Informe oficial del accidente del avión en el que pereció el futbolista argentino Emiliano Sala
Respuestas e incógnitas de la desgracia...
El avión que trasladaba a Emiliano Sala desde Nantes a Cardiff descendió más de 1000 metros en 112 segundos. Antes de estrellarse contra el mar, el piloto intentó una maniobra brusca: un giro de 180 grados y un ascenso hasta los 700 metros de altura. Esa es la última posición del Piper Malibu en el que viajaba el futbolista argentino de 28 años. El fuselaje del avión se encontró a 30 metros de distancia de la posición final, y en el lecho del mar, a unos 68 metros de profundidad. La aeronave estaba partida en tres partes, unidas por los cables, y sin rastros ni de las alas ni del piloto, David Ibbotson, de 59 años. Las evidencias están incluidas en el reporte preliminar de la junta que investiga los accidentes aéreos en Inglaterra (AAIB, en inglés), divulgado hoy. El reporte, de 16 páginas, aporta otras certezas.
1. El avión tenía mantenimiento
El Piper Malibu patente N264DB había recibido un mantenimiento anual el 30 de noviembre de 2018. Fueron 100 horas de chequeos y tenía el certificado de la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos, país en el que estaba registrado. Al momento de la revisión, registraba 6636 horas de vuelo.
2. No estaba habilitado para vuelos comerciales
Como era una aeronave registrada en Estados Unidos, no se podía utilizar para vuelos comerciales sin el permiso de la FAA estadounidense y de la CAA del Reino Unido. No hay ninguna evidencia de que tales permisos se hubiesen pedido. Es más, la CAA le avisó a la AAIB que no había ningún registro para operar vuelos comerciales con esa aeronave. Por lo tanto, y más allá de la licencia que tuviera el piloto, el Piper Malibu no podía hacer vuelos que implicaran una contraprestación económica.
3. La licencia y el historial de vuelos del piloto se perdieron
El informe destaca que tanto la licencia como el historial de las horas de vuelo del piloto, de 59 años, se perdieron en el accidente. De todas formas, la licencia PPL que tenía Ibbotson no estaba habilitada para hacer vuelos pagos (a cambio de una recompensa monetaria): necesitaba una licencia comercial. Según la AAIB de Reino Unido, Ibbotson ya había hecho varios vuelos bajo la modalidad de “costos compartidos”, es decir, poniendo parte del dinero de su bolsillo. El beneficio para los pilotos es que de esa manera adquieren horas de vuelo a un precio más barato. Los vuelos de “costo compartido” tienen regulaciones diferentes al de los viajes comerciales, pero el reporte de la AAIB establece que el piloto tiene que hacerse cargo de la proporción prorrateada que le corresponde de los gastos operativos. En este caso había dos personas en el vuelo (el único pasajero era Emiliano Sala). Suena curioso, entonces, que Ibbotson se haya hecho cargo de la mitad de los gastos del vuelo cuando tenía su tarjeta de crédito bloqueada y todos los reportes en la prensa inglesa apuntan a una mala situación económica, con deudas de todo tipo.
Y hay más, el reporte de la AAIB (traducido al castellano por la Junta de Investigación de Accidentes de Aviación Civil de Argentina) establece que “el piloto debe tener un propósito genuino (también conocido como un propósito común) para realizar el vuelo y debe dictar cuándo el vuelo está para salir. El vuelo no se debe realizar con el propósito solamente de trasladar al pasajero”. En este sentido, el objetivo del viaje era claramente trasladar a Emiliano Sala desde Nantes, donde había jugado en el club de la ciudad, a Cardiff, donde cumpliría su sueño de disputar la Premier League inglesa. La prensa inglesa recuerda que el viaje lo realizaría el habitual piloto contratado por Mark McKay, el intermediario en la operación que terminó con Sala en Cardiff a cambio de 18 millones de libras. Pero David Henderson resolvió (por razones que se ignoran) trasladarle el trabajo a su amigo Ibbotson. “¿Querés irte un fin de semana a Nantes?”, le preguntó Henderson a Ibbotson para saber si estaba interesado en el viaje. Henderson, incluso, le pagó el hotel en la ciudad francesa a su amigo Ibbotson.
