El aporte de la ciencia mexicana en contra el coronavirus
Unen sus conocimientos para frenar el COVID-19
MÉXICO – Los esfuerzos científicos en contra del coronavirus tienen una versión mexicana en la búsqueda de curas, paliativos y vacunas. Y aunque con menos presupuesto, infraestructura y ambición que las farmacéuticas o los gobiernos de países más adelantados son investigaciones de alta calidad que no cesa y promete éxito de algún modo.
Las investigaciones las encabezan mujeres y hombres en los principales institutos de ciencia en México como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN). Son biólogos, especialistas en genética, medicina molecular y bioprocesos; infectólogos, virólogos y químicos.
Aprovechan desde la secuencia genética del virus que el gobierno chino puso a disposición de la comunidad científica internacional desde enero pasado y no pasan por alto la experiencia adquirida en la búsqueda de remedios contra el sika o el dengue —en los cuales México tiene mucha experiencia —y exploran a detalle los medicamentos que han servido en el país contra alergias, enfermedades autoinmunes, neoplasias o enfermedades infecciosas.
“Son científicos de altísimo nivel formados aquí y en otras universidades del mundo y regresaron a México para aportar”, advierte Gerardo López, jefe de servicio de alergiología del Instituto Nacional de Pediatría, quien ha sido analista de los trabajos de creación de vacunas en el país.
“Identificaron el genoma del virus y eso es un logro fantástico porque el material genético permite manipularlo y montarlo en pruebas y experimentos independientes que nos puede llevar, entre otras cosas, a una vacuna en México”.
Laura Alicia Palomares, investigadora del Departamento de Medicina Molecular y Bioprocesos de la UNAM y ganadora del premio Interciencia Award for Life Sciences 2014, quien encabeza las investigaciones para la creación del coronavirus en México lo explica así el reto:
“El problema es que hay un ‘divorcio’ entre la academia y la industria. Llevar los productos al mercado se vuelve muy difícil y es un camino que se tiene que pavimentar para que la investigación básica en México pueda llegar a beneficiar al paciente”.
Como sea, la aportación de México para enfrentar la pandemia, en dado caso, trasciende el talento y el talante de las mentes más brillantes de la medicina en el país; es, más bien, un reto que no ha podido resolver por décadas: hacer rentables sus proyectos científicos y por ello gasta más en la compra, en la importación.
La importación de vacunas por la incapacidad de producción en el país es un asunto que sale muy caro. Un estudio realizado por el Instituto Farmacéutico México, calculó que vacunar a 70% de la población contra la pandemia (bajo las recomendaciones de la OMS), con precios accesibles de 10 dólares por dosis, costaría alrededor de 1,500 millones de dólares mientras que el presupuesto actual el sector salud para tal fin es sólo de unos 300 millones de dólares.
Esto quiere decir que se tendría que multiplicar casi por cuatro el presupuesto en vacunas para combatir el coronavirus si se tiene que importar, como ya se prevé, una vacuna que se desarrolle en otros países.
La vacuna mexicana
A pesar de que el gobierno mexicano pidió a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) apoyo para garantizar el acceso a insumos sanitarios, pruebas de diagnóstico y las vacunas cuando las haya, los científicos mexicanos quieren adelantarse por un asunto de salud pública y no sólo por el COVID-19.
“Es indispensable que en México tengamos las capacidades para responder a estas pandemias de manera oportuna, porque obviamente los países que desarrollan las vacunas no están pensando en dárselas a México; primero satisfacen sus requerimientos y después, si les sobran, ya nos venden a nosotros”, advierte Palomares.
En su laboratorio del Instituto de Biotecnología de la UNAM, ella y su equipo buscan la vía en que el humano pueda producir anticuerpos ¿Qué está haciendo? Trabajar con “recombinantes”. Toman genes del coronavirus (secuencia RNA) y las producen en otro sistema para poder intervenirlo, purificarlo, modificarlo.
Todo comienza con la identificación de la proteína del coronavirus. Luego, con la información que ya se sabe de otros virus como SARS-COV-1 (que surgió en 2003), toman “pedacitos” útiles para pegarlos en la proteína del otro sistema (no del virus original) y así tienen una estructura nueva, tridimensional, que es la vacuna.
