Editorial: Trump se hace la víctima
Esta presidencia no deja de sorprender por sus desplantes, por su capacidad de hacer el ridículo
El berrinche del presidente Donald Trump en la reunión con los líderes legislativos demócratas muestra su problema para gobernar por la falta de carácter y temperamento.
Esta era el segundo encuentro con la presidenta de la Cámara Baja, Nancy Pelosi y el líder de la minoría del Senado, Chuck Schumer, con el mandatario sobre una de las prioridades expresadas en numerosas ocasiones por Trump. El chasco de la reunión pone en tela de juicio el compromiso de la Casa Blanca con el proyecto que no goza de respaldo entre los senadores republicanos, ni del mismo jefe de presupuesto del Presidente, Mick Mulvaney.
Pelosi antes de la reunión dijo ante los medios la repetida acusación de que Trump “encubre” sus acciones. Es conocida la negativa de la Casa Blanca a entregar documentos y permitir que los funcionarios de la administración testifiquen ante el Congreso sobre investigaciones o políticas de gobierno.
En esta ocasión el comentario fue la excusa para ofender a un hipersensible Presidente, quien les dijo a los demócratas que él no puede trabajar con ellos mientras lo investigan. Terminó la reunión sin escuchar a nadie, para iniciar de inmediato una reunión con la prensa. Allí, con carteles ya preparados para la ocasión, denunció indignado una persecución, ofendido e indignado de que lo acusen de encubrimiento a él, “el presidente más transparente de la historia”.
Esta presidencia no deja de sorprender por sus desplantes, por su capacidad de hacer el ridículo. Todo esto, fruto de un mandatario impredecible, caprichoso y egocéntrico, con la madurez de un niño para enfrentar las críticas con pataletas. Es irónico que precisamente, Trump es cruel y despiadado con sus críticas a los demás.
Es inconcebible que se niegue a trabajar con la oposición, que controla una parte del Congreso, por cumplir con su labor constitucional de vigilancia. Su deber es buscar soluciones de una manera colaborativa para responder a las inquietudes de los estadounidenses. Así lo hicieron sus antecesores. Entre ellos, Bill Clinton cuando el Congreso le hacía un juicio político y Richard Nixon con Watergate.
La infraestructura es un sector con el cual Trump se siente identificado por su negocio de construcción. Se siente el mejor preparado para lidiar con el serio decaimiento de puentes, carreteras y sistemas de transporte a lo largo del país.
De la primera reunión con los demócratas surgió la idea de un paquete de $2 billones de dólares. Este fue reduciéndose a medida que crecía la incomodidad entre los republicanos por un proyecto que iba requerir un aumento de impuestos a la gasolina.
Trump, ante el fracaso, montó un espectáculo para culpar a los demócrata de este fiasco, y mostrarse como una víctima. Hay muchas medidas pendientes que requieren la labor entre el Congreso y la Casa Blanca. Todo depende de sus rabietas estratégicas.