La “deshumanizante” sensación de ser vigilado en el trabajo todo el tiempo

Cada vez más empresas recurren a técnicas para controlar lo que hacen los trabajadores

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Crédito: Getty Images

Vigilancia en el lugar de trabajo: ¿se trata de mejorar la productividad o es solo una manera de controlar a los trabajadores y prescindir de los que no se empeñan lo suficiente?

Courtney Hagen Ford, de 34 años, dejó su trabajo como empleada de un banco porque la vigilancia a la que estaba sometida le parecía “deshumanizante“.

Su jefe registraba el número de pulsaciones que hacía en el teclado y utilizaba un software para monitorear cuántos de los clientes a los que atendía pedían préstamos y cuentas de pago.

“La presión sobre las ventas fue implacable”, recuerda. “Era horrible“.

Decidió que antes que eso prefería vender comida rápida, pero, paradójicamente, dejó el banco para hacer un doctorado en tecnología de vigilancia.

Hagen Ford no es la única que siente rechazo por este tipo de vigilancia. Se trata de un sentimiento que está en auge en todo el mundo a medida que las empresas intentan exprimir más la productividad de sus trabajadores y ser más eficientes.

Courtney Hagen Ford

Courtney Hagen Ford
Para Courtney Hagen Ford el monitoreo a la que la sometía su empresa era “deshumanizante”.

El año pasado, más de la mitad de las empresas con más de 750 millones de dólares de ingresos anuales utilizaron técnicas de monitoreo “no tradicionales” sobre sus trabajadores, asegura Brian Kropp, vicepresidente de la compañía de investigación Gartner.

Estas técnicas incluyen herramientas para analizar correos electrónicos, conversaciones, uso de computadoras y los movimientos de los empleados en la oficina.

Algunas empresas también controlan ritmos cardíacos y patrones de sueño para ver cómo afectan al rendimiento de los trabajadores.

En 2015, un 30% de las empresas utilizó estas herramientas. Kropp augura que el año que viene lo harán el 80%.

Y el análisis de la fuerza laboral de una empresa será una industria de 1.870 millones de dólares en 2025, según el Grand Review Research de San Francisco, una prestigiosa base de datos de investigación de mercado.

¿Por qué les interesa tanto a las empresas?

Ben Waber, director ejecutivo de Humanyze, una empresa dedicada a analizar lugares de trabajo de Boston, dice que estas técnicas ofrecen a las empresas la capacidad de evaluar el desempeño y la interacción de su personal, lo que puede ser bueno para la empresa pero también para los trabajadores.

Su compañía recopila el rastro que dejan los correos electrónicos y las aplicaciones de mensajería instantánea de los empleados, y utiliza micrófonos con identificación por radiofrecuencia (RFID).

Ben Waber, CEO de Humanyze

Robin Lubbock
Ben Waber, de Humanyze, cree que las empresas necesitan más información sobre cómo funcionan las técnicas de monitoreo de los trabajadores.

Estos artilugios pueden verificar cuánto tiempo pasan hablando, su volumen y tono de voz, e incluso permiten saber si dominan las conversaciones.

Si bien puede parecer intrusivo, por no decir espeluznante, sus partidarios argumentan que también puede proteger a los empleados ante la intimidación y el acoso sexual.

Y algunos de estos análisis de datos pueden producir resultados inesperados, asegura Waber.

Por ejemplo, una gran empresa de tecnología descubrió que los programadores que comían en mesas para 12 personas tendían a ser mejores en el trabajo que los que normalmente se sentaban en mesas de cuatro personas.

Las mesas más grandes permitían una mayor interacción con el personal de otras áreas de la compañía, asegura, lo que favoreció el intercambio de ideas.

Las mesas de almuerzo más grandes “llevaron a una diferencia de más del 10% entre los trabajadores”, según Waber.

Se trata de un dato que probablemente no se habría detectado sin ese análisis.

Implantar chips bajo la piel

Pero, en los últimos años, un espacio de trabajo de oficina compartida en Estocolmo llamado Epicentre, situado en un edificio de alta tecnología, fue mucho más allá.

