Migrantes que llegan en la caravana abren comedor en Tijuana para los más necesitados
El grupo provee alimento y vestido para todos; además de servicios de orientación en temas de salud y albergues
Un grupo de migrantes, que llegó en la segunda caravana en octubre del año pasado a Tijuana (México), se dedica hoy a alimentar, vestir, curar, orientar y dar consuelo a otros migrantes, deportados y desamparados. En síntesis, a toco aquel que, a cualquier hora llame a su puerta.
“Si no fuera por ellos, creo que pasaría días sin comer y si se me moja la ropa, pues estaría días empapado”, platica Bernardo Cabrera, un migrante deportado desde Santa Ana, California, en 2014 y quien expresa que la ha pasado “un poco difícil” en Tijuana.
“El otro día llegué con una herida en el pie y pues tenía hambre, vine a pedirles de comer… Me curaron y me dijeron que regresara el sábado porque iban a venir unos doctores”, comenta sobre su experiencia en este lugar.
El mexicano deportado come, y generalmente también cena, de manera gratuita en el Comedor Comunitario “Contra Viento y Marea”, ubicado en la zona norte del centro de Tijuana —una de las áreas más marginales en la ciudad.
Bernardo es solo uno de entre 200 y 300 personas que a diario se alimentan en el comedor que fundó un grupo de migrantes hace un año.
“Nosotros pensamos que la alimentación es un derecho humano que a nadie se le debe negar”, explicó a La Opinión la portavoz del grupo, Devi Machete.
Explicó que el lugar es conocido por el comedor, pero en realidad es un centro de atención a necesitados.
Cuando llegó la caravana, el gobierno del exalcalde de Tijuana, Juan Manuel Gastelum —que se jactaba de ser antiinmigrante— envió a miles de ellos a un centro deportivo que pronto quedó rebasado en su capacidad.
Cuando el deportivo se inundó con las lluvias, unos 500 migrantes se mudaron a media calle de distancia a una bodega donde se organizaron en comités de cocina, seguridad, atención médica, orientación y manejo de donativos que llegaban, entre otros.
Pero un par de meses después el gobierno de Tijuana se empeñó echarlos de esa bodega. El grupo de organizadores del lugar decidió entonces mudarse en grupo y mantener su estructura.
Devi, una joven estadunidense de Arizona, vivía en California en ese tiempo y dice que al enterarse del proyecto de los migrantes renunció a su empleo en Los Ángeles y se fue a vivir con los migrantes a Tijuana.
Desde entonces es la portavoz del grupo “porque hablo y escribo en inglés y en español, y trabajo como un vínculo con colectivos de Estados Unidos que ayudan a los migrantes”, señala.
La llegada de los migrantes al barrio de la Zona Norte comienza a cambiar el panorama del entorno.
“A veces alguna vecina nos necesita en la madrugada y sabe que si toca a nuestra puerta le vamos a ayudar”, afirma Devi.
Agrega que “si alguien viene con hambre a cualquier hora, le ayudamos; [también] a los heridos. A quienes acaban de llegar deportados y andan perdidos, los cobijamos, llamamos hasta encontrar refugios donde los pueden aceptar. A los que no han tenido donde bañarse o dónde descansar [les damos la mano]”.
La comida es a las 12:00 p.m. y la cena a las 5:00 p.m.
Los migrantes simplemente colocan docenas de platos servidos sobre el mostrador del comedor y quienes deseen alimentarse lo hacen. Nadie les hace preguntas sobre su estatus migratorio o económico.
Devi organiza donativos en la página de GoFundMe. Mientras que en la página de Facebook, “Contra Viento y Marea Comedor Tijuana”, el grupo empieza por explicar cómo se le puede hacer llegar cualquier clase de donativo.
Los migrantes, “incluida la migrante estadounidense”, dice Devi, se preocupa porque tienen que enfrentar costos de renta del edificio, servicios, alimentos para quienes lo necesiten y tener abastecida la bodega de ropa abrigada para todas las edades, incluso con artículos de higiene personal y para niños.
El grupo desconoce cuánto permanecerá unido. No obstante, de acuerdo con Devi cada uno de los integrantes sabe que si se llegara a marchar, puede mantenerse en contacto y apoyar el proyecto.
Algunos de los integrantes están en proceso de audiencias luego de solicitar asilo en Estados Unidos; otros siguen sin decidirse si pedirán refugio o se quedan a vivir en Tijuana o simplemente regresan a Centroamérica.
De cualquier forma, por seguridad, prefieren hacer el bien desde el comedor y pasar desapercibidos.
Trabajo en equipo
El grupo de cocina generalmente comienza a trabajar a las 7:00 a.m.
Tres migrantes jóvenes echan mano de lo que tienen en la despensa, como arroz y frijoles.
Cuentan que a menudo salen a los mercados de la región a pedir que les regalen los vegetales y frutas que casi están por echarse a perder, pero que todavía sirven para cocinar.
“En ocasiones no nos regalan esos perecederos, aún cuando están por descomponerse… Entonces llegamos al acuerdo de que nos los vendan por unos pesitos, porque entendemos que también los comerciantes tienen que ganar algo”, explica la portavoz del grupo Devi Machete.
Una señora, de un comercio vecino, expresó que cuando le dijeron que en el comedor regalaban la comida a quien la quisiera, “al principio, no podía creerlo”.
“Cuando fui, con mucha pena les pregunté que si por favor me podrían dar algo para llevar y comer en mi casa. Me dijeron que sí, lo único que lamentaron fue que los alimentos ya no iban a estar calientes al llegar a mi casa”, recuerda.
La Zona Norte es a menudo escenario de actos de violencia pero desde hace un año que los jóvenes migrantes ayudan a la comunidad local, nunca han tenido altercados ni conflictos con autoridades, según platicó Devi.