Cómo Sudán se está convirtiendo en el campo de batalla entre Arabia Saudita y Turquía
Existe el peligro de que las protestas populares que están sacudiendo Sudán puedan estar muy influenciadas por actores externos
Desde el surgimiento de la llamada “Primavera Árabe” en Medio Oriente hace ocho años, esta región ha experimentado un cambio profundo.
En muchos casos, los gobiernos autoritarios no sufrieron ningún desafío importante. En otros lugares, lograron retomar el poder rápidamente, como pasó en Egipto, y en alguno más lentamente y sólo de forma parcial, como es el caso de Siria.
Pero el caos y el baño de sangre vivido en Siria responde en gran medida a la influencia de actores externos.
Y ahora hay el riesgo de que una segunda ola de descontento popular -especialmente en Sudán- pueda estar muy influenciada por otros países.
Eso no quiere decir que Sudán esté en riesgo de seguir el camino de la división y de las duras luchas entre comunidades que han plagado Siria.
Pero muchos de los mismos factores que están dando forma al Medio Oriente contemporáneo están operando también en Sudán.
Particularmente, el creciente papel de Arabia Saudita que, junto a sus aliados del Golfo, está librando una batalla de influencias en muchos frentes en contra de Qatar y, en especial, Turquía.
Esta rivalidad regional se explica y es facilitada en gran medida por la destacada ausencia de Estados Unidos como un actor diplomático importante. Ellos también han sido parcialmente eclipsados por Rusia, que ha usado su presencia en Siria como un medio para volver a ocupar su lugar en la mesa diplomática de Medio Oriente.
Protestas que no son escuchadas
De forma notable, los sauditas han tomado y mantenido la iniciativa diplomática.
Ellos junto a Emiratos Árabes Unidos han dado ayuda financiera a Sudán, incluyendo una inyección inmediata de efectivo y transferencias de petróleo barato, alimentos y medicinas.
Abu Dabi ha acogido negociaciones entre varios grupos armados acerca de futuros acuerdos políticos.
Mientras Egipto, otro aliado de Riad, también ha tenido un papel al usar su músculo diplomático en la Unión Africana.
Mientras los sauditas parecen estar apoyando a los generales del país, Turquía y Qatar están más alineados con los islamistas de Sudán.
Debería destacarse claramente que ninguno de estos actores externos está muy interesado en las voces de las protestas populares en el país ni en el desarrollo de un Sudán realmente democrático.
Cada uno de ellos quiere ver la estabilidad por sus propias razones.
Lo que hay realmente son dos “marcas” de autoritarismo que buscan empujar a sus partidarios hasta posiciones desde las cuales ellos puedan influir sobre el futuro en Jartum.
Sudán ha cambiado su propio alineamiento de forma significativa.
Hace una década, antes de la Primavera Árabe, era visto como un estado que patrocinaba el terrorismo; era objeto no solo de sanciones estadounidenses por su comportamiento en el conflicto de Darfur sino que era objetivo de ataques de misiles lanzados por Washington.
Sudán era visto como un amigo de los islamistas y de Irán. Posteriormente, los sauditas se las arreglaron para atraer a Sudán hacia una amplia coalición sunita.
No es, pues, por accidente que un significativo contingente militar sudanés se haya unido a Arabia Saudita en su controversial campaña en Yemen.
Más recientemente, la lealtad de Sudán ha estado en disputa.
En marzo de 2018, Qatar, Turquía y Sudán firmaron acuerdos para el desarrollo del puerto de Suakin, en el Mar Rojo, y para la probable instalación de una pequeña base naval turca allí.
De hecho, Qatar fue el primero en recibir las llamadas del entonces presidente Omar al Bashir, cuando las protestas se iniciaron en enero. Ahora, sin embargo, parece ser el eje saudita el que ejerce mayor influencia.
La ausencia de los grandes actores
Pese a todo, mucho aún será decidido por la valentía de la gente que ha estado manifestando en las calles. No hay un modelo listo para ser aplicado a Sudán desde el exterior.
Pero, el rumbo de esta crisis es educativo.
Los grandes actores internacionales –la ONU, la Unión Europea, la Unión Africana, entre otros– apenas han estado presentes.
Y en cierta medida esto se debe a que, para bien o para mal, una de las grandes fuerzas galvanizadoras de la política en la región está ausente.
El gobierno de Estados Unidos, liderado por Donald Trump, no está -para decirlo de la forma más sencilla- muy interesado en Sudán.
El atrincheramiento diplomático parece ser la orden del día. Washington no parece muy interesado en la región en general y envía constantes señales de que quiere reducir su implicación militar allí tanto como sea posible.
Estados Unidos mantiene fuerzas en Siria pero está lejos de ser quien marca la pauta en relación con el futuro diplomático de ese país.
Muchos analistas ven la falta de interés de la Casa Blanca en Sudán como una oportunidad perdida por Estados Unidos para liderar un proceso diplomático que podría ayudar a perfilar el futuro del país.
Y para muchos, hay algo más que una fuerte sospecha de que es poco probable que Trump actúe en contra del interés de su gran aliado saudita.
Recuerda que puedes recibir notificaciones de BBC News Mundo. Descarga la última versión de nuestra app y actívalas para no perderte nuestro mejor contenido.
https://www.youtube.com/watch?v=rCXa2gRXlcM