Leoncio Velásquez, un fiel defensor de los derechos humanos de los hondureños
Las injusticias contra los inmigrantes es lo que motivan al activista a seguir luchando
La tristeza de mirar a miles de sus compatriotas hondureños que por años no han podido ver a sus familias fue la razón por la cual Leoncio Velásquez decidió comenzar toda una vida en el activismo social.
“Miro como luchan acá, y aunque sus hijos hayan nacido en Estados Unidos no les pueden resolver la situación migratoria”, dice este personaje, presidente de la organización Hondureños Unidos de Los Ángeles (HULA).
A través de dicha organización, Velásquez ha abogado por de sus compatriotas para defender a nivel local, estatal y nacional la extensión del Estatus de Protección Temporal (TPS), amenazado en la actualidad por el presidente Donald Trump, aunque miles de ellos aún permanecen en las sombras como indocumentados
Leoncio, originario de Tegucigalpa, Honduras, sabe de la experiencia de ser indocumentado; de las ganas de ir a ver a los parientes que dejó atrás y no poder regresar, a menos de arriesgarse como polizonte o encerrado en camiones.
“Así se ha venido un montón de gente, arriesgando la vida misma y la vida de sus niños”, dice. “A muchos les ha tocado pasar todas esas odiseas”.
Para él, haber dejado su país se debió a una aventura a los 20 años de edad. Abandonó su carrera de administración de empresas en la Universidad Autónoma de Honduras, en Tegucigalpa, donde estudiaba medio tiempo y también trabajaba en la litografía.
Tenía un aparente buen futuro académico y un oficio bien remunerado económicamente, dijo Velásquez, ya que José, su padre, le había enseñado las tareas diarias de una imprenta.
“Me vine por pura vagancia”, recordó. “Me dieron un par de meses de permiso en el trabajo y me vine de mochilero; tarde 15 días en llegar a Estados Unidos”. Su madre, María Colindres le reclamó el haber abandonado la carrera.
En ese tiempo en El Salvador, Guatemala y Nicaragua al igual que en Honduras, miles de personas huían a causa de los conflictos armados.
Había mucha convulsión social y política en Centroamérica. En Hondura se dieron algunos movimientos contra el gobierno, a causa de cuatro golpes militares en 15 años, indica Velásquez, hasta que llegó la constitucionalidad con el doctor Roberto Suazo Córdova, quien gobernó de 1982 a 1986.
“Otra razón por la que también me vine fue porque temía por mi vida; a los estudiantes como yo los perseguían mucho porque creían que era donde estaban los focos revolucionarios marxistas-leninistas contra el gobierno militar”, recuerda. “A mí no me persiguieron, pero sí a muchos de mis amigos que querían acabar con las elites pudientes del gobierno”
Luego vino el éxodo masivo de hondureños, guatemaltecos, nicaragüenses y salvadoreños, a quienes se les concedió el TPS, tras la devastación del huracán Mitch [del 22 de octubre al 5 de noviembre de 1998].
En los Ángeles, Leoncio ya se ganaba la vida como jardinero, distribuyendo periódicos de casa en casa, o limpiando oficinas.
“Tenía que mantenerme ocupado porque, aparte de ver las deportaciones masivas que estaban haciendo de hondureños, también debía librarme de personas que me quisieron involucrar en pandillas, dijo. “Fue en la época donde las madres que habían huido de Centroamérica con sus hijos, se iban a trabajar y estaban encerradas toda la semana en las casas de Beverly Hills donde hacían la limpieza; los niños se quedaban solos o andaban en la calle y eran presa fácil de que los engancharan las gangas para vender drogas…, antes se peleaban con piedras y botellas, pero luego se armaron con pistolas y ametralladoras, así comenzaron a formarse las pandillas y comenzaron a encarcelarlos o deportarlos”.
Hondureños contra Pete Wilson
Leoncio, quien es el mayor de sus hermanos: Oscar, de 56 años, Cecilio, de 55 (fallecido en mayo de este año), y Judith, de 53, comenzó la lucha política y social en 1994, cuando el gobernador Pete Wilson apoyaba la Proposición 187 que eliminaría todos los servicios de salud y educación para los niños. Ésta fue derrotada en los tribunales, por su inconstitucionalidad.
“Era algo nefasto y tuvimos que pelear contra esa ley”, dijo. “Esa misma línea republicana es la que quiere tener el control de la inmigración, pero la gente tiene que huir de la pobreza y la violencia no solo a Estados unidos, sino a Alemania, Italia o España; hay muchos hondureños que han emigrado ya a Europa”.
Leoncio Velásquez y muchos otros compatriotas suyos que echaron raíces en este país, lograron que el 3 de octubre de 2007 fuera proclamado como el Día del Hondureño, a instancias del exconcejal de Los Ángeles, Ed Reyes.
Dos años más tarde, la ex Supervisora del Condado de Los Ángeles, Yvonne Brathwaite Burke enalteció el reconocimiento en las 88 ciudades del condado, y en 2011 hizo lo propio la ex asambleísta estatal de California, Norma Torres, en conjunto con el exsenador estatal Kevin de León.
Celebrando la herencia hispana
Velásquez, que está casado con Isabel Velásquez y tiene hijos: María (32), Josué (30) y Óscar (26) dice que “Ser hondureño es un orgullo, porque uno tiene que sentirse siempre orgulloso de donde nace y de donde viene su cultura y sus costumbres, su manera de hablar, de ser, de cómo proceder; para nosotros no hay fronteras de México para abajo, porque todos aprendimos a comer el maíz y los mayas nos enseñaron a probar el café y el cacao”.
Para este hombre de 58 años, el Mes de la Herencia Hispana significa “celebrar con todo el Continente Americano todo lo que hemos aportado con el sudor de nuestra frente a Estados Unidos a donde hemos traído desfiles, comida, música y todo lo que involucra la identidad de una nación tan bella como Honduras”.
“Nuestra lucha del presente es trabajar para que todos nuestros hermanos centroamericanos amparados por el Estatus de Protección Temporal (TPS) logren obtener la residencia permanente”, dijo el presidente de HULA, donde asesoran a 44,000 hondureños amparados por el TPS y los canalizan con abogados expertos en asuntos de inmigración de organizaciones como El Rescate y CARECEN.