Los beneficios y los peligros del “gaman”, el arte de la paciencia y la perseverancia de la sociedad de Japón
En Japón, la paciencia y la resistencia ante las condiciones adversas son un valor social con nombre propio: el gaman
Los días laborales en Tokio suelen empezar a bordo del sistema de metro más ocupado del mundo.
De acuerdo con un reporte del Foro Económico Mundial de 2018, cerca de 20 millones de personas usan este medio de transporte en la capital de Japón todos los días.
Este puede ser un proceso estresante conforme los pasajeros pasan apresurados en todas direcciones.
En las plataformas, por ejemplo, las personas se amontonan en una estrecha fila junto a las puertas del tren para no obstruir el paso de los pasajeros que salen y luego entrar en multitud al metro, donde moverse entre tanta gente resulta casi imposible.
Sin embargo, a pesar de lo concurrido que pueda estar metro, el silencio suele prevalecer.
El comportamiento tranquilo y ordenado suele ser característico incluso entre las multitudes más grandes en Japón.
De hecho, algo que suele sorprender a visitantes extranjeros es la disposición de los japoneses a esperar pacientemente por cosas como el transporte, los lanzamientos de marcas o asistencia en situaciones como el devastador terremoto y el tsunami de Fukushima, ocurrido hace ocho años.
Sin embargo, este comportamiento ordenado no se da sin su dosis de esfuerzo. Y esta actitud de paciencia y resistencia en Japón se conoce como “gaman“.
Perseverancia en tiempos difíciles
El “gaman“, en pocas palabras, es la idea de que los individuos deben mostrar paciencia y perseverar ante situaciones adversas para así mantener la armonía en los lazos sociales.
El concepto implica un cierto grado de autocontrol: pones freno a tus sentimientos para evitar la confrontación. Se ve como un deber y como una señal de madurez.
David Slater, profesor de antropología y director del Instituto de Cultura Comparativa de la Universidad Sophia de Tokio, describe al gaman como un conjunto de estrategias para lidiar con los eventos fuera de nuestro control.
“Las personas desarrollan la habilidad de perseverar y tolerar cosas inesperadas o malas, difíciles de superar”, dijo.
La base de esto, explicó Noriko Odagiri, profesor de psicología clínica en la Universidad Internacional de Tokio, radica en la importancia que le dan los japoneses a no decir demasiado y a reprimir los sentimientos negativos hacia los demás.
El entrenamiento para desarrollar gaman empieza temprano. Los niños, por ejemplo, lo aprenden de los padres. La paciencia y la perseverancia también son parte de la educación, desde la primaria.
“Las mujeres en particular. Se nos educa para hacer gaman lo más posible”, dijo Odagiri.
Esta autodisciplina se puede manifestar a largo plazo en situaciones como estar en un trabajo desagradable o tolerar a un colega molesto. Y a corto plazo al ignorar a un pasajero molesto o a alguien que se salta la fila, por ejemplo.
Yoshie Takabayashi, de 33 años, quien se dedicaba al trabajo de platería en Tokio antes de casarse, se mudó a Kanazawa y tuvo hijos.
Al preguntarle sobre cuándo usa gaman, ella destaca el cambio que tuvo su vida tras dar a luz y el hecho de que ya no puede hacer las cosas de las que solía disfrutar. También habló de un bully en su trabajo a quien tuvo que adular para recibir un entrenamiento importante, evitar problemas y conservar su empleo.
“Cuando recuerdo esos momentos, mi jefe no hizo nada para ayudar. Tuve que renunciar. Pero mis padres y todos a mi alrededor que empezaban a trabajar me alentaron para que mejorara. No me di cuenta de cuánto gaman dediqué a eso”, dijo ella.
‘Embellecer el gaman’
La cultura de gaman se originó en las enseñanzas budistas en torno a la búsqueda de superación personal para luego convertirse en un mecanismo de perseverancia para navegar entre grupos sociales.