4. Los asientos encontrados en la costa francesa eran del avión de Sala
El reporte de la AAIB revela que los dos asientos encontrados por una señora en la costa francesa, en la península de Contentin, pertenecen efectivamente al Piper Malibu en el que viajaba Sala. Allí también se encontraron dos apoyabrazos y posibles restos del fuselaje del avión. En la costa norte de Jersey (otra isla inglesa en el Canal de la Mancha) apareció otro de los almohadones de los asientos.
5. El avión tenía instrumental para evitar el congelamiento
Contra lo que se presuponía en las primeras horas posteriores al accidente, el Piper Malibu estaba equipado con aparatos para poder volar en condiciones de congelamiento. Y también podía hacer vuelos nocturnos. Dice el reporte: “El N264DB estaba equipado con un sistema de protección de hielo que le permitía volar en condiciones de congelamiento conocidas. También estaba equipado con equipamiento que le permitía volar en forma segura de noche en condiciones meteorológicas instrumentales”.
6. La aeronave no tenía caja negra, pero no era obligatoria
De acuerdo con el reporte, la aeronave no contaba con un registrador de datos de vuelo protegidos ante accidente (conocido como “caja negra”) o registrador de voz de cabina, pero en función del peso del Piper Malibu, ninguno de los dos era obligatorio. Si la aeronave hubiera contado con alguno de los dos instrumentos, los investigadores podrían saber con exactitud qué fue lo que ocurrió con el vuelo.
Las cinco incógnitas
La investigación preliminar no logra establecer las razones por las que el avión se fue a pique. En función de la escasa distancia entre la última posición en el radar y el lugar en el que fue hallado (apenas 30 metros) pudo haberse tratado de una caída libre. Tampoco concluye si el accidente se haya debido a las condiciones climáticas que en ese momento había en Guernsey (lluvias y alerta de congelación por debajo de los 914 metros sobre el nivel del mar), o a una falla humana.
El reporte de la AAIB no dice ni una línea sobre la posición en la que pudo haber quedado el cuerpo de Ibbotson. Sólo aclara que las imágenes entregadas por el vehículo remoto que filmó los restos del avión en las profundidades del mar mostraron un cuerpo. Y era el de Emiliano Sala.
Tampoco confirma en qué condiciones se pactó el trayecto Cardiff-Nantes, ni si efectivamente fue David Henderson (el piloto “titular”) quien corrió con los gastos del viaje. Se supone que Ibbotson fue el piloto en el viaje de ida (Cardiff-Nantes) y que se quedó en la ciudad francesa todo el fin de semana, tal como le había sugerido su amigo Henderson.
El reporte preliminar de la IIAB no establece si el plan de vuelo para llegar en línea recta desde Nantes a Cardiff estuvo mal confeccionado, tal como habían adelantado varios medios de Francia e Inglaterra. Tampoco aclara si hubo o no una advertencia de los controladores aéreos de Nantes al piloto. Sí se sabe que los datos habían sido cargados a la nube, y que Ibbotson accedía a todos los parámetros (climáticos y de navegación aérea) a través de su computadora portátil, que no pudo rescatarse.
Hay cuatro puntos sobre los que la junta continuará investigando: 1) La información de los radares, para comprender los últimos minutos del vuelo. 2) La influencia de las condiciones meteorológicas. 3) En qué condiciones ingresó el Piper Malibu a las aguas del Canal de la Mancha. 4) Establecer si los criterios reglamentarios del vuelo se habían cumplido, sobre todo los referidos a la “aeronavegabilidad, permisos de la aeronave y licencias de la tripulación del vuelo”.