La empresa ofreció a sus trabajadores la posibilidad de implantarse en la mano un chip de identificación por radiofrecuencia del tamaño de un grano de arroz.

Este implante sirve para acceder a puertas que se abren electrónicamente, para intercambiar contactos o para monitorear la relación entre la velocidad de escritura y la frecuencia cardíaca, explica Hannes Sjöblad, de Epicenter, que se implantó el chip.

El implante “no puede transmitir ningún dato a menos que se coloque a menos de un centímetro de un lector, por lo que la persona que lleva el chip controla cuándo se permite extraer datos”, asegura.

La implantación de chips puede parecer algo extremo, pero hay un paso relativamente pequeño desde las tarjetas de identificación y la biométrica a estos dispositivos, asegura el profesor Jeffrey Stanton, de la Universidad de Syracuse, que investiga el estrés relacionado con el trabajo.

Mientras se trate de proyectos voluntarios, “probablemente cada vez aparecerán más usos ventajosos que harán que un número sustancial de trabajadores opten por tener un chip implantado”, afirma.

Pero si los chips se usan para reducir el tiempo de inactividad o los descansos, “probablemente les estemos dando un mal uso”, explica.

Y cuando estas herramientas de vigilancia “quitan autonomía”, es cuando más impopulares resultan.

La importancia de ser transparente

Brian Kropp

Gartner
Brian Kropp, de la empresa Gartner, asegura que una mala comunicación por parte de los directivos puede afectar a los proyectos de monitoreo de los trabajadores.

Depende mucho de cómo se comuniquen estas iniciativas de monitoreo, argumenta Kropp, de la empresa Gartner.

En 2016, el periódico británico ‘The Telegraph’ instaló dispositivos de monitoreo de calor y movimiento bajo los escritorios de los empleados.

Mientras que la empresa aseguró que era para saber qué escritorios estaban ocupados con fines de administración de energía, los trabajadores pensaron que los espiaban y organizaron una revuelta.

Tras 24 horas, los dispositivos fueron retirados.

Si los jefes no comunican las novedades de manera efectiva, los empleados asumen lo peor, dice Kropp.

Pero si los directivos detallan abiertamente la información que están recopilando y qué están haciendo con ella, el 46% de los empleados están “generalmente de acuerdo”.

Aunque muchas de estas técnicas de monitoreo utilizan datos anónimos y la participación es voluntaria, muchos trabajadores se muestran escépticos y temen que les quiten libertad.

En los países menos liberales, los trabajadores ni siquiera tienen opción de escoger.

Pero, para algunos, los beneficios de la aplicación de estas técnicas son obvios.

Las ventajas

Jessica Johnson

Jessica Johnson
Jessica Johnson asegura que el software de seguimiento de su lugar de trabajo la ayuda a lidiar con la narcolepsia que padece.

“Tengo un trastorno que se llama narcolepsia“, explica Jessica Johnson, de 34 años, de Canberra (Australia).

Johnson se queda dormida durante cortos períodos de tiempo durante el día, y luego se despierta desorientada.

“Esto afecta a mi memoria y mi capacidad de concentración”, explica.

La joven trabajó con una compañía de seguros donde los empleados utilizaban un programa llamado Timely para registrar las horas facturables.

Ese programa le era útil para identificar rápidamente lo que estaba haciendo antes de quedarse dormida y continuar donde lo había dejado.

“Te lo instalas en el teléfono, y luego en la computadora, y así obtienes todos los datos”, dice Mathias Mikkelsen, director ejecutivo de Timely en Noruega.

“Los algoritmos analizan todos los datos y producen gráficos”, dice.

Así puedes ver cuánto tiempo pierdes en reuniones improductivas, por ejemplo, o respondiendo a correos electrónicos.

Y te podría permitir mostrar a los gerentes que “gastas mucho tiempo en cosas para las que no te contrataron”, asegura Mikkelsen.

Así, la vigilancia en el lugar de trabajo podría ser útil para los trabajadores y útil para las empresas que buscan ser más eficientes y rentables.

Pero si se implementa de manera incorrecta, también podría convertirse en una impopular herramienta de opresión que se vuelva contraproducente.


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