Coronavirus: Reflexiones desde el encierro
Incluso aquellos, entre los cuales me incluyo, que semanas atrás nos preguntábamos si realmente esto del coronavirus sería tan serio o si estarían exagerando hemos tomado conciencia de la magnitud de lo que está pasando.
No es cuestión de entrar en pánico, pero tampoco de minimizar la pandemia. Estamos en cuarentena, no en vacaciones, y la distancia social es la única manera de evitar la propagación del virus.
Lamentablemente la Administración Trump no estuvo a la altura de las circunstancias y aún hoy, después de meses del brote de COVID-19, no existen suficientes pruebas para todos. A medida que más personas tengan acceso a pruebas de coronavirus, las cifras de contagiados van a aumentar. Empeorará antes de mejorar.
Encerrados en nuestras casas, nos cae la ficha de que algo tan infinitamente pequeño como un virus tiene el poder de detener el mundo. Del día a la noche, nos vemos forzados a detener la carrera frenética de cada día. Nuestros hijos dejan de ir a la escuela y nosotros dejamos de ir a la oficina, fábrica o taller donde transcurre la mayor parte de nuestras vidas
Del día a la noche, quienes se oponían al acceso universal al cuidado de salud ahora desean que todos tuvieran seguro médico, no sólo resultado de su compasión por otros seres humanos, sino también de su egoísmo, porque cuando millones de personas no tienen seguro médico, millones de personas pueden propagar el virus y contagiar a otros.
Del día a la noche, las ideas socialistas no parecen tan “radicales o peligrosas” después de todo. Repentinamente millones de personas desearían que el gobierno o su empleador pagase por sus días de enfermedad, por su seguro médico.
Este es un buen momento para reflexionar sobre la urgencia de establecer un sistema de salud para todos, que no dependa de uno u otro empleo, sino que sea un derecho universal que nos beneficie a todos. Este es un buen momento para entender que todos los trabajadores necesitan beneficios, días libres, desempleo. Un momento para reconsiderar la grieta sin sentido, no solo de salarios, sino de derechos, entre obreros y CEOs.
También es buen momento para reconocer y agradecer la labor de los trabajadores esenciales que no tienen la opción de trabajar desde sus casas y que se arriesgan cada día para facilitarnos las cosas, la de los trabajadores de la salud, los trabajadores de supermercados y farmacias, la de quienes hacen los repartos a domicilio.
Es un buen momento para apreciar la labor de maestras y maestros que siguen enseñándoles a nuestros hijos, desde una pantalla de computadora o de teléfono. Es un buen momento para apoyar a los pequeños negociantes, muchos de los cuales tendrán pérdidas irreparables.
Esperemos que estas semanas, o meses, de cuarentena, en casa, aburridos, mirando el techo, nos ayuden a reflexionar y reconocer que el sistema, tal y como es ahora, es insostenible; que llegó el momento de cambiar un paradigma que ya no se ajusta a nuestras necesidades y deseos.
Cuando finalmente podamos volver a nuestras rutinas, recordemos este momento y animémonos a un mundo mejor.