Esta filosofía se perfeccionó durante el auge económico de la posguerra en Japón cuando el trabajo se convirtió en la base de la reconstrucción del país, lo que significaba sacrificar tiempo con la familia y largas horas en la oficina.
Algunos ven la perseverancia del gaman como la característica principal de Japón.
“Es el aspecto más representativo de los japoneses, pero tiene aspectos positivos y negativos”, dijo Nobuo Komiya, un criminólogo de la Universidad de Rissho en Tokio.
Komiya considera que la vigilancia mutua, el autocontrol y las expectativas sociales asociadas con gaman son factores que contribuyen al bajo índice de criminalidad en Japón. Cuando las personas se cuidan mutuamente, todos son más conscientes de sus acciones.
Pero no se trata solo de las dinámicas de grupo.
“Es importante recordar que gaman beneficia a la persona”, dijo Komiya. “Significa que no pueden ser despedidos del trabajo y tampoco pueden beneficiarse de relaciones continuas con las personas a su alrededor”.
Pero gaman también impone presión sobre el individuo. Muchos en Japón esperan que los demás sepan cómo se sienten en lugar de expresarse de manera directa y esto puede llevar a que la presión se acumule.
“Demasiado gaman tiene un impacto negativo en nuestra salud mental”, dijo ella. “A veces, cuando las personas acumulan demasiada negatividad, el gaman se convierte en una enfermedad psicosomática”.
El gaman también puede atrapar a las mujeres en matrimonios infelices. “Nuestra sociedad espera que las mujeres sean calladas y humildes, por lo que suelen evitar expresar sentimientos negativos”, dijo Odagiri.
Entonces, cuando deciden divorciarse, se dan cuenta de que no pueden ya que dejaron de lado sus carreras para darle prioridad a su familia. Dejan de ser independientes financieramente.
Komiya vincula el reciente aumento en los informes de acoso sexual y acoso con la ruptura de las estructuras sociales que dan prioridad al grupo sobre el individuo.
“Los japoneses dicen que el gaman es una virtud nacional, pero en realidad fue un medio para mantener el grupo”, dijo el experto. Actualmente las personas se sienten menos propensas a ser excluidas si expresan lo que piensan.
¿Por qué el gaman es la economía colaborativa?
La sociedad está cambiando. Hace 30 años, los trabajos en Japón eran de por vida. Tradicionalmente, los hombres trabajaban largas jornadas para obtener antigüedad en la empresa en la que pasarían toda su carrera, mientras que las mujeres solían ocupar puestos sin posibilidad de promoción como preparación para irse a criar a sus hijos posteriormente.
Sin embargo, actualmente el sistema de empleo de por vida está desapareciendo, las personas se casan más tarde y cada vez más mujeres trabajan mientras que la tasa de natalidad se encuentra en su nivel más bajo en la historia.
Muchos jóvenes trabajan con contratos temporales o de medio tiempo en los que el gaman no sirve para nada.
“Ya no te ven como un miembro intrínseco del grupo. Te contratan y te despiden, tienes un contrato, te pagan por hora”, dijo Slater.
“El concepto de practicar gaman es totalmente contraproducente. Conservarás tu trabajo si te quedas callado. Todos los valores del gaman que aportan para crear relaciones sociales coherentes y duraderas ya no tienen sentido”.
Y muchos jóvenes están optando no practicar gaman, evitando así los caminos tomados por generaciones anteriores.
Mami Matsunaga, de 39 años, trabajó en moda antes de dejar Tokio para vivir en la playa. Ahora hace surf todos los días y enseña mindfulness, respiración y yoga en centros de retiro y talleres en Japón.
“En la cultura japonesa, la expectativa del gaman ejerce presión para que todos hagan lo mismo y deja poco espacio para ser diferente”, dijo Matsunaga.
Al preguntarle si ella ha perseverado en el trabajo dice: “No, no lo hice. Dejaría el trabajo enseguida si algo así tuviera que suceder”.
Lee la nota original en inglés.
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