Dinero de migrantes: “Salvando a México” en plena pandemia

Las remesas que envían los mexicanos en el exterior han marcado récord

Diana Godínez en uno de los trabajos que conserva en EEUU

Diana Godínez en uno de los trabajos que conserva en EEUU Crédito: Diana Godínez. | Cortesía

MÉXICO – Diana Godínez limpia casas desde hace años en Estados Unidos para gente totalmente tecnologizada , acostumbrada a comprar todo en línea, esa misma que no dudó en encerrarse apenas se vio amenazada por el coronavirus y pasó de largo por los servicios de esta mexicana oriunda de la capital.

Al comienzo de la pandemia, Diana Godínez, de 38 años, tenía cinco clientes; ahora, sólo se ocupa dos días a la semana. Su ingreso se redujo a menos de la mitad de un momento a otro y se quedó a la par con tres niños por sostener, cuentas por pagar, la angustia permanente del COVID-19 y una promesa firme: enviar dinero a su madre que vive en Oaxaca.

“Trato de mandar unos 200 dólares cada 20 días”.

Diana Godínez mira fríamente las dos realidades en las que se encuentra y concluye que “no es mucha” plata desde la perspectiva estadounidense, pero en México significa la diferencia entre la miseria y la dignidad. La madre y el padrastro viven de un pequeño negocio de refacciones cuyas ganancias son muy limitadas y los gastos son altos: a los 80 años, él tiene un pulmón malo.

—Me toca ayudar —asume Diana sin cuestionar el esfuerzo.

La consistencia de Diana, quien emigró a EEUU a los 20 años siguiendo a su pareja (no quería que el niño creciera sin padre como ella), explica por mucho la más reciente sorpresa que dieron los paisanos a la alicaída economía de su país cuando todos los pronósticos anunciaban una disminución de remesas.

En cambio, la respuesta fue opuesta y colosal. En marzo de 2020 el envío de dinero de los mexicanos en Estados Unidos alcanzó los 4,016 millones de dólares, una cifra jamás vista en un mes desde que el Banco de México (BM) inició el registro de las remesas en 1995.

Así, en los primeros tres meses del año, los envíos de dinero sumaron 9, 293 millones de dólares, la cifra más alta para un mismo periodo, un máximo histórico que arrancó un suspiro al presidente de México Andrés Manuel López Obrador —regularmente parco y duro en sus políticas migratorias —y envió agradecimientos hasta allá: “Por la solidaridad”.

Analistas del BM explicaron que el resultado a la alza tiene dos razones principales: la caída en la actividad económica en México que “obligó” a mandar mayores flujos de dinero, así como al incremento en el tipo de cambio, que pudo haber incentivado el envío para aprovechar la subida. Migrantes entrevistados por este diario dijeron más.

Primero la comunidad

El club de oriundos Colonia Madero Apozol Zacatecas sufrió, como todas las organizaciones de migrantes en Estados Unidos, el impacto de la cancelación que el actual gobierno federal hizo al programa 3×1 desde el año pasado.

Al eliminar la partida presupuestaria federal, el desarrollo de sus comunidades con aportaciones de los paisanos se quedó sólo con el aporte estatal y municipal en algunos casos (2×1); en otros, con nada.

Enrique Esparza, empresario y presidente del club Madero Apozol,  cuenta en entrevista con  este diario que desde entonces han tenido que ingeniárselas para ayudar a sus pueblos más allá del 2×1. Actualmente, a la sombra del coronavirus, los migrantes organizados se convirtieron en un sostén sanitario para pobladores en México que necesitan ayuda médica o de alimentos urgente.

Enrique Esparza (de rojo) durante un acto de bienvenida a padres de migrantes que tenían décadas sin visitar a sus hijos en California.
Enrique Esparza (de rojo) durante un acto de bienvenida a padres de migrantes que tenían décadas sin visitar a sus hijos en California.

Por ahora en Apozol no hay registrado ningún caso de COVID-19,  pero sí hay un impacto económico en la sempiterna pobreza de la región, una de las de mayor expulsión de migrantes. En los alrededores, ya comienzan a presentarse algunos brotes y los clubes de oriundos han tenido que “entrarle” con dinero de colectas a través de las redes sociales.

“Desde México nos escribe sus casos, nosotros los exponemos en Facebook y la gente se coopera en EEUU. Para arrancar las colectas, el club pone 150 y de ahí  en adelante es libre, lo que quieran dar los donantes, según les conmueva el caso. A veces se juntan hasta 2,500 dólares o más, a veces se queda en 150”.