Es un método ampliamente conocido por el éxito que tuvo desde los años 80 con la creación de la vacuna contra la hepatitis B y posteriormente contra el papiloma humano.
La ventaja de manipular las proteínas de los virus es que puede producir nuevas estructuras genéticas idénticas al virus original sin que tenga toda la carga de éste. Asuntos de la ciencia.
—Estamos a un paso de probar la vacuna en animales— informa la directiva del proyecto.
Ahora le lleva ventaja PittCoVacc, producida por la Universidad de Pittsburgh, que ha sido exitosa en ratones para neutralizar el COVID-19 y se encuentra en espera de autorización por parte del gobierno de Estados Unidos para iniciar pruebas en humanos, aunque hay versiones de que ya se están haciendo las pruebas.
En la carrera también está la RNA-1273, elaborada por el US National Institute of Allergy and Infectious Disease, que inyecta nano partículas que enseñan al sistema natural de defensa de las personas a destruir al Covid-19, entre las más destacadas y que son parte de 115 proyectos registrados ante la Asociación Nacional de Empresas Farmacéuticas de Investigación más 102 de la Organización Mundial de la Salud.
Pruebas de diagnóstico y medicamentos
Para las pruebas de detección del virus, los científicos mexicanos buscan a marchas forzadas lograr una patente. Liderados por José Luis García Cordero, investigador del Centro de Estudios de Investigación Avanzada del Instituto Politécnico Nacional trabajan en el desarrollo de un microchip de pruebas de coronavirus que den un diagnóstico rápido y a bajo costo de la infección.
“Sería similar a la prueba de un embarazo”, precisa. “Tendría un costo 90 por ciento menor a la prueba más barata realizada en México”.
El plan es construir un instrumento donde se ubicaría el microchip para que un microscopio fluorescente lo escanee y en la pantalla se indique si el paciente se encuentra infectado. ¿Cómo lograrlo? Por la tecnología de microcanales del grosor de un cabello en donde se vierte sangre del paciente done se detectan los anticuerpos producidos por el cuerpo a partir del séptimo día de la infección.
Las ventajas de este dispositivo es que podría ofrecer un resultado en menos de media hora, pero aún se tiene que validar con muchas muestras.
En otras áreas, el IPN cuenta ensayos clínicos usando un medicamento llamado Transferón regularmente usado en infecciones, padecimientos autoinmunes y respiratorios, pero ahora con pacientes portadores el coronavirus. Busca matizar los daños cuando la situación está al límite. El medicamento es patente del IPN y se comercializa desde el año 2000.
México también realiza ensayos clínicos con dos fármacos que han dado buenos resultados contra el COVID-19 en China y EEUU. Remdesivir, es un antiviral usado contra el Ébola y la hidroxicloroquina que también se usa contra la malaria, el paludismo y el lupus. Este último medicamento ha provocado un debate porque Donald Trump los ha mencionado como paliativosy ha desatado tal de manda que ya provocó desabasto, afectando a pacientes de lupus.
El desafío
“No hay duda el talento científico en México”, advirtió el doctor Gerardo López. “El problema es, en dado caso, la producción en masa una vez que se concrete la vacuna”.
Desde que el gobierno mexicano restó importancia a la producción local y comenzó a asociarse con empresas farmacéuticas internacionales a finales del sexenio del presidente Ernesto Zedillo (1999), la empresa paraestatal Birmex, responsable del desarrollo, producción, importación y comercialización de vacunas se fue por el camino fácil.
El analista económico José Yuste lo resume así: “Birmex no está funcionando como productor, sino como un simple intermediario”.
Ni siquiera para que laboratorios externos las produzcan aquí. Y pone como ejemplo la asociación que Birmex hizo con Sanofi Pasteur, la principal productora de vacunas en el mundo, producirlas en México. “Algo pasó en el laboratorio mexicano, pero Pasteur sigue produciendo, con calidad y a tiempo, las vacunas estacionales contra la influenza para México, pero fuera de aquí”.
En esta coyuntura, el alergiólogo Gerardo López ve una oportunidad. “Lamentablemente en medio de las desgracias se puede ver que hay una urgente necesidad de impulsar las investigaciones en México. Talento hay”.