Retorno de los muchachos peronistas en la Argentina

La alianza de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner venció en primera vuelta a la coalición del presidente Mauricio Macri.

La alianza de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner venció en primera vuelta a la coalición del presidente Mauricio Macri. Crédito: Getty Images

La victoria de Alberto Fernández y Cristina Kirchner en Argentina, con 48% de los votos, es el retorno del peronismo a la Casa Rosada después de casi cuatro años de políticas neoliberales del presidente Mauricio Macri quien, al final, fue apoyado por apenas un 41% del electorado. Políticas económicas que resultaron en el incremento del desempleo, la inflación, la pobreza, desvalorización de la moneda nacional, un crecimiento desmedido de la deuda externa y una demoledora recesión económica.

Con un movimiento peronista que con Fernández logró unificarse y proyectar una imagen de moderación (gracias al estratégico renunciamiento de Cristina Kirchner a la presidencia), retorna una filosofía económica keynesiana orientada a regulaciones e intervencionismo estatal que tiene el objetivo de generar una redistribución de la riqueza nacional que beneficie a los sectores medios y trabajadores.

Pero más allá del recambio político que oficialmente tendrá lugar el 10 de diciembre, la victoria peronista también redefine el tablero geopolítico latinoamericano. En la Nueva Guerra Fría promovida desde Washington, DC, en la que la contradicción entre democracia-capitalista versus totalitarismo soviético del siglo XX ha sido reemplazada por neoliberalismo versus keynesianismo, la Argentina de Fernández-Kirchner seguramente mantendrá una relación pragmática con Uncle Sam, al mismo tiempo que explora un sendero más independiente, similar al que promueven las cancillerías de México y Uruguay. Y para que no quepa ninguna duda de este nuevo horizonte diplomático, en su primer discurso Fernández reconoció la legitimidad del gobierno de Evo Morales en Bolivia y llamó a la liberación de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil.  

No es necesario recordar que en materia económica, Fernández renegociará la deuda con el Fondo Monetario Internacional, que Macri le deja como espada de Damocles; introducirá regulaciones en el mercado cambiario que, irónicamente ya comenzaron a ser implementadas por los supuestos promotores de una economía laissez faire; y buscará la colaboración empresarial para controlar los precios. Toda una serie de medidas económicas que alejarán a la nueva Argentina de fórmulas neoliberales que, en última instancia, son la versión contemporánea de las viejas recetas de los otrora Chicago Boys que siguen causando tanto daño en la región y que, últimamente, han desencadenado reacciones populares masivas en Chile, Ecuador y Perú.  

La profundidad de la crisis financiera argentina actual lleva a recordar que no hace mucho, más específicamente en el 2001, políticas económicas neoliberales similares a las de la Administración Macri, también empujaron a la nación del tango y la yerba mate a grandes movilizaciones, muertes, la cesación de pagos y la caída del gobierno.

Sabemos que las soluciones a corto plazo son casi imposibles y que a Fernández le espera una difícil tarea. Pero también sabemos que el proyecto neoliberal de Mauricio Macri and Associates está muerto después de cuatro años de excepciones tarifarias para el sector agroexportador, una fiesta financiera que favoreció a especuladores, la destrucción del sector manufacturero nacional y la acumulación de una deuda externa, especialmente con el Fondo Monetario Internacional, que de llegar al default puede hacer tambalear al sistema financiero internacional.

Fernández es solamente presidente electo. Macri seguirá hasta el 10 de diciembre a cargo de un tren que, por momentos, parece a punto de descarrilar. Todavía hay treinta y tres días de Macri. Un tiempo con algo de la relatividad einsteiniana que lo hará parecer una eternidad. Un tiempo de declaraciones, acuerdos, negociaciones, equipos de transición, que ante cualquier error puede descarrilar definitivamente el tren.

Y aunque el horizonte de las pampas está cubierto de nubarrones inestables, los muchachos peronistas con sus banderas nacionales, con sus cánticos que irritan a las señoras de doble apellido de Recoleta, con esas manos callosas y hambrientos de justicia social, están de vuelta llenando de esperanzas a una Argentina que ha sido demolida por el neoliberalismo macrista.

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