Dos cosas que seguramente te pasan cuando hablas un idioma extranjero (y quizás no sabías)
Si hablas un idioma extranjero, incluso si lo dominas, es posible que hayas notado que te cuesta utilizarlo en estas dos situaciones: al hablar con un bebé y al hablarle a un perrito. ¿Te suena? Aquí te contamos por qué
Si hablas un idioma extranjero, incluso si lo dominas, es posible que hayas notado que te cuesta utilizarlo en estas dos situaciones: al hablar con un bebé y al hablarle a un perrito.
¿Te suena? Esto que muchos bilingües experimentamos como algo anecdótico, puede explicarse por un fenómeno sociolingüístico que sucede normalmente cuando aprendemos una lengua extranjera: el desapego emocional.
Este desafecto puede tener implicaciones más serias que la mera torpeza para interactuar con niños y mascotas. Puede, de hecho, influenciar nuestras decisiones.
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Dilemas morales
¿Conoces el dilema del tranvía? Se trata de un experimento de reflexión muy conocido en el estudio de la ética.
Es así: un tranvía avanza descontroladamente por una vía. Si no haces nada arrollará y matará a cinco personas. Si intervienes accionado una palanca para cambiar su curso, salvarás esas cinco vidas, pero harás que muera otra persona que está en la segunda vía.
¿Sacrificarías a una persona para salvar a cinco?
Tu respuesta a esta disyuntiva moral va a estar influenciada por tus valores y por tu cultura. Pero quizás te sorprenda saber que, además, tu decisión podría variar según en qué idioma te planteen el dilema.
Esa es la conclusión a la que llegó en 2014 un grupo de científicos liderados por Albert Costa, reconocido neurolingüista español y autor de “El Cerebro Bilingüe”.
Los investigadores hallaron que cuando la gente usa una lengua extranjera toma decisiones significativamente más utilitarias, o más pragmáticas, ante un dilema moral.
Así, cuando le planteaban a los participantes el dilema del tren en su segunda lengua, fuera cual fuera, era mucho más probable que decidieran sacrificar a una persona para salvar a cinco que cuando se presentaba el dilema en el idioma del que eran nativos.
Los investigadores achacan este resultado a que, en general, una lengua extranjera provoca reacciones emocionales menos intensas que una lengua nativa.
La lengua de las emociones
“Cuando aprendes una lengua extranjera como extranjera, es decir, en una academia, en una escuela o un centro de lenguas, tu aproximación a esa lengua es de una manera emocionalmente fría, distante”, le dijo a BBC News Mundo el neurocientífico español (y multilingüe) Jon Andoni Duñabeitia, director del Centro de Ciencia Cognitiva (C3) de la Universidad Nebrija, en Madrid.
Ese contexto educativo o institucional contrasta con el que rodea a la adquisición de la lengua nativa, que normalmente sucede en entornos familiares cargados de emociones desde las edades más tempranas.
Así, una persona puede ser bilingüe o multilingüe, y tener un gran dominio de varios idiomas, pero experimentar una “diglosia emocional” entre las lenguas que maneja.
Eso podría explicar en gran parte por qué al dirigirnos a un bebé o a una mascota muchos preferimos recurrir a nuestra lengua materna.
Pero además, ese desapego emocional también puede manifestarse en la manera en que percibimos lo que nos dicen, como en el caso de los insultos o las palabras de cariño.
“Un “I love you” puede no producirnos el mismo impacto emocional que un “te quiero” o un “te amo””, explica Duñabeitia.
De la misma manera, un insulto en lengua extranjera puede no afectarnos tanto como lo haría su versión en nuestra lengua nativa, y al revés, algunos quizás nos sintamos más desinhibidos en un idioma extranjero a la hora de insultar, maldecir o hablar de temas tabú.
¿Te sientes “fosilizado“?
Otra sensación habitual cuando hablas una lengua extranjera, incluso cuando te manejas bien en ella, es la de haberte quedado estancado en un nivel de conocimiento del que difícilmente puedes pasar.
Quizás ya estudiaste todas las reglas gramaticales y de pronunciación y aún así sigues cometiendo los mismos errores de siempre, incluso después de mucha motivación y años de práctica o aprendizaje.
¿Te suena? Si es así, no te desanimes ni te lo tomes como algo personal.
Los lingüistas conocen este fenómeno de estancamiento como “fosilización linguística“, y puede suceder a cualquier nivel.
Para entender este concepto hay que explicar antes otro: el de interlengua. Se refiere a una especie de sistema de lenguaje intermedio entre la lengua nativa y la lengua meta, que como aprendices de lengua extranjera vamos construyendo individualmente a medida que vamos aprendiendo, y que está influenciado por nuestra lengua materna.
La interlengua está en constante evolución, y conforme progresamos en nuestro aprendizaje, esa influencia de nuestro idioma nativo va disminuyendo.
Pero cuando nos quedamos fosilizados dejamos de progresar en nuestro conocimiento de la lengua meta y mantenemos de manera inconsciente y recurrente rasgos típicos de nuestra lengua nativa, que tienen que ver con la gramática, la pronunciación, el léxico, la sintaxis, la entonación y otros aspectos de la comunicación.
Claro que el fenómeno de la fosilización no quiere decir que seamos malos hablantes de nuestra segunda o tercera lengua, o que con el tiempo no podamos disipar algunos errores.
“No debemos nunca olvidar el carácter dinámico del proceso de adquisición de una nueva lengua”, matiza Duñabeitia. “Habrá picos y valles en todo este proceso, por supuesto”.
Expectativas más modestas
Según información del Centro Virtual Cervantes, está ampliamente aceptado que este proceso de fosilización linguística es el motivo por el que los hablantes de una lengua extranjera, en general, no consiguen alcanzar el mismo nivel de competencia lingüística que un hablante nativo.
Curiosamente, aunque sí lo lograran en apariencia, -a los ojos y oídos de otro nativo-, el cerebro podría delatarlos.
“Gracias a la neurociencia y a técnicas como la resonancia magnética funcional y la electroencefalografía, hoy en día podemos encontrar marcadores propios de las personas nativas que las diferencian de las no nativas en el procesamiento de la lengua, incluso aunque desde fuera no se puedan percibir diferencias manifiestas”, explica el neurocientífico de la Universidad Nebrija.
En cualquier caso, Duñabeitia sugiere que al aprender otro idioma no debemos perseguir un nivel “como de nativo’.
“Hay que ser muy modestos a la hora de esperar resultados sobre el bilingüismo”.
Hay muchas maneras y niveles distintos de ser bilingüe, y lo importante es que podamos comunicarnos eficazmente.
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