavistas. ¿Pero no se dice lo mismo de la democracia estadounidense? ¿Acaso Donald Trump no llegó al poder gracias a Wikileaks y la inteligencia rusa? ¿Acaso la Corte Suprema de Estados Unidos no fue reconfigurada con maniobras cuasi ilegales cuando los senadores republicanos le negaron al presidente Barack Obama el nombramiento de Merrick Garland en la corte?
La hipocresía de algunos estadounidenses los lleva a minimizar las manipulaciones de Trump y a magnificar las maniobras políticas del oficialismo en Venezuela. Un doble standard inaceptable.
Aparte, muchos se hacen los desmemoriados y no quieren recordar que ya, en 2002, el Departamento de Estado estaba golpeando las puertas de los cuarteles venezolanos y terminaron apoyando un golpe militar que derrocó al presidente constitucional Hugo Chávez. Una breve aventura que duró 48 horas antes que los venezolanos, en grandes manifestaciones populares, lo repusieran en el poder.
El fallido golpe de estado debería recordarnos el atroz récord del intervencionismo estadounidense en América Latina. En 1846, Estados Unidos invadió México. En 1903, se orquestó una maniobra para separar a Panamá de Colombia. En 1954, la Central de Inteligencia Americana (CIA) organizó un golpe contra el presidente guatemalteco Jacobo Arbenz. La fallida invasión de Bahía de los Cochinos, en Cuba (de nuevo con la CIA), se dio en 1961. Y en 1965 se organizó la invasión de la República Dominicana. En la década de 1970, se ayudó a derrocar al presidente chileno Salvador Allende y se apoyó el golpe de una Junta Militar en Argentina. En los 80s, Estados Unidos financió y asesoró militarmente a los Contras en su lucha contra el sandinismo nicaragüense, se invadío Granada (1983) y también Panamá (1989). A Haití le tocó el turno en 1994 y en 2009 se apoyó el golpe que derrocó al presidente Manuel Zelaya en Honduras.
¿Qué parte del intervencionismo estadounidense no se entiende? Es más, ¿qué tipo de ética política justifica la intervención en los asuntos internos de otro país de manera sistemática?
Venezuela está dividida, tan dividida como lo está Estados Unidos. Venezuela tiene gente en la calle que demanda el derrocamiento de su líder. Tanta gente como la que en Estados Unidos demanda la remoción de un autoritario Donald Trump que defiende a los peores dictadores del mundo, a quien se lo acusa de ser agente de la inteligencia rusa, que fomenta la intolerancia, que defiende a los millonarios, que se burla de nuestras instituciones democráticas.
¿No habría que derrocar a Donald Trump, a través del juicio político, antes que andar pregonando golpes de estado en otros países soberanos?
Néstor Fantini es profesor de sociología en Rio Hondo College, California.