En una de las “coperachas” recientes se lograron reunir $10,000 dólares para un niño a quien se le diagnosticó leucemia; anteriormente, hubo una respuesta exitosa para un hombre que se quedó sin electricidad porque cuando la compañía de luz montó los cables, él no tuvo para pagar el servicio allá en Zacatecas.

El afectado escribió que si lograba reunir $500 dólares la corriente eléctrica sería una realidad en su humilde casa y su caso conmovió tanto que después del monto la  gente quería seguir cooperando. Al final se reunieron 870 dólares y los donadores pidieron que se usaran para comprarle un horno, una estufa eléctrica, una licuadora, una hielera y la primera comida para llenarla.

“Todo se envió como una remesa”, advierte Enrique Esparza en entrevista telefónica desde California. “No hemos parado a pesar de la pandemia porque si bien hay migrantes que quedaron en el desempleo —EEUU supera los 30 millones de desempleados— , los que seguimos trabajando sabemos lo mal que se puede pasar alla”.

Por los buenos tiempos

Si Víctor Hugo Alavez hubiera sido un chico aplicado, ¡quién sabe hasta dónde hubiera escalado socialmente en México! Lo piensa ahora que tiene 44 años y ya con una vida en Indiana, a donde llegó convencido por su esposa Griselda, a quien conoció en la Central de Abastos de la CDMX, y con quien hoy tiene tres hijos y una vida feliz.

“Mis padres eran muy buenos conmigo y me dieron todo. Yo habría podido estudiar y  prepararme, pero me gustaba el relajo”, cuenta al teléfono desde Lafayette, donde tiene un empleo y un negocio de renta de juegos infantiles, mesas  y sillas para fiestas, donde le va bien excepto porque, de cierto modo cree que está en deuda con sus padres. “Por estar lejos de ellos”.

Víctor Hugo Alavez (segundo de izquierda a derecha) en Indiana.
Víctor Hugo Alavez, con la niña en brazos y parte de la familia en Indiana.

Los sentimientos encontrados no le dejan en paz. A ratos se pregunta (y así se lo dice al padre) si el dinero que envía es por el remordimiento o por el amor. O por ambos. De cualquier forma, se siente mejor cuando lo hace y más ahora que cerró el mercado Juan de la Barrera, en la colonia Juan Escutia, donde ellos tienen una verdulería.

“Antes les mandaba 100 dólares en fechas especiales; ahora, la  misma cantidad, pero dos veces por semana”, cuenta con todo el esfuerzo de trabajar en una fábrica ensambladora de camiones pesados, con el riesgo del recorte en tiempos de Covid-19: recientemente echaron a 500. “Me gustaría ser chef, pero aquí pagan más y desde aquí ayudo, a ver cuánto dura”.

Esta cautela que tiene Víctor Hugo Alavez también la tienen observadores financieros. En un comunicado de prensa, el Banco Base advirtió que las cifras alegres de las remesas de abril podrían tener un revés pues no es la primera vez que las remesas se incrementan en un periodo de inicio de crisis: en 2008 subieron 11.4%  en un mes y, al siguiente empezaron  a caer.

Ya desde marzo pasado,  una estimación del Banorte calculaba el desempleo de alrededor de 300,000 indocumentados, una cifra conservadora que seguramente se multiplicó en los siguientes días.

Por si hay malos tiempos

Por sentido común Víctor Alvárez, otro inmigrante residente en Atlanta, es del grupo de los cautelosos. Soltero y sin hijos, desde que llegó a EEUU en 1995 se dedica principalmente a trabajar y ahorrar dinero para enviar a México.

Con esas políticas personales construyó una casa en su natal Ixmiquilpan y ya en fechas recientes, mientras el coronavirus cierra la tenaza con millones de contagios, él va por más envió dólares a México. “Tengo 40 años, ya me cansé del desmadre y ahora pienso en invertir, es buen momento por el dólar y por otras cosas”.

Víctor Alvarez cuenta con una madre en quien confía y quien recibe la remesa para construir unos departamentos frente a los balnearios de aguas termales de Ixmiquilpan. En tanto, él se divierte manipulando maquinaria pesada, construyendo carreteras y otras obras para los “gringos”.

Víctor Alvarez tiene más trabajo durante la pandemia.
Víctor Alvarez tiene más trabajo durante la pandemia.

Al ser un trabajo solitario no hay mucho riesgo de contagio, sus actividades no han parado; más bien, se incrementaron, y él va de aquí para allá con una carta que le dieron los patrones por si alguna autoridad lo detienen por no quedarse en casa. “Aquí los constructores dicen que sus actividades son esenciales y yo aprovecho para trabajar”.

Luego, si las cosas se ponen de “la chingada”, dice. “¡Me voy pa ya!”

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