“El Capache”, el sicario de los sicarios del CJNG que logró escapar del cartel de “El Mencho”
Rociaba con gasolina y quemaba vivos a rivales; ahora se enfrenta a sus antiguos socios
“El Capache” sabe lo que es la muerte. La ha visto desatarse antes sus ojos desde que rociaba con gasolina y quemaba vivos a los desertores del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) como sicario elite del grupo de narcotráfico liderado por Nemesio Oseguera Cervantes, alias “El Mencho”.
En cada movida, sabía que él mismo se jugaba la vida.
Por un momento, pensó que no había escapatoria al laberinto del terror, porque entonces él podría convertirse en la víctima de sus propios pasos.
“Uno extraña a la familia y piensa en escaparse. Pero si te intentas escapar, te persiguen y te matan. Vi a otro intentarlo y fueron cazados”, relató en entrevista con Daily Beast.
La posición de este matón era más riesgosa dado que le tocaba vigilar a los grandes del CJNG después de “El Mencho”, como Hugo Gonzalo Mendoza Gaytán, “El Sapo”, o “El 90”, uno de los comandantes regionales hoy buscados por la DEA.
Sin embargo, el caso de “El Capache” tomó un giro menos común, ya que logró escapar hace un par de años de la organización. El mexicano no ha dejado de matar, pero desde otro bando.
Ahora el veinteañero trabaja con una de las autodefensas más grandes del país, pero en contra de los que antes eran sus compinches en el CJNG.
Desde Chilpancingo, la capital del estado de Guerrero, “El Capache” – como pidió que lo llamaran-, es ahora un “sicario de sicarios”.
Dijo que inició en el narcotráfico por la falta de recursos económicos.
Hijo de una madre soltera y con 10 hermanos, tuvo que abandonar la escuela porque no había dinero para pagarla.
Empezó a la trabajar a un restaurant de Ocotito y allí un amigo lo reclutó al CJNG cuando tenía 14.
“No teníamos nada, ni siquiera para comer. Estaba cansado de ver a mi mamá pasar hambre. Y sabía que podía ganar 10 veces más si trabajaba para ellos. Tan pronto como escuché la oferta, supe que lo haría. Menos de una semana después, ya estaba en el autobús rumbo a Jalisco”, record.
En un remote campo de entrenamiento del cartel en el pueblo de Guachinango, Jalisco, durmió en casas de campaña.
Pero eso no fue lo peor.
Allí, según contó, fue instruido por unos tres meses por miembros retirados de las fuerzas especiales del Ejército mexicano y algunos que aún estaban activos.
El joven inició como halcón en las calles de Ameca. . Después, ayudó a armar paquetes de droga para su envoi hasta que llegó a sicario.
Entre los macabros entrenamientos a los que fue sometido mencionó cortar en pedazos a una persona; torturar a rivales sin que murieran desangrado, para obtener información y después, matarlo.
Además, debían construir armas con los ojos vendados.
También debían soportar, durante 10 minutos sin moverse y desnudos, los ataques de avispas. “Si te movías o gritabas, iban y te golpeaban», recordó. “Era mejor aguantar el dolor”, agregó.