Irán: matar al general

A las puertas de una reelección presidencial y en medio de un proceso de Impeachment en su contra, el asesinato de Soleimani busca aglutinar tras la figura del Presidente Trump la opinión pública estadounidense que tradicionalmente lo hace en casos de guerra. 

Qasem Soleimani murió en un ataque de Estados Unidos cerca del aeropuerto de Bagdad, en Irak.

Qasem Soleimani murió en un ataque de Estados Unidos cerca del aeropuerto de Bagdad, en Irak. Crédito: Getty Images

La decisión de liquidar al general Qasem Soleimani la madrugada del 3 de enero de 2020 por Donald Trump es un movimiento de ajedrez en el tablero geopolítico regional.

Un  veterano de los servicios especiales, el titular del Departamento de Estado, Mike Pompeo, ex Director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), pudo haber dado argumentos válidos al Presidente Trump para eliminar al jefe de la inteligencia iraní por varias décadas, quien comandaba la tropa élite de la teocracia persa, la fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria, los temibles pazdarán. 

La decisión, comparada por un sector demócrata estadounidense a lanzar un cartucho de dinamita en un polvorín, era desde hace años prioridad para la CIA y el Pentágono: eliminar al objetivo “Soleimani”.

Era alguien muchísimo más peligroso para los intereses de Estados Unidos (EUA) que lo que fueran Osama Bin Laden, líder de Al Qaeda y Abu Bakr al-Baghdadi, líder del Estado Islámico, juntos.

Este General maestro de espías era el número dos del régimen teheraní, después del Líder Supremo de la República Islámica de Irán, el Ayatollah Ali Jameini, y disponía de todos los recursos financieros, de logística y de formación de cuadros político-militares tanto del Estado de Irán y de aliados como Siria, así como de retaguardias estratégicas proiraníes en Irak y Líbano, para desarrollar su guerra desestabilizadora contra Estados Unidos.

En la guerra de Siria, fue uno de los actores claves para apoyar al régimen de Bashar al Assad y evitar su caída, pero sus tentáculos se extendían a Yemen, Cachemira, Indonesia, Afganistán, Filipinas, ya no se diga a Europa.

Incluso llegaban hasta Venezuela, México y Argentina, donde Irán apostó por una cooperación para enriquecimiento de uranio y plutonio durante las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner. 

Era odiado por Estados Unidos y sus aliados occidentales. Pero en Irán y la comunidad chíita así como en los círculos antiimperialistas del planeta, el general Soleimani es una figura mitológica, un héroe patriota portador de una leyenda identitaria de lucha antinorteamericana. 

Israel, enemigo acérrimo de Irán, apoya esta decisión a través de su Primer Ministro Benjamin Netanyahu, con aliados en la Casa Blanca como Jared Kushner o Mike Pompeo; también cuenta con el apoyo de Arabia Saudita, rival regional geopolítico de Irán.  

Un objetivo estadounidense de trasfondo al provocar esta crisis sería bloquear el suministro de petróleo que llega del Medio Oriente a su archirrival comercial, China. En todo caso la crisis ha elevado los precios del crudo. A EEUU, primer productor mundial de petróleo, le beneficia económicamente un conflicto internacional, sobre todo si Irán bloquea el paso estratégico del estrecho de Ormuz en aguas iraníes, donde pasa un 25% de la producción petrolera mundial. 

Ni a Irán ni a EEUU conviene en estos momentos iniciar una guerra, acaso por ello el contraataque iraní se ha limitado a daños materiales, quitando hierro a una escalada del conflicto. 

A las puertas de una reelección presidencial y en medio de un proceso de Impeachment en su contra, el asesinato de Soleimani busca aglutinar tras la figura del Presidente Trump la opinión pública estadounidense que tradicionalmente lo hace en casos de guerra. 

Una jugada maestra de oportunismo coyuntural, desvío de la atención pública y liquidación selectiva de un enemigo.

Contenido Patrocinado
Enlaces patrocinados por Outbrain